El cariñoso e íntimo adiós que le dieron los ciclistas al ermitaño del fundo de Llolleo
Nicanor Henríquez fue encontrado muerto el viernes en los cerros que eligió para vivir hace casi 50 años. Ayer fue despedido en el cementerio Parroquial.
La tarde del viernes pasado el cuerpo sin vida de Nicanor Alcides Henríquez Molina, de 92 años, según el Registro Civil, fue encontrado en un predio del sector El Piñeo -hacia el interior del fundo de Llolleo-, donde el hombre había decidido refugiarse como ermitaño hace casi medio siglo.
Y es que si bien el registro oficial dice que don Nicanor tenía 92 años, él mismo siempre dijo que su edad real era 97, pues habría sido inscrito alrededor de los cinco años, en lo que era una práctica muy frecuente a principios del siglo pasado.
Una leyenda
De su vida se conoce muy poco. Solo se sabe que fue cuidador de una casa patronal en el fundo de Llolleo, donde cultivó el oficio de carbonero y que tras quedar sin empleo alrededor de sus 50 años de vida, tomó la decisión de quedarse a vivir en medio de los mismos cerros que a esas alturas ya se sabía de memoria. Fue en esa decisión donde nació la leyenda.
Por décadas Nicanor Henríquez, el ermitaño del fundo, cultivó una vida apegada a los pocos recursos que le proveyó la naturaleza para subsistir, con unos pocos animales de corral y con una bondad y buena voluntad que lo convirtieron en un hombre poco convencional.
Fue así como el ermitaño forjó amistad con los trabajadores de los fundos, los caminantes ocasionales de los bosques y cerros al oriente de San Antonio y especialmente con los ciclistas de montaña que hicieron suyas las rutas hacia el interior del fundo de Llolleo.
De hecho, sus funerales fueron costeados por los propietarios de un predio que se dedica al cultivo de frutillas, vecino a los dominios del ermitaño, y su despedida fue organizada por los mismos ciclistas que durante años lo reconocieron como el gentil guardián de sus rutas.
Fueron ellos los que acompañaron el último recorrido del ermitaño por las calles de San Antonio rumbo al cementerio Parroquial, donde Nicanor Henríquez Molina fue inhumado ayer.
En ese trayecto participó el ciclista Oscar Castrelo, del team "Castrelobike", quien afirmó que "en realidad don Nicanor para nosotros era un ícono en los lugares del cerro donde nosotros hacemos nuestras actividades de ciclismo. Era como un espíritu ancestral de esos lugares porque continuamente conversábamos con él, había una interacción permanente".
Según Castrelo, don Nicanor "era un personaje muy entretenido, aparte que era un hombre muy cariñoso, de buen humor, con buenas palabras enseñaba lo que sabía; entonces era una persona que compartía mucho con nosotros y por eso nos dolió tanto su partida. Es como si se hubiera muerto un abuelo de uno".
En los cerros
Sobre la decisión de quedarse a vivir como un ermitaño, Castrelo comentó que "siempre supimos que esa fue una opción de vida que él tomó por su cuenta, don Nicanor eligió quedarse a vivir en ese lugar donde a muchos a lo mejor les da miedo entrar de día; él lo hizo su hogar, hizo del cerro su casa".
Amigo en la ruta
Desde hace más de dos décadas el "Ermitaño de Llolleo" cultivó amistad con los ciclistas sanantoninos que cada fin de semana surcan los cerros en sus bicicletas.
"Toda la vida lo vimos ahí en su espacio, en concomitancia con la naturaleza. Era todo un personaje, muy bondadoso y amable, supo ganarse el cariño de quienes tuvimos la suerte de conocerlo y por eso mismo hoy hemos venido a despedirlo con mucho cariño", recordó Oscar Castrelo, visiblemente emocionado.
Justo antes de entrar al cementerio, montado en su bicicleta, Oscar Castrelo dijo a nombre de sus colegas ciclista que a Nicanor Henríquez "lo vamos a extrañar mucho en nuestra ruta, pero creemos que igual se nos va a aparecer por ahí, tenemos fe en eso".
"Lo vamos a extrañar mucho en nuestra ruta, pero creemos que igual se nos va a aparecer por ahí, tenemos fe en eso",
Oscar Castrelo
92 años tenía, según el Registro Civil, Nicanor Henríquez. Él aseguraba que sumaba cinco más.