Comerciantes conquistan el paladar con sus ricas empanadas y sopaipillas
Andrea González llegó hace un año a El Tabo tras alejarse de su familia. Decidió, junto a su pareja Cristofer Jiménez, partir de cero y hoy con mucho orgullo ve cómo la vida nuevamente le sonríe.
La historia de Andrea González está marcada por el esfuerzo. Hace más de un año y por problemas familiares decidió alejarse de Santiago y empezar una nueva vida en El Tabo.
Su arribo a la comuna tampoco fue como lo había imaginado, pero las ganas de salir adelante y de torcerle la mano al destino, la llevaron a dar la pelea junto a su pareja Cristofer Jiménez y su hijo de siete años.
A los pocos días de haber llegado al litoral, Andrea recibió una noticia muy dolorosa: su padre había fallecido a causa del covid.
"El año pasado perdí a mi papá por covid, y mi madre estuvo dos meses en coma inducido a causa de lo mismo. Pensamos que ella también se iría, pero gracias a Dios hoy está con nosotros. La muerte de mi papá fue un dolor tan fuerte que no se lo doy a nadie", comenta Andrea.
Puro esfuerzo
A pesar del dolor, la comerciante estaba decidida a salir adelante, pero no tenía cómo echar a andar su negocio. Sin dudarlo, comenzó a pedir ayuda a través de las redes sociales para intentar conseguir los insumos que le permitieran partir con su carrito de venta de sopaipillas y empanadas.
"A mi gordo le daba vergüenza pedir, pero yo le decía que mi papá me enseñó que solo hay que tener vergüenza para robar. Ese día el teléfono no paró de sonar. Fuimos hasta a Algarrobo a buscar las cositas que nos regalaron y así partimos", recuerda.
Andrea y Cristofer Jiménez se ubican en avenida Armando Celis con El Pangue, los martes y jueves, los días que se instala la feria de El Tabo.
Picá de los tíos
"La Picá de los Tíos" se ha convertido en una parada obligada para los vecinos que acuden a hacer sus compras y quienes viven en las cercanías.
"Nos levantamos a las cinco de la mañana a preparar todo. Primero hacemos las sopaipillas y después las masas de las empanadas. Pasadas las diez llegamos a la feria con todo recién hecho y fresquito y estamos hasta las 15 horas. Todos nos conocen e incluso tenemos sobrinos de hasta 90 años (ríe)", relata con gracia.
Con más de 30 tipos de empanadas en su carta, la pareja de comerciantes hoy se llena de orgullo al ver cómo se han ido ganando el corazón de los tabinos y conquistando su paladar con sus exquisitas preparaciones.
"Los vecinos están contentos con nosotros porque somos un bien común. Tenemos limpio el lugar donde nos ubicamos y no dejamos que nadie se acerque a botar basura. A veces hemos salido con un escobillón a echar a la gente que se acerca a botar algo", afirma entre risas.
Andrea destaca que "nuestros productos son frescos y le damos la facilidad a la gente de comprar algo rico ya que la feria está bien retirada del centro y en este sector vive mucha gente. Somos una picá y todo está hecho con harto amor y cariño".
El año pasado dejó huellas imborrables en la vida de la comerciante, pero hoy mira con mucho orgullo todo lo que ha logrado conseguir en tan poco tiempo. "Mi vida no ha sido fácil. Desde los 16 años que debo convivir con una maldita diabetes, perdí un hijo antes de que naciera, mi Cri Cri (como llama cariñosamente a su hijo), y el año pasado murió mi papá. Lo pasé muy mal, no tenía ganas de nada, pero ahora mi vida ha cambiado y estoy contenta. Tenemos nuestro carrito y nuestra casa, que conseguimos con harto trabajo", dice con orgullo.
Andrea se siente en un edén y eso la tiene aún más contenta. "Abro la puerta de mi casa y veo el mar, qué más puedo pedir".
"Con Cristofer nos hemos sacado la cresta y hemos apechugado solitos por eso estamos contentos junto a nuestro Cri Cri, pero también estoy agradecida de mis vecinos porque muchos nos ayudaron cuando no teníamos nada. Esas personas han sido nuestros ángeles", valora.
"El año pasado perdí a mi papá por covid y mi madre estuvo dos meses en coma inducido a causa de lo mismo. Pensamos que ella también se iría, pero gracias a Dios hoy está con nosotros",
Andrea González,, comerciante
5:00 de la madrugada se lenvantan Andrea González y su pareja para hacer la masa de las empanadas y sopaipillas que luego venden cerca de la feria.