Bailarín que sueña con traspasar su amor por la danza a nuevos talentos
Franco Navarro comparte la pasión por este arte con su esposa Viviana Pérez, a quien le pidió matrimonio en medio de una gala en el Centro Cultural San Antonio.
Franco Navarro Cerda tiene 28 años, es profesor de educación física de profesión y un enamorado de la danza. Es el sexto de siete hermanos y desde la etapa escolar disfrutaba participando en las actividades artísticas donde podía mostrar sus habilidades al ejecutar una coreografía ante la mirada de sus compañeros y profesores.
Hace cuatro años se casó con quien fue en sus inicios su profesora de danza, la bailarina Viviana Pérez. Además de compartir el amor por esta disciplina, juntos se dedican a formar nuevos talentos en el baile, lo que los motiva pese a los inconvenientes que han debido enfrentar, como la falta de espacios disponibles para mostrar su trabajo a la comunidad.
Sin embargo, las ganas de seguir avanzando como bailarines los impulsa y ya están preparándose para debutar como jurados en un evento internacional.
-¿Cómo te diste cuenta que el baile era tu vocación?
-Cuando niño siempre participaba en los actos que había en el colegio, donde hacía presentaciones de canto, teatro y baile, pero siempre me llamó la atención el tema del baile más que cualquier otra cosa. Crecí viendo los grupos de bailarines brasileños como Axé Bahía en programas como Mekano o Rojo.
-¿Te sentiste cuestionado en algún momento porque te gustaba la danza?
-Por supuesto. Sí, en el colegio yo pasé por varios temas, no sé si bullying pero sí de agresiones verbales por tener esos gustos. De hecho, me limité en practicarlo hasta ya grande. A los 16 años recién me atreví a decir que me gustaba bailar por lo mismo, ya que era muy estigmatizado que el hombre pudiese realizar una actividad de esta índole.
-¿Cómo reaccionó tu familia al enterarse de tu pasión por el baile?
-Fue complejo porque mi papá era una persona mayor y con una crianza bien machista. Al principio le costó asimilar que su hijo quería ser artista, pero cuando me vio arriba de un escenario, no dejó de querer ir a verme. Tuvo un vuelco favorable, porque se dio cuenta que lo mío iba más allá de querer moverme un ratito, bailar un reggaetón o utilizar el baile para fiestas o solo diversión, sino que lo mío era algo serio, quería dedicarme a esto.
-¿Hay más artistas en tu familia?
-Tengo hermanos bateristas, otros que cantan y otros que bailan. Somos siete hermanos y todos nos dedicamos al arte de cierta manera. Mi hermano Marcelo es baterista y es muy conocido en San Antonio. El trabajaba haciendo show en discotecas donde organizaban concursos, competencias y tocatas. Lo que él hacía a mí me encantaba, porque todo se veía tan entretenido y me fue llamando la atención desde chico lo artístico.
-¿A qué edad comenzaste a formarte en la danza?
-Por un asunto de falta de oportunidades en Cartagena, donde vivo, tuve que postergar la danza hasta grande, cuando pude ingresar a la Escuela de Danza Moderna a los 19 años. Recién a esa edad pude tomar las clases técnicas de ballet, jazz, ritmos latinos y folclore. Antes fue todo amateur, como principiante, autodidacta porque veía videos en internet, bailes en la televisión y los iba copiando. Hoy soy profesor en la escuela.
-¿Continuaste capacitándote para perfeccionarte?
-Cuando ingresé a la universidad a la carrera de Educación Física, a la vez me puse a estudiar danza con José Luis Tejos en Santiago. Ahí me hice parte de la Federación Nacional de Baile Deportivo y me inserté mucho más en el ámbito de la danza comercial. Después tuve una formación con el bailarín Neilas Katinas, la danza que entrega él es muy amplia. El baile afuera se ve de una manera más inclusiva, donde todos pueden bailar, no hay estereotipos de físico, peso, tener una contextura o apariencia física y en base a eso se empieza a trabajar en las distintas disciplinas.
-¿Crees que influyeron los programas juveniles en que dejara de ser mal visto ser bailarín?
-Según mi punto de vista, fue todo lo contrario. Resultó peor porque las figuras que salían y que se hicieron conocidas en la danza, más que destacarse por el baile, lo hicieron por acciones que realizaban y que no eran muy favorables para la figura de un varón, por ejemplo, siempre se tergiversaba que un hombre pudiera bailar porque mostraban un bailarín con tacos, un hombre bailando bailes femeninos, con vestuario no acorde al género, entonces ahí la gente empezó a estigmatizar al bailarín.
-¿Pero aportaron en algo positivo estos programas al incluir bailarines?
-Lo positivo es que fue una buena plataforma para que la gente visualizara que el hombre también podía hacerlo. El "arma de doble filo" fue que las figuras que se hicieron conocidas no daban muy bien que hablar, porque se prestaban para el show y hacer más un programa de televisión en lugar de arte.
-¿Has participado en algún programa de talentos?
-Fui al casting de Rojo, el último que se hizo y quedé, pero el problema fue que al programa no le fue bien y la temporada en la que iba a competir la cancelaron. Más que querer mostrarme, mi objetivo era dar a conocer lo que hace la escuela de danza. Ya me había comprado el vestuario, tenía visto donde me iba a quedar en Santiago, tenía listas las coreografías y nos quedamos con todo, no sólo yo, sino que fuimos muchas personas las que nos quedamos con todo preparado.
Amor en torno al baile
-¿En la escuela de danza nació el amor con tu esposa Viviana Pérez?
-Sí, ella era mi profesora cuando llegué a la Escuela de Danza Moderna de San Antonio. Empezamos a ser amigos y a los dos años empezamos a tener una relación de pololos y nos casamos hace cuatro años. Nos fuimos a vivir solos acá en Cartagena y tenemos nuestros bebés que son dos perritos. No tenemos hijos porque nuestra carrera nos demanda bastante tiempo y estar en movimiento, por presentaciones y viajes.
-¿Cómo ha sido compartir el amor de pareja y por la danza?
-Ha sido muy bonita la historia de los dos, porque todo es en torno al baile. Por ejemplo, cuando le pedí matrimonio fue en una gala de danza que se realizó en el Centro Cultural, con la sala llena y violines. Los países que hemos recorrido juntos, también ha sido a través de la danza y lo mismo pasa con los planes que tenemos a futuro.
-¿Hay apoyo en la provincia para quienes se dedican al arte?
-Tengo una opinión bien crítica respecto a cómo se desarrolla el arte en San Antonio. Yo he tenido que salir de mi provincia para poder desarrollar el arte muchas veces porque acá no se me da el espacio. Se priorizan muchas otras cosas antes que la cultura y el arte. Tenemos un Centro Cultural donde podríamos potenciar el arte local, pero muchas veces se prefiere traer figuras de otras zonas, siendo que hay tremendos talentos acá en todo ámbito.
-¿Cómo se financia la escuela de danza?
-Nuestra escuela recibe aportes voluntarios de los apoderados. A nadie se le obliga a cancelar, pero ellos por criterio cancelan a los profesores que somos tres y todo lo demás sale del bolsillo de los padres y de nosotros que hacemos rifas, beneficios o bingos. Anualmente viajamos al extranjero a representar a Chile, ni siquiera a San Antonio, y todos los recursos tiene que salir de nosotros.
-¿Qué planes tienen a corto plazo?
-En noviembre estamos invitados a una competencia de la Confederación Internacional de la Danza (Ciad), que se va realizar en Cancún. Es la primera participación que vamos a tener como jurado internacional. Ha ido todo en incremento, de menos a más. Siempre tenemos instancias para seguir perfeccionándonos y seguir trayendo lo mejor para San Antonio.
-¿Cuál es tu meta como bailarín?
-Mi meta es poder formar artistas que lleguen ni siquiera al tema profesional de la danza, sino que lleguen a amar y apasionarse tanto por la danza como yo.
"Al principio (a mi papá) le costó asimilar que su hijo quería ser artista, pero cuando me vio arriba de un escenario, no dejó de querer ir a verme".
"Sí, en el colegio yo pasé por varios temas, no sé si bullying pero sí de agresiones verbales por tener esos gustos (por el baile)",
Franco Navarro
4 años de matrimonio lleva Franco Navarro con su esposa Viviana Pérez, quien era su profesora.