El matrimonio que encontró la receta perfecta para emprender
Con amor, paciencia y una pizca de locura, entre otros "ingredientes", Claudia Muñoz y Harvin Ladrón de Guevara crearon hace tres años un almacén de barrio que luego se transformó en una panadería y pastelería.
Los sanantoninos Claudia Muñoz Ojeda (41) y Harvin Ladrón de Guevara Guerrero (36) están juntos hace 13 años. Ella es ingeniera comercial y él, barman. Ambos se conocieron en el Centro Recreacional que tiene la Policía de Investigaciones en Pelancura.
"Yo comencé a trabajar en la colonia de veraneo, como también se le llama, en el 2006, y al tiempo conocí a Harvin, que iba como barman a los eventos que se hacían. El amor surgió y desde ahí que estamos juntos", cuenta Claudia sobre el origen de la relación.
Nuevas ideas
Estos sanantoninos son padres de dos niños, Tomás (10) y Dominga (4), con quienes viven en el sector de Villa Italia, en San Antonio.
En 2016, justo en medio del segundo embarazo de Claudia, su marido quedó sin trabajo y rápidamente tuvieron que idear algo para no quedarse de brazos cruzados en ese trascendental momento para la familia.
"Con dos hijos y mi marido sin empleo la cosa se iba a poner complicada, así que empezamos a ver qué podíamos hacer para generar otro sueldo", recuerda ella.
Así fue como se percataron que el barrio donde residen tenía una necesidad que quizás ellos podían suplir.
"Como estaba embarazada, a veces me daban ganas de comer algo rico y no teníamos casi ningún negocio cerca, entonces había que ingeniárselas o ir a comprar a un lugar más lejos. No había un local que te sacara de apuros en determinadas situaciones", agrega.
-¿La idea era instalarse con un almacén de barrio?
-Claro, porque además nos dimos cuenta que a varios vecinos les pasaba lo mismo, porque no había un negocio cerca, entonces pensamos que quizás era una buena inversión. Con mi cuñado diseñamos el local e hicimos un almacén con mi marido para que él pudiera trabajar ahí".
Así, en 2017 nació Emporio Nápoles, que, en ese momento, ofrecía abarrotes y distintos productos de primera necesidad.
El pan fue clave
Instalar el negocio resultó una buena idea, pero pasado un tiempo, Harvin quiso darle un plus y sumar un nuevo y esencial producto a su emprendimiento.
A través de videos de internet, aprendió a hacer pan y comenzó a venderlo en el almacén. El recibimiento, asegura Claudia, fue excelente desde el primer instante.
"Lo del pan fue todo súper autodidacta. Después de un tiempo, nos empezaron a contactar de almacenes locales para pedirnos pan y, de alguna forma, sin darnos cuenta, estábamos creciendo cada día más", sostiene la ingeniera comercial.
-¿Continuaron de todas formas con el almacén tras el éxito del pan?
-Sí, pero solo por un tiempo. Después se hizo más complicado, porque yo seguía trabajando en Pelancura y él se dedicaba, en la moto de mi cuñado, a repartir el pan en distintos almacenes. Entonces el negocio en algunos momentos estaba abierto, después un rato cerrado y esa no era la idea.
Al comienzo el matrimonio solo hacía pan amasado que distribuía entre cuatro o cinco locales. Pero con el correr de los meses fueron expandiéndose: hoy entregan pan amasado, dobladitas y hallullas, de elaboración propia, a 10 almacenes de distintos barrios de la comuna.
"La confianza de la gente y de los almacenes que nos piden pan fue clave, sobre todo el minimarket Santa Emilia de Santo Domingo, porque sus dueños confiaron siempre en nosotros y en el trabajo que hacemos. Eso, aunque el resto no lo vea, ayuda mucho", afirma la sanantonina.
Apuntar a más
Cuando aún tenían el almacén, Claudia, en sus dos días libres a la semana, hacía pasteles, gracias a los conocimientos que le entregó Molesta Cerda, una reconocida pastelera local.
"Al principio hacía los pasteles tradicionales, como los chilenitos, pero después me fui puliendo en los pastelitos de cóctel. Me pasa harto que la gente que va a un cumpleaños o a alguna celebración donde están mis productos, después me contactan para hacer sus propios pedidos", recuerda con notoria alegría.
Cuando tomaron la decisión de cerrar al almacén para dedicarse a la venta de pan y pasteles y, en paralelo, a la crianza de sus hijos, sintieron que iban por buen camino.
"Con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta que este crecimiento se debe netamente a la demanda del público. Si bien nosotros siempre hemos aspirado a más, la gente, su apoyo, la preferencia y los buenos comentarios nos han motivado a concretar los cambios que hemos hecho", sostiene Claudia.
-¿Los ingresos que obtenían alcanzaban a cubrir el sueldo que antes tenía su marido?
-Claro, de todos modos. Pero como yo trabajaba aparte, siento que por eso no nos costó tanto cerrar el negocio cuando ya estábamos más afirmados en el tema del pan, porque igual teníamos un ingreso seguro. Crecimos tanto que devolvimos la moto y nos compramos un auto para repartir.
Desvinculada
Uno de los mayores cambios para la familia se produjo en 2019, cuando Claudia fue desvinculada de su trabajo en la colonia de veraneo de Pelancura luego de 13 años de labor.
"Mi despido se debió a que a mi jefe de Santiago no le pareció que tuviera un emprendimiento además de mi trabajo. No me quedó otra que rebuscármela para ver qué hacer, pero ya teníamos algo",
-¿Le gustaba ese trabajo en el centro vacacional de la PDI?
-Mucho, me sentía cómoda en ese ambiente. Mis compañeros de trabajo eran amables, simpáticos, todo lo que uno quisiera, pero las circunstancias o el destino quisieron otra cosa y tampoco me podía echar a morir por estar cesante. Teníamos muchas ideas con Harvin, así que no estábamos en la nada.
Aproximadamente, durante un mes, Claudia se tomó un tiempo para pensar sobre el futuro y también para estar más con sus dos hijos.
Al estar ella en casa, volvieron a abrir su negocio en calle Nápoles con Samuel García, pero esta vez, tendría un enfoque totalmente distinto.
"La gente me pregunta qué vendemos o si tenemos abarrotes, y yo les digo que en este local solo ofrecemos cosas ricas. Tenemos pasteles, tartaletas y, por supuesto, el pan, que ha sido nuestro mayor motor", asevera Claudia entre risas.
Ahora también buscan ofrecer otros productos durante los fines de semana, como humitas, ceviches y empanadas, siempre para deleitar a su fiel clientela.
Además, sienten que han crecido un montón, ya que incluso dan oportunidades de trabajo a Modesta en pastelería y a Fernanda, otra de sus trabajadoras.
"Este es un trabajo sacrificado, porque al principio uno no sabe si va a funcionar o no, pero ya estamos más establecidos, con miras al futuro y con hambre de más, pero uno no puede negar que los inicios fueron duros", puntualiza.
-¿Volverían a sus antiguas áreas de trabajo si se da la posibilidad?
-Para nada. Ya nos enamoramos de esto y de la confianza que la gente ha puesto en nuestro trabajo, entonces no lo podríamos dejar. No nos vamos a hacer millonarios, pero estamos felices, todo se dio en medio de la adversidad, pero de una forma tan buena que no podemos estar más agradecidos.
"Con dos hijos y mi marido sin empleo la cosa se iba a poner complicada, así que empezamos a ver qué podíamos hacer para generar otro sueldo",
Claudia Muñoz
"La gente me pregunta qué vendemos o si tenemos abarrotes, y yo les digo que en este local solo ofrecemos cosas ricas. Tenemos pasteles, tartaletas y, por supuesto, el pan",
Claudia Muñoz
"Este es un trabajo sacrificado, porque al principio uno no sabe si va a funcionar o no, pero ya estamos más establecidos, mirando al futuro y con hambre de más",
Claudia Muñoz