La mujer que gracias a la costura escapó de un pasado tormentoso
Marcela Abarca confiesa que durante años vivió un infierno en su propio hogar. Cuenta que su exmarido era muy machista y se encargaba de truncarle sus sueños. Luego de varios años, se atrevió y junto a sus dos hijos pequeños dejó su casa con lo puesto. Su salvavidas fue una máquina de coser prestada.
Marcela Abarca Martínez (54 años) lleva un poco más de una década dedicada a la costura. Este oficio le ha permitido sacar adelante a sus hijos y sanarse internamente de heridas muy dolorosas que ha tenido en la vida.
Desde pequeña ha tenido habilidad para coser. Cuenta que cuando niña sus amigas llegaban a su casa y quedaban maravilladas con todo lo que ella confeccionaba. Desde ese entonces tenía la inquietud de reciclar todo aquello que no servía y recolectaba ropa que era dada de baja como pantalones, vestidos y poleras. Con esa tela hacía cojines y cubrecamas que cautivaban a sus amistades.
Recuerda que cuando ya estaba casada, le pidió a su marido que le regalara una máquina de coser para hacer cosas para su casa y así decorarla. Luego tomó un curso de corte y confección pero no le gustó tanto hacer ropa, así que siguió aprendiendo cosas nuevas y tomó un nuevo curso en Santiago, esta vez de decoración.
Cruda realidad
"En ese tiempo mi sueño era poner una tienda de decoración pero mi marido era bastante machista y no quería que yo trabajara fuera de la casa. Nunca me dejó. Me tuve que dedicar a trabajar en su empresa", rememora.
Ella confiesa que durante su matrimonio sufrió mucho, lo pasó mal. "La verdad es que fue una relación muy tortuosa y por eso decidí separarme", cuenta.
-¿Cómo viviste la separación?
- Fue muy difícil. Yo me separé dos veces. La primera estaba con mi hija en la guata y mi hijo tenía siete años. La primera vez intenté buscar trabajo y fue muy complicado, me daban con la puerta en la nariz. Nadie quería contratarme porque muchas personas con las que acudí eran amigos de mi exmarido. Tenía 35 años y no tenía experiencia laboral. El mundo se me vino abajo, no tenía casa porque mi marido me la quitó. Arrendé y no era capaz de pagar y decidí volver.
-¿Y qué pasó después?
-Yo dije tengo que estudiar una forma para poder irme y no pasar necesidades porque mis hijos no merecen eso. Una vez que logré encontrar el norte decidí irme con lo puesto. No saqué nada de mi casa.
El primer mes se refugió en la casa de su mamá. Fue ahí cuando una amiga le prestó una máquina de coser para que ella pudiera retomar su pasión. Sus amigas la ayudaban comprándole las cosas que hacía para que tuviera ingresos.
"Con la máquina de mi amiga hacía todo lo que me pedían: bastas, cierres, etc. Una vez que me fui a vivir sola con mis hijos trabajaba todo el día y toda la noche para poder pagar el arriendo. Gracias a la costura podía sostenerme. Este emprendimiento nació por necesidad", reconoce.
-¿Cómo era vivir con un hombre tan machista?
-Horrible porque uno siempre se posterga por los hijos, por el marido y nunca logra cumplir sus sueños. Eso le pasa a muchas mujeres. Yo trataba de cumplir mis sueños y mi marido me decía que no. Las razones eran muchas, como que yo tenía dinero suficiente y no necesitaba nada. Eso te va disminuyendo como persona y como mujer. Es muy desgastante (se quiebra).
Anhelada tranquilidad
Luego de años tan duros, finalmente Marcela pudo formar su propio hogar con sus dos hijos. Se fueron los fantasmas del pasado y de a poco se empezó a reconstruir internamente.
-¿Cómo se siente ahora?
-Yo vivo tranquila. Lo que uno más tiene que valorar es la tranquilidad. Que ningún hombre o mujer te diga has esto o esto otro, no te pongas esa ropa, no mires para allá. Eso es terrible. Mi tranquilidad es el mayor premio que yo he tenido. No importa si no te vas de vacaciones o si te tienes que esforzar más. La tranquilidad no tiene precio.
-¿Usted cómo se definiría?
-Como una mujer fuerte.
-¿Qué es para usted la maternidad?
-Es un compromiso para toda la vida. Siempre tu crio va a ser tu crio aunque tenga 50 años. Uno tiene que entregarles todo lo que pueda.
Marcela se reencontró con su tranquilidad y luego con el amor. Está en pareja hace varios años y dice que él es un buen hombre, "un siete". Por estos días están pensando en irse a vivir juntos.
El despegue
De a poco se empezó a correr la voz y la clientela le empezó a llegar sola a Marcela. Los pedidos aumentaron y ella se pudo afirmar económicamente.
Con todos los trabajos que le mandaban a hacer le empezó a sobrar mucha tela que no sabía dónde dejar. Como siempre había tenido inquietud por el reciclaje se le ocurrió la idea de hacer pieceras de pachwork que fueron todo un éxito, convirtiéndose en poco tiempo en su producto estrella.
Fueron los mismos clientes que le empezaron a pedir otros productos y así fue ampliando su stock. Hoy en día tiene delantales, cojines para living y terraza, cortinaje, cortinas de baño, entre otros. Todo esto lo pueden encontrar en su Instagram o hacer pedidos especialmente a través del Whatsapp +56992265915.
La vida sorprendió a Marcela de manera muy grata. Se le dio la posibilidad de trabajar en la Municipalidad de San Antonio haciendo talleres de costura a personas con necesidades especiales. Se desempeñó en eso durante seis años y en diciembre de 2021 lo dejó.
-¿Por qué dejó de trabajar en la municipalidad?
-Este año quiero irme hacia otros caminos. Mi sueño es tener mi propia tienda donde yo pueda vender mis telas. Entonces los tiempos no me dan y económicamente lo puedo hacer porque tengo una clientela estable. Además, mi hija cumplió 15 años y ahora me necesita más. Me dio pena dejar el trabajo, se me partió el alma porque son personas que realmente lo necesitan, pero también me estaban afectando muchos sus problemas y me desgastaba porque asumía cosas que no eran mías.
"Yo me separé dos veces. La primera estaba con mi hija en la guata y mi hijo tenía siete años. La primera vez intenté buscar trabajo y fue muy complicado, me daban con la puerta en la nariz",
Marcela Abarca
"Una vez que me fui a vivir sola con mis hijos trabajaba todo el día y toda la noche para poder pagar el arriendo. Gracias a la costura podía sostenerme. Este emprendimiento nació por necesidad",
Marcela Abarca
"Lo que uno más tiene que valorar es la tranquilidad. Que ningún hombre o mujer te diga has esto o esto otro, no te pongas esa ropa, no mires para allá. Eso es terrible".