Recuerdan con cariño a ferroviario de Las Dunas que falleció a los 102 años
Guillermo Sepúlveda fue despedido el sábado recién pasado en el Cementerio Parroquial de San Antonio y su familia resaltó su pasión por el club Huracán y su cariño por las palomas de Llolleo.
El carnet de identidad de Guillermo del Carmen Sepúlveda Sepúlveda decía claramente que el sanantonino tenía 102 años al momento de su deceso, pero la verdad es que don Guillermo siempre supo que lo inscribieron cuando ya tenía cinco años de vida.
El dato es importante para consignar que al momento de su partida, el jueves 18 de agosto a las 20.30 horas, Guillermo Sepúlveda era el socio vivo más antiguo que tenía el club deportivo Huracán de Llolleo, institución a la que este antiguo ferroviario quiso tanto que ese cariño lo heredó a su descendencia. Su nieto Guillermo Calderón Sepúlveda actualmente es unos de los directivos del club.
Y fue precisamente uno de sus nietos, Jaime Fernández (39), quien quiso recordar a este antiguo poblador de Villa Las Dunas, visitante empedernido de la plaza de Llolleo, barrendero ad honorem del barrio, como "un hombre sencillo y noble que nos enseñó que el trabajo es la única manera de conseguir lo que uno necesita para ser feliz en la vida".
"Para mí fue como un padre, un tata cariñoso, muy cariñoso, que con su ejemplo de buena persona nos inspiró a todos. Aquí en la casa le decíamos el "Chilla" porque nunca se quedaba tranquilo y estuvo lúcido y activo hasta el final de sus días. Recién hace como dos meses se cayó, luego volvió a caerse y dijo 'creo que ya no tengo fuerza en las piernas'. Recién ahí empezó a decaer", contó Jaime sobre la partida de su abuelo.
Muy activo
Relató que hasta hace pocos meses don Guillermo Sepúlveda era "muy activo, hasta hace dos meses barría desde la escalera del Paradero 9, se venía por Manuel Soiza y barría su pasaje Purén y los pasajes de al lado. Cuando no estaba barriendo se iba a ayudarles a los jardineros de la plaza de Las Dunas y lo que hacía mucho era ir a la plaza de Llolleo a darle pancito a sus 'pichones', como llamaba a las palomas".
Jaime recordó que "cuando no estaba en eso se ponía a ver fútbol, de la liga que fuera, porque el fútbol era su pasión. De hecho, todos los primos jugamos en el Huracán y ahora uno de sus nietos es dirigente del club. Y cuando se ponía a ver fútbol, picaba pan para llevarles a las palomas de la plaza de Llolleo".
Esa afición de don Guillermo por alimentar a las palomas de la plaza de Llolleo quedó inmortalizada por la fotografía de uno de nuestros reporteros gráficos en una imagen que fue publicada y que se convirtió en un pequeño cuadro en la casa del exferroviario de Villa Las Dunas.
El nieto agradecido, que vio en este hombre a un padre, también comentó que en la familia están "muy agradecidos del personal del Consultorio de Barrancas porque se portaron demasiado bien siempre. Profesionales de muy buena voluntad que estaban disponibles para mi tata, siempre con muy buena voluntad, lo trataban con cariño. Nosotros vimos eso a diario y por eso vamos a estar siempre muy agradecidos de todo el personal de consultorio que fue tan bueno con mi abuelo".
Siete hijos
Guillermo Sepúlveda enviudó de su esposa Sara en 1975, fue padre de siete hijos, tuvo 19 nietos y 16 bisnietos.
Tras ser despedido rodeado del cariño de su familia y sus amigos, el exferroviario, que llegó a San Antonio desde Culiprán en la década de 1940, fue sepultado en el cementerio Parroquial del cerro Alegre.
Y para graficar en pocas palabras lo que este hombre legó a su familia, su nieto Jaime Fernández dijo que de su abuelo aprendió que "hay que ser un hombre esforzado en la vida para lograr la tranquilidad".
"Un hombre sencillo y noble que nos enseñó que el trabajo es la única manera de conseguir lo que uno necesita para ser feliz en la vida",
Jaime Fernández,, nieto
"Para mí fue como un padre, un tata cariñoso, muy cariñoso, que con su ejemplo de buena persona nos inspiró a todos",
Jaime Fernández,, nieto
5 años tenía Guillermo Sepúlveda cuando lo inscribieron en el Registro Civil, según él mismo contaba.