La larga aventura a caballo de un emprendedor de alma campesina
Patricio Mella es el dueño del Centro Ecuestre Equinovida, donde realiza equinoterapia para niños y concreta su sueño más importante: dedicar su vida a los caballos.
Por muchos años, Patricio Mella Velásquez (38) y "Mulato", el caballo de su abuela, fueron uno solo recorriendo los caminos del fundo donde se crió en la localidad rural de San Guillermo, en la comuna de Santo Domingo. Por eso, cuando se vino a estudiar a San Antonio, forjó una importante meta.
"Tuve que dejar mi hogar y venirme a vivir con mis abuelos a San Antonio. Desde ahí me quedaron las ganas de tener caballos, siempre fue mi objetivo principal y trabajé mucho para eso, y a los 30 años logré tener mi primer caballo. Recuperé el caballo de mi abuela, "Mulato", que fue mi mejor amigo de infancia. Lo compré cuando ya estaba viejito para poder enterrarlo y murió conmigo", revela el dueño del Centro Ecuestre Equinovida.
En esos largos años en que cursó la educación básica en la Escuela España y luego la media en la Escuela Industrial de San Antonio (Eisa), Patricio no dejó de extrañar el campo.
"Es una experiencia difícil dejar el hogar. No pasar parte de la infancia y toda la adolescencia con los papás es complejo. Antiguamente, eran los años 90, uno caminaba o recorría a caballo los siete kilómetros desde San Guillermo a San Enrique para tomar el bus hacia San Antonio, con lluvia o sin lluvia, como fuera. Era mucho más difícil para los que nos tocó esa época", expresa.
Jardinero
Patricio, que es el mayor de tres hermanos, comenzó a trabajar desde los 8 años en las labores del fundo y cuando ingresó a la Eisa, donde estudio electrónica, siguió haciéndolo para costear sus estudios.
"Éramos repobres en realidad, creo que una de las familias más pobres del fundo. Justo nos tocó el tiempo en que empezó la parcelación y el fundo se dividió, entonces hubo escasez de trabajo y mi papá ya no tenía un sueldo fijo, era muy difícil. Mis papás me dijeron que podía llegar a estudiar hasta 7° y 8° básico, y si después de eso quería sacar la media, tenía que hacerme cargo yo", recuerda.
Con ganas de continuar sus estudios, consiguió trabajo como jardinero en Santo Domingo, con lo que se pagaba las mensualidades de la escuela. Primero trabajaba solo los veranos y luego le dejaron un jardín a cargo durante el año. "Con eso me pagaba los pasajes y sobrevivía. Además de la ayuda de los familiares, viví con mi abuela y con unos tíos y, por eso, me siento agradecido de ellos".
"En el campo uno siempre tiene claro que para sobrevivir hay que trabajar nomás. Además, yo siempre tuve una mochila cargada de sueños, de ser alguien en la vida", manifiesta.
Alcanzando sueños
Luego de cinco años trabajando en Contopsa, en 2008 emprendió por primera vez con Parmev, una empresa de reparación de equipos de frío y generadores, que le permitió convertir en realidad su sueño de adolescencia: "Gracias a eso logré tener una parcela y de ahí comprar los caballos".
- ¿Siempre tuvo la necesidad de reencontrarse con el campo?
-Siempre sentía en las tardes, y esto pocas veces lo cuento, que algo me faltaba. Y cuando logramos traer los caballos el 2014 y empecé a salir en las tardes me di cuenta que eso era lo que realmente me faltó todo ese tiempo. Era una especie de depresión que me venía por las tardes, porque en el campo lo típico era andar a caballo, salías del colegio y cuando te mandaban a hacer cualquier cosa ibas a caballo. Eso ahora se lo estoy transmitiendo a mis hijos, Facundo y Maite, ellos también andan a caballo, y viven y disfrutan la vida de campo.
Equinovida
Luego de acompañar en sus últimos días de vida a "Mulato, Patricio adquirió otros caballos y, junto a su esposa Viviana Martínez Abarca, decidió en 2017 abrir el Centro Ecuestre Equinovida, ubicado en su parcela de San Juan. La misión de este espacio es que niños con trastorno del espectro autista (TEA) y con problemas de salud mental, como depresión, puedan mejorar su calidad de vida por medio del caballo.
- ¿Cómo cambió su percepción al descubrir la equinoterapia?
-Cuando uno trabaja como empleado o independiente en una empresa que no hace un trabajo social, uno lo hace, generalmente, por dinero: para tener vacaciones una vez al año, para tener propiedades o no sé, cosas que uno quería para su vida. Pero cuando logramos tener Equinovida y ver que a los dos o tres meses había resultados en los niños y que los papás se sentían bien y felices, todo eso pasó a un segundo plano.
Según Patricio, "me da mucha satisfacción sentarme un sábado en tu casa y saber que muchos niños y familias van mejorando su calidad de vida. Muchos papás nos llaman para darnos las gracias por niños que a lo mejor no hablaban y ahora hablan, que se pueden desarrollar socialmente, que los pueden llevar a un mall, cosas que uno ve tan chicas y tan cotidianas, pero no es así para algunos. En este trabajo el pago en lo humano es lo que nos llena".
Nueva lucha
Este fuerte sentimiento lo convenció a él y a su esposa para dar un nuevo paso. "Siempre mi idea fue dedicarme solamente a los caballos y el año pasado por fin estábamos trabajando completamente en el centro, pero partió la pandemia y tuve que retomar mi otra empresa. Emocionalmente fue súper fuerte, porque cuando uno logra su sueño, y ve que lo que está haciendo es lindo y que está aportando para la comunidad y muchos niños de la zona, tener que dejarlo parado cuesta mucho", sostiene.
Con la llegada del covid-19, los convenios que había establecido con municipios de la zona se paralizaron, lo que evidentemente los afectó en lo económico. "Al principio de la pandemia gracias a familiares pudimos mantener el centro, que lo tuvimos cerrado prácticamente un año. Nosotros tenemos ocho caballos y ha sido súper difícil. En este momento la lucha es no cerrar".
-¿Ustedes pueden seguir trabajando con cuarentena?
-Nosotros, cumpliendo con los aforos, tenemos los permisos para funcionar, porque los niños que vienen acá tienen algún tipo de diagnóstico y, por eso, pueden tomar uno o dos permisos en la semana para sus actividades.
Actualmente, atienden solo a niños con condición del espectro autista o algún otro diagnóstico. Para conocer el trabajo que realizan, se les puede contactar a través de su Instagram o Facebook (Equinovida Centro Ecuestre), o llamando al +56 9 6844 9395. Respecto a los costos, explica que "la primera vez los papás vienen a conocer y ver cómo funciona el centro. Eso es gratis, y después se llega a un acuerdo con ellos".
Otro golpe emocional que les tocó vivir durante este año fue la partida de "Pihual", un caballo que estuvo con decenas de niños en sus tratamientos durante los primeros años del centro. "Hace poco más de un mes se murió el caballo insigne del centro, el "Pihual", que fue el caballo con el que comenzamos la equinoterapia. Estuvimos súper tristes", revela.
Dar alas
A pesar de las dificultades y perdidas del último año, Patricio sigue firme con la misión de Equinovida. "El objetivo es no cerrar", sostiene convencido del rol social de este espacio, donde ha visto casos que han tocado su corazón.
"Tuvimos el caso de un adolescente que no compartía nada con su familia, ni el almuerzo, y en su último día de equinoterapia llegó el papá a darnos las gracias, porque ahora su hijo trabajaba con él, se sentaba a la mesa, compartía, conversaba y veía fútbol con él, y eso era lo que siempre había soñado. Como papá lo que uno siempre desea es estar así con su hijo, tener esa comunicación. Eso me ha marcado harto, tal vez como yo venía del campo y no tuve esa adolescencia con mi papá, puede ser por eso", reflexiona.
-¿Ese joven tenía la condición del espectro autista?
-Sí, y a causa de eso le hacían bullying en el colegio. En el recreo no se juntaba con nadie, se dejaba el pelo largo hacia adelante para que no le vieran los ojos y usaba un cuello, porque mientras menos gente lo viera era mejor para él. Después de largos meses de terapia, llegó con su pelo corto, ya no existía el mechón ni el cuello y andaba con su frente en alto, y todo eso gracias al caballo. Lo mismo que me pasó a mí cuando tenía mi caballo; era él el que me daba las alas para enfrentar la vida.