primer lugar Historias a través de una pantalla Autora: Katherine Avilés, apoderada segundo lugar Aún recuerdo Autor: David Olmos, apoderado
Mención honrosa Humo blanco Autor: Allan Gavilanes, apoderado
Tercer lugar Lincoyay y Zorrichiu Autora: Ana María Coliñir, apoderada
Segundo lugar Covid Apocalíptico. Autora: Emilia Loyola Pinto 3° Medio
Primer lugar Tan real que parece mentira Autora: Laura Mesina, 2° medio
Mención honrosa Soñar con ser feliz Autora: Belén Romo 2° medio
Tercer lugar Más allá de estas luces Autor: Diego González, 4to Medio
ESTAS SON LAS OBRAS Y SUS CREADORES
CATEGORÍA FAMILIA DE ESCRITORES
Aún recuerdo el cambio de emociones de aquel lunes. Desperté pensando que sería un día "normal", de aquellos a los que nos habíamos acostumbrado entre el encierro y la distancia. Lo anterior se reforzó cuando sonó, como de costumbre, la cortina del noticiero al medio día.
Aún recuerdo la sonrisa en el rostro de esa periodista que nos relataba que finalmente se había encontrado la cura y que en menos de 2 semanas volveríamos a la normalidad.
En base a esos recuerdos es que hoy, después de 4 meses desde el "Día de la Humanidad" (como lo bautizaron) quiero hacer un salud junto a todos ustedes, "mi familia" y es que aún recuerdo la sonrisa de mis padres, quienes sucumbieron ante el virus por estar obligados a trabajar.
Aún recuerdo la armonía de las risas de mis abuelos, quienes hoy tampoco me acompañan en el brindis, debido a que la vecina no sólo trajo desde Brasil aquel imán para el refrigerador.
Aún recuerdo cuando podía hacer el brindis con todos ustedes y es que hoy, no puedo llamarle "nueva normalidad" a un mundo en el que mis seres queridos no están.
Sin copas que chocar, sólo me queda recordar.
Hoy conversando con mis nietos antes de dormir, me pidieron una historia, entre risas y gritos se pusieron de acuerdo y me dijeron "Abu cuéntanos cuando nuestros papás eran pequeños, queremos saber, ¿se portaban mal?". Yo sonriendo recordé… cuando sus papis eran pequeños, me gustaba mucho llevarlos a la playa, a las plazas y a comer a los centros comerciales (mirando de reojo vi muchos ojos gigantes que me miraban detenidamente), continúe… tenían muchos amigos y en esos lugares conocían mas gente, jugaban a la pelota, tenían clases de bailes, íbamos a piscinas públicas, nos rodeábamos de mucha gente y amigos, les gustaba celebrar sus cumpleaños con muchos amigos en la casa, jugaban y se divertían demasiado. Uno de mis nietos grita "¿pero Abu, como amigos en la casa? Si en la casa, antes las personas podíamos abrazarnos, compartir con amigos, nos saludábamos de besos y abrazos y cuando conocíamos a alguien podíamos ver su sonrisa…. Los niños quedaron impactados, no podían creer lo que les estaba diciendo… sonreí y les dije "ya, se acabo la historia, ahora apaguen sus computadores y vayan a dormir, los amo muchísimos les envió un beso gigante", cerré el notebook y me fui dormir.
Abriendo las ventanas corredizas, se sumergió en la fría brisa de invierno con indiferencia y se acercó a la barandilla para reposar su peso mientras abría una caja de cigarros. Su encendedor se hallaba donde costumbre, su posición tampoco difería del día anterior, pero eso no importaba, esta insalubre práctica de inhalar bocanadas desde aquel cilindro de papel le traía paz y eso era suficiente para él. Blanquecinas nubecillas se esparcen en el cielo, que empieza a consumir sin prisa ni calma su forma en la nada. El sol amenaza con desaparecer ante el incesable paso del tiempo, a través del cual volvieron ideas difusas sobre una unión de antaño, que el tiempo mismo había sepultado. Palabras que se pierden en el correr de los años, divagan en la inmensidad del firmamento mientras promesas eternas ceden ante el peso de la espuma. Oraciones correctas, encuentros afortunados que parecen predestinadas pierden el sentido en la noche oscura. Esperanzas pérdidas y sueños fútiles, todo se mece entre el nebuloso humo mientras su último cigarro se consume, sentenciando así el fin de su soliloquio mental, en el que sigue esperando poder salir, para perseguir el recuerdo de una persona que partió hace mucho.
Lincoyay junto a su amiguito Zorrichu estaban a los pies del Volcán Villarrica, conversando sobre la situación actual de la Pandemia que acaece en forma mundial a nuestro Planeta. Zorrichu abrazaba a su amiga, y le susurraba al oído que pronto esto terminará y todos podremos circular en forma normal por las calles y campos.
Lincoyay se emocionó y dando un gran salto sobre la piedra en la que estaban sentados, exclamó "¡Yo correré por los prados e invitaré a mis amigas Millaray y Yacolén a bañarse en las hermosas playas de Licanray y juntas organizaremos un Nguillatún para agradecer a nuestro Ngunechen, dios mapuche! invitaremos a nuestras familias y amigos para celebrar ese tan deseado día".
Zorrichu viendo la emoción de Lincoyay la tomó de sus manos y la invitó a recorrer las aguas del Lago Villarrica y le prometió que así será, diciendo "Yo invitaré a mis amiguitos zorros, pudus, huemules y cóndores para cantar ante la naturaleza salvada".
Lincoyay sonrió y le dijo a su amigo zorro, "antes debemos seguir cuidándonos, resguardados en nuestras casas, ya vendrán esos hermosos días". Se despidió de Zorrichu chocando los codos y separándose en dirección a sus rucas.
CATEGORÍA ESCRITORES DEL FUTURO
Desperté de un brinco por el viento traspasando mi ropa gastada, un escalofrío recorrió mi cuerpo, Rhys despertó de igual manera y agarró su rifle por instinto, sus ojos lucían exhaustos, pero debíamos pelear o moriríamos de la manera más cobarde.
Avanzamos sigilosamente por las calles destruidas con el miedo de toparnos de frente con algún zombie, sabíamos que ellos habían sido personas importantes para alguien anteriormente, pero las vacunas habían cambiado su anatomía humana y absorbido su mente, de ellos solo quedaba el recuerdo.
Rhys divisó una criatura y corrí hacia esta con determinación, sus ojos cafés brillantes me hacían creer que era mi madre y aunque sabía que de su alma no quedaba nada, me quedé inmóvil mientras Rhys gritaba que la matara, ¿Y si ella realmente no se ha ido y está atrapada en ese cuerpo? Pensé, luego busqué la manera de liberarla, pero fue imposible, me dejé caer sobre mis rodillas y comencé a llorar hasta que una mano se posó sobre mi hombro, era mamá, dijo que debía ser fuerte, entendí que su espíritu estaba conmigo siempre y me armé de valor para matar al último zombie del mundo, finalmente éramos libres.
-Y este -dijo una muchacha con un suspiro- fue el último que alcancé a coser
-Es bellísimo -respondió su hermana- pero son demasiados vestidos, ¿cuánto tiempo estuviste encerrada en esa torre?
-Lo suficiente como para vestir a 10 familias con dos pares de gemelas cada una. Pero tú, que vives tan cerca y apenas te podía ver, ¿cuánto tiempo estuviste encerrada?
-Lo suficiente como para haber leído 60 libros y pintado 50 retratos del mismo jarrón en la misma esquina con las mismas flores marchitas. Pero vivimos tan cerca la una de la otra
-Pero es diferente dar siete pasos a tu habitación que setenta que nos podría costar la vida… sin duda alguna, los hijos que vengan en camino no creerán lo que hemos vivido. ¿Cómo es posible que algo que parecía tan inofensivo, pudiera desencadenar todo esto?
-Irresponsabilidad -dijo con algo de decepción- a pesar de las advertencias, muchos no creyeron y pasó lo que pasó. Se echaron la culpa los unos a los otros… Pero, lo importante, hermana mía, es que, después de todo, seguimos acá y tenemos algo increíble para contar…algo digno de un libro de terror y de aventuras que perdurará en el tiempo.
Recuerdo que cuando estábamos en cuarentena soñaba con las cosas que haría cuando pudiese salir, quería visitar a mi familia, juntarme con mis amigos, ir a comer helado, pasear con el gato y muchas otras cosas que, en ese momento, pensé que me harían feliz. Ahora que pude hacerlas me doy cuenta de que no eran tan importantes, al final mi familia no me caía tan bien, mis amigos ahora solo son conocidos, el helado hace que me duelan los dientes y creo que pasear con el gato si me hubiera hecho feliz, pero como lo pusimos en la sopa, no podré hacerlo.
Desayuno para irme al colegio, en las noticias muestran que los participantes de la fiesta clandestina de la semana pasada han muerto por el virus, mi madre me reta:
-Deja de poner tus tanques en el refrigerador, te vas a resfriar.
-¿Y cómo esperas que aguante este calor insoportable? Además, llevo haciéndolo desde hace un año y mírame, como lechuga.
-Mejor ya vete a la escuela-dice mientras apaga el Holo visor-Y no olvides pasar por la nueva mascarilla de tu hermano-Toma a mi hermano.
-La última vez me persiguieron esos nuevos modelos de centinelas ¿sabes?
-¡Gracias! -Dice mientras lo lleva a su habitación.
Saco mis tanques de oxígeno del refrigerador y los conecto a la mascarilla para ponérmela.
Ya fuera, me dirijo a la escuela a través de este laberinto de techos, casas amontonadas y calles con charcos de aceite a la que conozco como ciudad natal, nunca he ido más a allá de sus anuncios de neón flotantes. Espero poder hacerlo uno de estos días, he oído que hay lugares donde la amenaza de este virus terminado ha y se puede respirar aire limpio sin mascarilla.