El joven pintor que eligió Las Cruces para encauzar su trabajo como artista
Aníbal Ellado siempre quiso estudiar pintura y luchó para lograrlo. Cuando lo cumplió, se maravilló con el mundo del teatro, donde trabajó arduamente por muchos años como realizador teatral. Luego de un tiempo, decidió hacer un cambio radical para reencontrarse con su pintura y recobrar el sentido de su arte. Fue así como llegó al Litoral Central.
Aníbal Ellado Soto tiene 34 años y es artista. Sus padres son del sur, específicamente de Victoria, y llegaron a Santiago cuando eran jóvenes buscando mejores oportunidades laborales.
Él cuenta que tiene tres hermanos y una hermana. "Nuestra vida de niños fue de muchos arriendos por muchos lados, fue pobre. Éramos una familia grande en una casa chica y eso te marca harto", confiesa con honestidad.
Por el hecho de no tener suficiente dinero Aníbal y su familia vivieron en muchos lugares, principalmente arrendando piezas. Y luego de algunos años llegaron a vivir a Maipú, a la villa Santa Inés. Según sus propias palabras, él creció en un barrio marginal en la periferia de la ciudad.
Como muchos de sus vecinos y como sus hermanos, Aníbal estudió en un colegio en la misma comuna de Maipú. "No pescaba mucho, dibujaba todo el rato. Y una profe le dijo a mi madre que existía un colegio experimental artístico que enseñaba cinco ramas: artes visuales, danza, teatro, música y folclore y me fui pa allá", recuerda.
En octavo básico llegó a ese colegio experimental. El cambio fue radical. En su memoria tiene las imágenes de que todo el mundo usaba pelo largo, aros y tatuajes. Y por otro lado, en su primer colegio había 45 alumnos por sala y en este solo 16.
-¿Cómo fue tu experiencia en ese colegio?
-Fue bacán porque pude hacer grabado, orfebrería, cerámica, pintura y había profes buenos, reconocidos. Además, te daban todos los materiales. Es un semillero del arte en Chile para personas de bajos recursos.
Camino de búsqueda
Cuando salió del colegio Aníbal lo único que pensaba era que quería estudiar pintura. "Solo quería eso, nunca pensé en otra cosa", admite. Pero su padre siempre le inculcó que tuviese un oficio para que no pasara por malas experiencias como las que él había vivido.
Buscando la mejor opción, Aníbal ingresó a la Universidad de Chile a un programa llamado Ciclo Básico, que consiste en hacer durante dos años cuatro ramos de arte. "Después de eso puedes entrar con la PSU a la misma universidad a estudiar la carrera".
-¿Cómo fue entrar a la universidad a estudiar lo que querías?
-Fue otro cambio. Me encontré con que el arte era más de la elite. Que en los colegios buenos había buenos talleres de arte, que tenías más ventaja si podías pagar un taller extraprogramático de buena calidad. Por eso el primer año iba a la clase y me iba. No quería compartir con nadie, sentía que no era mi lugar. Con el tiempo eso cambió y valoré a la gente por lo que eran nomás y no por sus lucas.
Finalmente, Aníbal logró estudiar Licenciatura en Arte con mención en pintura. Cuando estaba en tercer año llegaron a la facultad a buscar gente para pintar telones para la escenografía de la película "Violeta" y Aníbal dijo que sí.
"A la persona con que trabajé le gustó como lo hice y me quedé trabajando con ella durante toda la universidad como realizador escenográfico. Como mi papá me decía que me iba a costar tener pega, agarré todo lo que podía".
Mundos paralelos
"Shino", como le dicen sus amigos, siempre fue bien callejero. Deambulaba en la población y le encantaba andar en skate. Recuerda que cuando estaba en la universidad vivió muchos paros y uno de ellos duró cuatro meses. Aburrido, empezó a pensar en qué se podía entretener y llegó al graffiti.
-¿Qué pintabas en la calle?
-En la universidad yo pintaba figuras humanas, caballete súper tradicional pero en el graffiti hacía caricaturas. Un amigo hacía letras y yo el mono. A veces pintábamos en un día, en una hora o una semana. Fue raro porque en toda la universidad no pude asociar los dos trabajos. Yo vinculaba la universidad con lo tradicional y me gustaba mantener separados esos dos mundos. Era muy purista en ese sentido.
Cuando salió de la universidad se enfrentó a otro escenario que trajo consigo más cambios. "Me llamaban una vez cada tres meses por trabajo y tenía pega por tres semanas, pero el resto no. Entonces empecé a buscar talleres para aprender un oficio y tener más independencia".
Por el teatro
Finalmente optó por seguir ligado al mundo del teatro pero esta vez no sólo como pintor sino que mezclando los distintos oficios que había aprendido. Fue parte del equipo de arte de 31 Minutos en Aplapac.
Con el tiempo "Shino" descubrió que le gustaba hacer escenografías, y no solo pintar. Estuvo seis años en el teatro en un centro de artes escénicas llamado Espacio Checoeslovaquia. Ahí fue jefe de taller durante dos años. En ese momento tomó mayores responsabilidades porque tuvo que trabajar con equipos más grandes y liderando varios proyectos a la vez. Con el paso del tiempo y la alta carga laboral fue perdiendo interés y motivación pero siempre tuvo claro que esa experiencia lo enriqueció profesional y humanamente.
-¿Qué hiciste en ese momento?
-Mi compañera también estaba con varios procesos internos. Teníamos unos ahorros y nos fuimos a viajar por seis meses fuera de Chile. Ese viaje nos hizo salir de la máquina. No trabajamos ni un día pero todo era austero. Dormíamos en alfombras de casas de amigos para ahorrar y ese viaje fue bacán, la plata que teníamos era para entrar a los museos básicamente. Queríamos reconectarnos con nosotros mismos y darnos un tiempo para pensar qué queríamos y cómo hacerlo, para poner en pausa la vida. En particular para mí me hizo sentir la necesidad de volver a pintar y darme un espacio personal de creación sin ningún tipo de pretensión. Estaba la posibilidad de venirnos a vivir a la playa y en el último tramo del viaje tomamos la decisión de dejar Santiago.
Encontrándose
Llegaron a Las Cruces en 2018. No tenían trabajo. El foco al principio era arreglar la casa donde vivirían. Al mes su pareja encontró trabajo en el Centro Cultural de San Antonio como gestora cultural.
"Fue bacán porque con eso ya teníamos un sueldo. Para mí fue fuerte porque me quedé solo en la casa y no conocía a nadie. Conversé con la Cami, me dijo qué quería hacer y yo le dije que pintar. Me armé un taller y me puse a pintar. Apañando como compañero, igual haciendo cosas de la casa", explica.
Con mucha autodisciplina, luego de tres meses de trabajo empezó a postular a fondos. Todos los años se ha adjudicado alguno, lo que le ha permitido seguir pintando.
-¿Cómo definirías tu pintura hoy?
-En la búsqueda que estoy ahora quiero unir el graffiti con la pintura de caballete. Por ejemplo pintar con pintura de baja calidad como se hace en la calle. Mi trabajo era de mi territorio y llegué acá y era súper tranquilo. Yo pintaba realidad dura y me sentí perdido. Pero empecé a recorrer y a conocer gente y conocí las tomas de Las Loicas y encontré el sentido. Hago pintura figurativa y me interesa la sensación que causa mi pintura.
-¿En qué proyecto estás actualmente?
-Estoy desarrollando un proyecto llamado "Habitar el borde" que consiste en la creación de una serie de pinturas y dibujos de mediano formato, que a través del lenguaje pictórico pretende abordar la problemática del habitar en la precariedad. Esto en el contexto de la crisis habitacional local que ha obligado a cientos de familias a vivir en la marginalidad. Todo esto a partir de un proceso de investigación personal previo que me ha permitido trabajar con estas temáticas en mis obras anteriores. Quiero construir imágenes que permitan representar y reflexionar en torno a las estéticas, imaginarios y atmósferas de lugares como las tomas de terreno y campamentos ubicados en las comunas de San Antonio y Cartagena. Esto se construye a partir de un registro de fotografías personales donde luego se hacen bocetos que permiten trabajar en la composición de la pintura. Posterior a eso, se prueba el material (óleo y aerosol sobre tela) y se inicia el proceso de creación.
Tomando en cuenta la gran cantidad de oficios que ha aprendido durante su vida, Aníbal instaló paralelamente un taller de muebles (@lof.taller en Instagram) en su casa porque quería tener otro ingreso y ahorrar, pero siempre realizando algo que le hiciera sentido en su vida.
Hoy divide su tiempo entre estas dos labores que lo tienen contento y en una búsqueda constante en Las Cruces, que define como su hogar.
"En la universidad yo pintaba figuras humanas, caballete súper tradicional pero en el graffiti hacía caricaturas. Un amigo hacía letras y yo el mono",
Aníbal Ellado
"Mi trabajo era de mi territorio y llegué acá y era súper tranquilo. Yo pintaba realidad dura y me sentí perdido",
Aníbal Ellado