La lucha de una familia llolleína por saber la verdad tras muerte de su bebé
Padres y abuelo de guagüita que falleció a los 45 días de vida presentaron querella y demanda en contra de médicos del Hospital Clínico de la UC. Formalizaron a dos facultativos.
Después de tres años, un matrimonio de Llolleo espera saber qué ocurrió con su hijo que con solo 45 días de vida falleció en el Hospital Clínico de la UC, en la Región Metropolitana.
Los padres del pequeño Máximo Augusto, Fernanda González y Matías Atenas, junto al abuelo del bebé, Javier González, dicen que recién ahora se encuentran con la fuerza suficiente para "luchar por saber la verdad".
El caso "estalló" mediáticamente la semana pasada, cuando dos médicos de dicho centro asistencial privado fueron formalizados en Santiago por su presunta responsabilidad en el deceso del lactante, que murió en julio de 2018.
La imputación de cargos se realizó luego de que la familia presentara una querella y demanda contra los profesionales de la salud y la clínica. "Queremos saber la verdad, por qué falleció mi hijo, que reconozcan que ellos no supieron tratarlo", afirma el padre .
Hospitalizado
El angelito pasó gran parte de su corta vida en el Hospital Clínico de la UC. Recién nacido notaron que no quería alimentarse y que no hacía sus deposiciones solo.
"A los días de vida ya había bajado mucho de peso (…). Máximo estaba pesando 2 kilos 600 gramos, bajando más del 15% del peso con que nació, que fueron 3 kilos 100", narró Fernanda, su madre.
Luego de varios exámenes, agrega la mamá, "nos hablan de la enfermedad de Hirschsprung, (que afecta al intestino grueso), que no tenía funciones para evacuar. Nos dicen que es tratable, que requiere de intervención, pero a los 6 meses (…). Le dieron el alta médica con instrucción de que le hiciera una rutina de estimulación con termómetro cada seis horas, yo tenía que ayudarlo a sus deposiciones".
-¿Usted sabía hacer esa estimulación?
-Nadie me dio una indicación, lo hice según yo vi al médico y enfermeras. El médico más joven (de los dos imputados) me dio su correo para hacerle consultas. Le escribí porque hubo días en que las deposiciones eran color rosa y el olor era muy fuerte, con sonido intestinal. Siempre me respondía que no me alarmara.
Al cumplir un mes, Máximo fue a su control. "Yo lo llevaba en el pecho, el médico simplemente lo miró, pero no lo revisó, me dice que está bien y que nos veamos en tres meses para programar la cirugía", recuerda Fernanda.
Sin embargo, esa misma noche, el bebé se agravó. Presentaba vómitos, fiebre y estitiquez, por lo que sus papás regresaron a la UC de urgencia.
"El doctor más joven lo revisa, lo estimula y Máximo defeca, y nos vuelve a decir 'está bien'. Y justo llega el otro doctor, el más mayor, y dice 'este niño no está bien por su color, llévenselo a urgencia'. No se acercó, lo miró desde la puerta y lo dijo", afirma Matías.
Así, el bebé ingresó a la Unidad de Tratamiento Intensivo (UTI) Neonatal. "El día anterior estaba bien, con cita para tres meses más y ahora estaba en urgencia. No entendíamos nada", dice Fernanda.
Tratamientos
La familia de Llolleo cree que desde que su hijo ingresó a la UTI, su estado era de riesgo vital, sin que se les informara, y que "comenzaron a experimental con él".
"No nos decían lo grave que era, le bajaban el perfil (…). Nos dijeron que tenía que entrar a cirugía de inmediato. Ese fue el último día que vimos a Maxito despierto, luego estuvo sedado 10 días. Esa última vez estaba tranquilo, abría sus ojitos, yo rezaba porque no sufriera", expresa Fernanda conmovida.
Y tras la operación, el pequeño fue sometido a un tratamiento con drogas, ya que se pensó que presentaba una enfermedad genética. "Le hicieron un examen de sangre que se envió a Estados Unidos, pero nos dijeron que se podía esperar (el resultado), que empezarían con el tratamiento, que era similar a hacer quimioterapia", explica Matías.
También cuentan que lo conectaron a Ecmo, un respirador mecánico. "Mi hijo seguía luchando. Salió un doctor especializado y nos dice que está bien y nos recalca que era primera vez en Chile que conectaban a un niño por infección a Ecmo, yo quedé en shock", asegura el padre, a lo que el abuelo añade "estaban experimentando con él".
Javier González comenta, además, que en medio de la hospitalización "yo le dije (al doctor) 'entrégame a mi nieto, me lo llevo ahora, dime que no eres capaz de salvarlo', pero me decían 'tranquilo, está bien'. Para mí que sabían que el caso no tenía vuelta y por eso ellos experimentaron".
Con 45 días, Máximo dejó de existir. Los médicos le informaron a la familia que presentaba una necrosis (muerte del tejido) en el intestino y un derrame cerebral, por lo que lo desconectarían. En brazos de su madre ocurrió ese procedimiento, lo que quedó marcado para siempre en la memoria de estos padres.
"Le fueron sacando los cables y al minuto falleció en los brazo de mi señora, fue fuerte, devastador verlo morir", cuenta Matías con la voz entrecortada por el dolor.
Y algo que tampoco podrán olvidar es que el bebé "pesaba y medía el doble por las drogas. Yo les entregué a mi hijo de una manera y me lo devolvieron de otra, era tres o cuatro veces mi hijo", acusa el papá.
-¿Cómo familia qué buscan hoy?
-Matías: Lo que yo quiero es saber la verdad, que reconozcan que ellos no supieron llevar la enfermedad, que pudieron ser más derechos y decir 'llévalo a otro lado porque no tenemos las herramientas, no sabemos'. Nos recalcaban que estaba en la mejor clínica de Chile, con los mejores doctores del país, no salían de eso.
-Mamá: Busco la tranquilidad de saber qué fue lo que hicieron, que reconozcan que se equivocaron, que hubo errores.
La familia relata que gracias a la ayuda de Dios han ido superando la pérdida, camino que hoy recorren junto a su hija Mia, de un año y medio. Además, tienen pensado crear una institución de ayuda a niños en honor a Máximo Augusto.
"Al morir Máximo, yo fui a instalarme todos los días durante un mes afuera de la clínica, me sentaba todo el día a ver si pillaba a los médicos para encáralos, gracias a Dios no los pillé", reflexiona Matías.
-¿Le llegaron los resultados Estados Unidos?
-Decían que no tenía ninguna enfermedad genética. Ahí fue cuando dijimos, "ya, hay que tomar acciones legales".