Quedó sin trabajo en medio de la pandemia y emprendió con su exquisito pie de limón
Andrea Cáceres llegó a vivir a los 15 años a Santo Domingo, pero estuvo un largo tiempo en Santiago ejerciendo su carrera en turismo. En octubre pasado volvió a la comuna parque para reencontrarse con los suyos.
Andrea Cáceres Ortiz (39) no nació en Santo Domingo, pero su experiencia de vida le ha hecho sentir un fuerte arraigo con la comuna parque, adonde arribó a los 15 años junto a toda su familia desde San Carlos, en la Región del Ñuble, su tierra natal.
"Nos vinimos porque aquí mis papás tenían mejores oportunidades laborales que en el sur. Nunca más volvimos a vivir en el sur, porque nos hicimos parte de Santo Domingo", cuenta.
Cambio de vida
El cambio de ciudad y de vida fue un proceso complejo no solo para Andrea, que en esos años estaba en plena adolescencia, sino también para sus hermanos mayores y menores.
Tres mujeres y un hombre componen el grupo de hermanos de la familia Cáceres Ortiz y todos tuvieron que venirse a Santo Domingo con sus padres.
"Sabíamos que con nuevas oportunidades laborales, ellos nos podían ofrecer una mejor vida, eso nunca estuvo en duda Pero para nosotros fue súper complicado, porque yo, por ejemplo, era adolescente y me costó mucho acostumbrarme. Me acuerdo que para mi hermana mayor fue más difícil todavía", relata.
-¿Cómo asumieron sus padres este cambio?
-Estaban igual de complicados, porque, de hecho, mi hermana mayor se enfermó y para los otros tres fue duro igual adaptarnos a otra ciudad. Entonces, mis papás en algún momento pensaron en enviarnos de vuelta al sur porque sentían que estábamos sufriendo.
-¿Qué fue lo más complejo del proceso de cambio?
-Nosotros llegamos a vivir acá como en mayo y, por la fecha, no encontramos matrícula para los cuatro en Santo Domingo. El lugar más cercano era Llolleo, así que estudiamos en el Liceo Nacional, pero sentíamos que todo era distinto a nuestra antigua vida.
Choque cultural
Andrea confiesa que dejar su natal San Carlos fue una experiencia difícil de digerir, sobre todo porque el estilo de vida que encontraron en el Litoral Central era muy distinto al que llevaban en el sur.
"Hasta antes de venirnos estudiábamos en un colegio de monjas, muy estricto, con demasiadas normas, a las cuales nos habíamos acostumbrado súper bien. El nuevo colegio no era religioso, entonces no había normas de ese estilo y nos complicó un poco", detalla.
-¿Les complicó que fuera más relajado en las normas?
-Fue como un choque cultural, por así decirlo. No veníamos de una ciudad más chica que San Antonio, pero acá todo era distinto y por eso se complejizaron las cosas.
"La verdad no sé en qué momento nos acostumbramos, porque finalmente nunca más nos fuimos. Se podría pensar que, con tanto problema al principio, volveríamos al sur en unos años más, pero al final eso nunca pasó", relata entre risas.
Nuevo cambio
La estadía de Andrea en Santo Domingo no se prolongó por mucho tiempo, ya que cuando cumplió 18 años, volvió a cambiarse de ciudad para estudiar.
Esta vez su destino fue Santiago, donde entró a la carrera de turismo con mención en tráfico y carga aérea, profesión que ejerció hasta el año pasado.
"Estudié toda la carrera y si bien no me titulé fue porque el lugar en el donde trabajé 15 años realicé mi práctica profesional. La terminé y me invitaron a seguir trabajando ahí, entonces me dediqué a eso más que nada", asegura.
-¿Le gustaba su trabajo en Santiago?
-De todos modos. Sentía que había hecho una buena elección en cuanto a la carrera. Trabajaba para una compañía que representaba a empresas aéreas en Chile. Ahí estuve 15 años, hasta que llegaron las complicaciones de la pandemia.
"Estuvimos tres meses trabajando desde la casa y en mayo del año pasado el avión de la aerolínea que representábamos dejó de funcionar en Chile. Ahí desvincularon a la mayoría de mis colegas. Yo seguí trabajando para terminar otros asuntos y en agosto finalmente quedé sin empleo", asevera.
El pie de limón
Durante los años que estuvo en la capital, Andrea vivía en la comuna de Maipú junto a su pareja, que también es de Santo Domingo y que continuaba con su trabajo de forma presencial.
Ambos son amantes del pie de limón, un producto exquisito que motivó a Andrea a emprender. "Nunca en mi vida había hecho uno y un fin de semana le dije a mi pareja que lo iba a hacer. Tenía toda la fe del mundo de que iba a quedar bien y así fue. Resultó que se convirtió en mi hobbie de la pandemia", afirma antes de soltar una risotada.
-¿Fue solo un hobbie?
-Al principio. Todas las semanas elaboraba uno, hasta que empecé a tener menos trabajo en la empresa. Después me desvincularon y me di cuenta que no tenía nada que hacer. Como ya había pulido mi técnica y cada vez me quedaban mejor, opté por crear un emprendimiento.
Ella puso su talento en la cocina, y su pareja se encargaba de hacer los delivery en Maipú. "Si no hubiera encontrado qué hacer después del despido, me hubiera deprimido, más aún considerando el encierro que estábamos viviendo. No soportaba no ver a mi familia. Sé que gran parte de mi vida adulta la hice en Santiago, pero en el mes yo volvía dos o tres veces a Santo Domingo. En ese instante habían pasado casi cinco meses sin venir", sostiene.
Último retorno
Por una situación similar estaba atravesando su pareja, ya que durante cinco meses no pudo ver a su hija Paloma, de 10 años, producto de la pandemia.
"Yo creo que al ser los dos de Santo Domingo, lo que más extrañábamos eran nuestras familias. Él a su hija, que también vive en la comuna, y yo mis dos sobrinos, que son mi mayor adoración porque no tengo hijos", explica.
-¿Cómo tomaron la decisión de volver?
-Estábamos los dos en un punto en que claramente nos sentíamos muy alejados de nuestra gente, pero él seguía con su trabajo en Santiago. Así que finalmente me dijo que nos viniéramos y que él viajaría todos los días hasta encontrar un empleo en la zona.
En octubre armaron maletas, encontraron un arriendo y volvieron a Santo Domingo. Andrea no tenía trabajo, así que quiso retomar su emprendimiento Dulce 40tena, el mismo que había comenzado en Maipú, hasta encontrar algo en el rubro del turismo.
"Mi hermana tiene un emprendimiento de desayunos para todo tipo de ocasiones y nos asociamos. Yo le hago los pasteles que le piden. Acá fue súper bueno el recibimiento de la gente y por lo mismo incorporé otros postres y pasteles (alfajores, pie de chocolate naranja y cheesecake de manjar, frambuesa y maracuyá) distintos al pie de limón", acota.
-¿Qué ocurrió con el trabajo de su pareja?
-Afortunadamente muy pronto encontró trabajo acá y ahora solo nos resta que yo encuentre uno, pero continuaré con Dulce 40tena, porque es un buen apoyo en tiempos de pandemia.
"Fue como un choque cultural, por así decirlo. No veníamos de una ciudad más chica que San Antonio, pero acá todo era distinto y por eso se complejizaron las cosas",
Andrea Cáceres
"Trabajaba para una compañía que representaba a empresas aéreas en Chile. Ahí estuve 15 años, hasta que llegaron las complicaciones de la pandemia",
Andrea Cáceres
"Si no hubiera encontrado qué hacer después del despido, me hubiera deprimido, más aún considerando el encierro que estábamos viviendo. No soportaba no ver a mi familia".