Garzones de los restaurantes de la caleta enfrentan la peor crisis de los últimos años
Muchos han tenido que reinventarse para sobrevivir en medio de la cuarentena que mantiene los locales cerrados.
Ramón Rubio es un legendario garzón de San Antonio. Ha trabajado en el 21 Grill, el Millaray, lleva 29 años en el restaurant "Bellamar" y hace ocho, preside el sindicato de garzones de los restaurantes de la Caleta Pacheco Altamirano. Él está con su contrato suspendido, pero tiene colegas que han corrido peor suerte y fueron despedidos. Asegura que muchos ya no pueden con las deudas y han debido reinventarse, mientras que otros ni siquiera califican para recibir algún bono.
"De un total de 200 garzones que trabajábamos en los restoranes de la caleta, apenas quedamos un 15%. Los demás fueron todos finiquitados", revela.
Veranito de san juan
Durante el verano recién pasado, la autoridad sanitaria y el plan Paso a Paso permitieron a los restaurantes abrir durante enero y mediados de febrero, para volver a cerrar hasta ahora.
"Con lo poco que trabajamos, al menos yo ahorré y no he tenido problemas, pero mi caso es distinto porque mis hijos son independientes, a diferencia de colegas que tienen una familia que mantener, lo que los ha obligado a reinventarse vendiendo ceviches, queques, pan o verdura en su casa para solventarse porque están viviendo una crítica situación", asegura Ramón Rubio.
Los garzones que aún tienen contrato están esperanzados en que se termine la cuarentena para, por lo menos, trabajar atendiendo en la vereda o las terrazas, como exige la ley en fase 2. "Aunque no es más del 10% del total de mesas que se permite, necesitamos trabajar, ya que ninguna familia resiste tanto tiempo sin ingresos", recalca.
Gastos básicos
Por su parte, Verónica Silva, garzona del restaurante El Pescador, se acogió a la Ley de Protección del Empleo y recibe un sueldo mínimo. Vive con su pareja y su hija en una toma, detrás del sector Vista Hermosa en Bellavista.
"Hasta cuando empezó la pandemia nosotros pagábamos arriendo, luego cerraron los restaurantes y vimos que esto no se veía bien conociendo la experiencia de países europeos. Junto a otros tres colegas que estaban en la misma situación, decidimos entregar las casas donde vivíamos y tomarnos un terreno porque sentimos que era lo único que podíamos hacer", señala.
Verónica agrega que "me atrevería a decir que el 90% de los garzones paga arriendo. Sé de otros cinco colegas que también tuvieron que dejar su casa y tomarse un terreno para armar algo propio con los pocos recursos que tienen".
"Mi pareja trabaja en otro restaurant, en la cocina, por lo que está igual que yo, recibiendo lo mínimo. La mayoría fue despedida y se las arreglan vendiendo empanadas, sándwich y café; otros trabajan en la feria vendiendo cargadores de celulares, herramientas y también en construcción. Se vieron obligados a reinventarse", afirma.
Emprendedor
John Gamboa Meza es garzón del restaurant "La Jovita" y junto a su pareja, Cecilia Pezoa, ha logrado mantenerse económicamente a través de la venta de colaciones en Bellavista Holanda, el sector donde viven.
"No ha sido fácil porque muchos están en la misma, todos vendiendo distintas cosas para poder mantenerse. En mi caso lo bueno es que tengo buen empleador y mi pareja es ordenada. Llevamos casi un año y medio en pandemia, hemos trabajado lo mínimo, por lo que lo único que nos quedaba era emprender, aunque solo alcance para lo mínimo, para darnos vuelta", manifiesta.
Agrega que "todos mis colegas están en la misma, complicados porque las propinas no eran malas, hacíamos un sueldo más con lo que dejaban los clientes. El cierre de los restaurantes es algo que nos afecta a todos, no solo a los garzones, a todo el rubro gastronómico en general".
Restaurantes
Carlos Ubilla, presidente de la Asociación de Dueños de Restaurantes de la Caleta Pacheco Altamirano y dueño de "La Jovita", reafirma que el rubro gastronómico en su conjunto se ha visto gravemente afectado.
"Tratamos de hacer delivery pero los intentos fueron infructuosos porque el grueso de los clientes viene de Santiago y, en cuarentena no tenemos nada que hacer", dijo, junto con confirmar que el rubro de los garzones se ha visto fuertemente golpeado con el despido de gran cantidad de trabajadores.
"Este año pudimos abrir entre enero y la quincena de febrero, nada más, por lo que muchos no alcanzaron a reunir muchos recursos. Además, con la posibilidad de atender en el exterior, el volumen bajó de 40 a cuatro mesas. Nos ha afectado a todos la pandemia, pero los garzones son los más débiles de la cadena", manifestó el empresario.
"Hay colegas que tienen una familia que mantener, lo que los ha obligado a reinventarse vendiendo ceviches, queques, pan o verdura en su casa para solventarse",
Ramón Rubio
"Junto a otros tres colegas que estaban en la misma situación, decidimos entregar las casas donde vivíamos y tomarnos un terreno",
Verónica Silva
200 garzones trabajaban en los restaurantes de la caleta antes de la pandemia. Hoy apenas queda un 15%.