La ingeniera que emprendió tras sanar sus propios dolores
Luego de un grave accidente ocurrido en 2018, Javiera Valdés debió recurrir a terapia kinesiológica para tratar una fractura de cadera. Con la pandemia, se vio obligada a buscar medios alternativos para calmar sus dolencias.
En 2018 Javiera Valdés Abarca (30) sufrió un accidente carretero que la hizo replantearse muchas cosas acerca de cómo llevaba su vida.
Producto de este hecho, la joven nacida en Antofagasta, junto a su hijo de ahora 12 años, se vio obligada a seguir un largo tratamiento kinesiológico.
"Fue un choque en bus en Santo Domingo, que nos dejó con varias secuelas por decirlo de alguna forma, más a mí que a mi hijo. Una de las lesiones más grave que sufrí y que ha perdurado en el tiempo es la fractura de mi cadera", cuenta Javiera.
Terapias
La recuperación de su cadera ha demorado más de lo que ella hubiese deseado y le significó intensos dolores que trataba de aplacar con sus terapias kinesiológicas.
"Nunca pensé que me enfrentaría a algo así o que esto perduraría tanto tiempo. Finalmente, esta lesión me acompañará toda la vida y por eso mismo no me podía desligar de las terapias como pasa con una lesión normal", asegura.
-¿Pensó que sería menos el tiempo de recuperación?
-Las fracturas en la cadera siempre son complicadas y eso gatilla que uno tiene que estar constantemente recibiendo atención. Quizás yo también pensé en su momento que en un par de meses estaría bien, pero después los dolores me demostraron que no sería así.
-¿Su hijo también sufrió lesiones en el accidente?
-Algunas, pero afortunadamente no fueron cosas serias ni tuvo secuelas como en mi caso. Él estuvo mucho menos tiempo que yo en terapia y quedó muy bien, solo yo sufrí algo un poco más severo.
Pese a sus esfuerzos, Javiera nunca ha podido eliminar los intensos dolores que la aquejan periódicamente. Por eso, comenzó a buscar por sus propios medios nuevas alternativas para mitigarlos.
Al litoral central
Hace 20 años y debido a los proyectos de sus padres, la familia de Javiera Valdés dejó su casa en Antofagasta y se vino a vivir a Santo Domingo. Ella tenía apenas 10 años y confiesa que toda su niñez y adolescencia se desarrolló entre la comuna parque y San Antonio.
"Estudié en el colegio Nueva Providencia y después, cuando salí de cuarto medio, me fui aValparaíso para estudiar una carrera profesional, pero yo fui de esas personas que nunca se desligaron de la zona", detalla.
-¿Por qué?
-Lo que pasa es que fui madre joven, entonces, mi vida en ese momento se basó mucho entre la crianza y los estudios universitarios, porque sabía que tenía que estudiar para ofrecerle un futuro estable a mi hijo.
-¿Piensas que las cosas quizás pudieron haber sido de otra forma para ti?
-Nunca me he planteado de qué otra forma sería mi vida. Las cosas pasan por algo y yo tengo que agradecer que al menos estoy viva después de ese accidente automovilístico, y que pese a los dolores, puedo disfrutar mi vida y a mi hijo.
Javiera es ingeniera civil química y asegura que hoy está agradecida del lugar donde ha podido crecer y desarrollarse como persona. "Aquí es súper tranquilo y me alegra poder darle esa tranquilidad también a mi hijo. Quizás si no nos hubiéramos venido de Antofagasta con mi familia, nunca habría disfrutado de las bondades de esta zona, que sin duda me ha aportado muchas cosas".
Pandemia
Con el paso del tiempo y luego de convertirse en profesional, Javiera encontró empleo en la zona, por lo que pudo seguir viviendo en Santo Domingo. Además, después del accidente, tenía las terapias cerca. "Pero las cosas cambiaron con la pandemia. Muchos rubros comenzaron a no ser tan necesarios y los empleos se fueron haciendo menos vitales, por decirlo de alguna forma. Eso me pasó a mí con mi trabajo, hubo que despedir gente y entre ellas estuve yo".
-¿Qué pasó por tu cabeza en ese momento?
-En general uno de inmediato piensa qué va a hacer, porque tienes una vida, un hijo y cuentas que pagar, entre otras cosas. Afortunadamente, yo creo que me mantuve firme.
En medio de ese panorama, la emergencia sanitaria también implicó la interrupción de sus terapias kinésicas por el miedo a un contagio de coronavirus. "Al poco tiempo comencé a sentir intensos dolores y ahí empecé a pensar cómo lo podía hacer para aliviar esas dolencias".
Nuevas formas
En el baile y también en su profesión, Javiera encontró una alternativa para ir apaciguando sus dolores. A su juicio, un factor que resultó de gran ayuda fueron sus ganas por adquirir nuevos conocimientos y por concretar los proyectos que se había trazado.
"Después del despido no me eché a morir, porque ya venía con la pequeña idea de tener algo propio. Hace un tiempo me venía picando el bichito del emprendimiento, pero nunca lo pensé mucho, por el simple hecho de tener un trabajo estable", sostiene.
Luego de semanas de investigación, encontró una receta para elaborar un fitopreparado que la podía ayudar con sus dolores de cadera y que podía complementar con el baile, que le estaba sirviendo mucho en su proceso de rehabilitación.
"Los fitopreparados se hacen con plantas o productos herbales para tratar una patología. Uno tiene que ir estudiando cada planta para ir armando algo que nos sirva. Eso hice y al poco tiempo tenía un preparado que fue como mi salvación", explica la ingeniera.
Al principio, los preparados eran para su uso personal, pero con el paso del tiempo se fue dando cuenta que sus amigos y cercanos también sentían dolores. Ahí se percató que ella podía tener la solución en sus manos.
-¿Le seguía picando el bichito de emprender?
-De todas maneras y yo creo que fue ahí cuando todo este emprendimiento toma más fuerza, cuando me di cuenta de todo lo que podía ayudar al resto. Como tenía el dinero del finiquito, invertí para comenzar a crear preparados y venderlos.
En febrero de este año, la ingeniera se planteó la idea de forma más concreta y en mayo comenzó con su tienda Fitoluna, que tiene su principal movimiento a través de Instagram.
"Poco a poco fui incorporando más preparados y otros productos, porque la gente me los pedía. Ha sido un orgullo y una gran alegría, porque los clientes me cuentan lo bien que le han hecho mis productos. Eso me llena y me impulsa a ir por más", manifiesta con la esperanza de seguir avanzando en este camino independiente.
Actualmente, esta emprendedora ofrece en Fitoluna productos de cuidado facial, capilar y corporal, además de preparados pensados en la sanación de distintas dolencias o patologías. "Cuando me falta algo, porque muchas de las plantas y hierbas que uso se dan en mi casa en Santo Domingo, lo consigo comprando a otros emprendedores, porque nos apoyamos entre todos", puntualiza.
"Nunca pensé que me enfrentaría a algo así o que esto perduraría tanto. Finalmente, esta una lesión me acompañará toda la vida y por eso mismo no me podía desligar de las terapias",
Javiera Valdés
"Fui madre joven, entonces mi vida en ese momento se basó mucho entre la crianza y los estudios universitarios, porque sabía que tenía que estudiar para ofrecerle un futuro estable a mi hijo",
Javiera Valdés
"Las cosas pasan por algo y yo tengo que agradecer que al menos estoy viva después de ese accidente automovilístico, y que pese a los dolores, puedo disfrutar mi vida y a mi hijo",
Javiera Valdés