La conmovedora historia de sacrificio de la única árbitra de fútbol de la zona
Valentina Miranda tuvo una dura niñez debido a la precariedad económica de sus padres. Pero, a punta de esfuerzo, logró abrirse camino para encontrar la felicidad en su familia y en el arbitraje.
Valentina Miranda Leiva tiene 25 años y nació en Concepción en el seno de una familia pobre. Debido a esta condición y a la precariedad laboral de sus padres, toda su familia (incluidos sus dos hermanos) debió migrar a Santiago cuando ella tenía cinco años en busca de la tan anhelada estabilidad económica.
Ella recuerda con mucha tristeza que "hubo un periodo muy duro. Con mi hermano mayor salíamos a recolectar latas para tener otro ingreso además del trabajo de mi papá. Los dos caminábamos desde el metro Escuela Militar hasta los Domínicos para ayudar en la casa. Mi mamá se quedaba en casa junto a mi hermano menor que en ese tiempo era muy pequeño".
Valentina califica esta etapa de su vida como dura y sacrificada pero rescata que siempre lucharon honradamente para salir adelante. Ahora, con la perspectiva del tiempo y la madurez, está convencida de que no gozó su infancia debido a las responsabilidades que tenía y a los problemas que enfrentaban. Sin embargo es clara en decir que "todo lo vivido en mi infancia me ayudó a ir creciendo con esfuerzo y valores. Por eso, me enorgullece tremendamente la mujer que soy hoy en día, porque las dificultades me ayudaron a desarrollar habilidades para ir creciendo ante cualquier adversidad".
Madre a los 18
Valentina se convirtió en madre cuando tenía 18 años. Estaba pololeando con quien ahora es su marido y en cuarto medio supo que estaba embarazada. Así llegó al mundo Lucciano, entre cuadernos y estuches. Gracias a su empuje y apoyo de su pareja logró terminar el colegio.
Ella cuenta que como familia fueron logrando salir adelante con altos y bajos. En el 2019 decidieron casarse porque querían consolidar legalmente su unión bajo el amparo de Dios.
-¿Cómo ha sido tu matrimonio?
-No ha sido un matrimonio perfecto, mentiría si dijera que lo es, pero sí puedo decir que con el pasar de los años hemos logrado una relación más sólida. Hemos pasado momentos muy malos y otros muy lindos que hemos disfrutado y vivido como si fuera el último. Hemos aprendido a conocernos día a día.
Precisamente fue en 2019 cuando este matrimonio optó por venirse a vivir a San Antonio. El esposo de Valentina, Fabián, nació y se crió aquí. Eligieron el puerto porque buscaban un lugar más tranquilo y mejores oportunidades labores para ambos.
Valentina confiesa que "en Santiago solo teníamos una pieza donde vivíamos los tres. Teníamos un closet, una cama y una mesa. Entonces no fue una decisión difícil porque no teníamos nada que perder".
-¿Qué significa San Antonio para ti?
-Es el comienzo de una nueva vida, un lugar más tranquilo para el crecimiento de mis hijos. A pesar de que en todos lados está muy difícil salir adelante, esta es una ciudad que me trasmite paz, que me ha brindado amor, oportunidades únicas y eso es impagable.
Dolor y alegría
Hace un año Valentina dio a luz a su segundo hijo. Esta vez fue el turno de Santiago de llegar a este mundo. Y junto con la alegría infinita de recibirlo, Valentina sintió un profundo dolor y tristeza, como nunca antes había sentido. Sufrió una depresión severa que la llevó a padecer anorexia nerviosa.
-¿Cómo fue ese proceso?
-Debido a mis estados de ánimos, el cansancio, el estrés de haber dado a luz en un tiempo de pandemia, donde no podía recibir visitas ni tener contención, fui perdiendo el apetito, me sentía mal conmigo misma y entré en una enfermedad llamada anorexia, que también se gatilló por las situaciones vividas en mi infancia. Cada vez iba empeorando más, perdía mucho peso y ya estaba próxima a hospitalizarme si seguía de esa manera. Ahí el mundo se me vino abajo, mis hijos y mi esposo me estaban perdiendo en vida.
-¿Cómo lograste salir de esta enfermedad?
-Mi esposo, en su desesperación por verme tan mal, buscó una manera de sacarme del estado en que me encontraba y vio en el arbitraje una posibilidad. Él estudió para árbitro y llegó a participar en Tercera División. Entonces era un deporte que él conocía muy bien. Decidimos salir de casa, ir a una cancha y practicar como árbitro asistente y lo que conocí me encantó. Me cansaba, pero me daba apetito y aprovechaba de alimentarme y eso era muy bueno. No hubo quien me detuviera después. Mi esposo veía lo bien que me sentía y al salir de su trabajo partía rápido a la casa para que pudiésemos practicar más con el fin de alimentarme luego del entrenamiento. Con mucho orgullo puedo decir que mi pasión por el arbitraje tiene una historia de superación personal principalmente.
-¿Qué es para ti la maternidad?
-La maternidad para mí es hermosa. Dar vida es un privilegio. Me ha costado mucho aprender a ser mamá porque no hay ningún libro que nos enseñe. Pero cada vez que los miro y veo su corazón generoso, tierno y noble recibo la respuesta de que lo estamos haciendo bien como padres.
Una luz
Fue tanto lo que le gustó el arbitraje a Valentina que a comienzos de este año decidió matricularse en el Inaf (Instituto Nacional de Fútbol). Cuenta que pasó las pruebas físicas y teóricas sin ningún inconveniente.
Los estudios duran dos años y las clases son presenciales en Santiago, todos los días y en horario vespertino.
-¿Viajas todos los días desde San Antonio?
-Sí, es un gran sacrificio monetario y familiar porque mis clases terminan a las 21.30 horas y en ese horario no hay bus de regreso. Mi esposo debe conseguirse un vehículo, sillas de auto para poder llevar seguros a los niños y viajar con ellos a las 20 horas para ir a buscarme a Santiago.
-¿Qué ha sido lo más difícil y lo más lindo de este proceso?
-Lo más difícil es pararme en una cancha como mujer y que no me miren en menos. Además de todos los sacrificios que tengo que hacer día a día con mi familia. Lo más lindo es poder salir a una cancha de fútbol con mi esposo y compartir la misma pasión.
-¿Sigue existiendo un ambiente muy machista en el fútbol?
-Sí, aún hay mucho machismo en este deporte. Te dicen comentarios despectivos, hay faltas de respetos hacia las mujeres y obviamente eso afecta, a veces lloro. Pero estoy trabajando en ello. Me impresiona que por lo general estos comentarios vienen de personas adultas, incluso mujeres, que debieran tener claro el respeto que se merece cualquier persona en cualquier área de su vida, ya sea una cancha o en una oficina. También me gustaría contar que hay gente a los costados que piden respeto y esa gente la valoro mucho, de hecho la busco con mi mirada para darles las gracias.
Valentina arbitra cinco partidos durante los fines de semana en San Antonio y en sus alrededores. Con ese dinero se costea los estudios y parte de los viajes a la capital. Dice que físicamente se debe preparar mucho. Entrena mínimo tres veces por semana y tiene un orden alimenticio muy estricto para poder rendir dentro de la cancha o como asistente.
-¿Cuáles son tus próximos desafíos?
-Primero poder terminar mi carrera. Luego llegar a ser árbitra Fifa. Ese es mi gran sueño.
Para Valentina su lema de vida es "insistir, persistir y nunca desistir" y su propósito de vida es ayudar y alentar a otras mujeres jóvenes a que sí se puede salir adelante ante cualquier adversidad.
"Hubo un periodo muy duro. Con mi hermano mayor salíamos a recolectar latas para tener otro ingreso además del trabajo de mi papá",
Valentina Miranda
"Me enorgullece tremendamente la mujer que soy hoy en día, porque las dificultades me ayudaron a desarrollar habilidades para ir creciendo ante cualquier adversidad",
Valentina Miranda
"Con mucho orgullo puedo decir que mi pasión por el arbitraje tiene una historia de superación personal principalmente".