La instructora que se refugió en sus clases para sobrellevar el momento más doloroso de su vida
Hace dos años, en medio de la pandemia, la personal trainer Paola Castillo sufrió la repentina muerte de su pareja. Aquí abre su corazón para contar sus sentimientos y sensaciones tras esa irreparable pérdida.
Paola Castillo Llanos irradia simpatía y energía, algo que cautiva a quienes asisten a sus clases en los talleres de actividad física que realiza el municipio de San Antonio. Esto se evidencia en los espontáneos abrazos que recibe en el encuentro con estas mujeres que dedican al menos una hora al día a disfrutar haciendo ejercicios al ritmo de potente música.
A pesar de haber llegado a la localidad de San Sebastián proveniente de Santiago junto a su familia en el periodo en que cursaba la enseñanza media, asegura que se siente una sanantonina más. Y motivos tiene. En esta tierra se convirtió en madre hace 16 años, de su hijo con el que comparten la pasión por el fútbol y el tenis, además de haber formado su hogar en el sector Hospital de la comuna puerto.
Dolorosa partida
En su lado más íntimo, se refiere al doloroso momento que debió enfrentar con la muerte de su pareja, Armando Armijo, quien la apoyaba incondicionalmente en todo lo que hacía. Su trabajo y el cariño que recibe de sus alumnas fueron fundamentales para no decaer y poder seguir adelante, guardando bajo llave en su fuero más interno sus sentimientos y los recuerdos hacia quien fue su gran amor.
-¿Cómo fue llegar a vivir a esta zona?
-Llegué a vivir a la provincia en el 94, específicamente a San Sebastián, donde aún viven mis papás. Era de Santiago, pero por el cambio de trabajo de mi papá nos vinimos. Estudié la enseñanza media en el liceo Juan Dante Parraguez. Siempre me gustaba participar en todas las actividades del colegio, me destaqué por ser parte del equipo de Cheerleaders. Participamos en el campeonato "Coca Cola Barras". Mi mamá siempre me apoyaba en todo, picaba papel para después llevar al estadio y alentarnos cuando nos presentáramos.
-¿Mantienes amigos de esa época?
-Sí, Renato Montoya, el bailarín que hace el taller "Baile para Todos", es uno de ellos. Desde esos años siempre nos ha unido el deporte y lo que nos gusta hacer. Nos hemos encontrado trabajando acá y en Cartagena. Somos muy amigos y siempre nos potenciamos los dos, sus alumnas están conmigo y las mías con él.
-¿Qué fue lo más difícil del cambio de ciudad en plena adolescencia?
-En un principio los sanantoninos veían a la gente de Santiago como que llegaba con el ego muy grande, entonces no eran muy bien recibidos, pero después de tantos años yo me considero una sanantonina más. Otro factor que en ese tiempo me complicaba era la distancia, porque vivía camino a Lo Abarca y estudiaba en San Antonio, sumado a que no conocía a nadie. Pero lo mejor que me ha pasado en la vida es haberme venido a vivir acá.
-¿Siempre quisiste dedicarte al área del deporte?
-Sí, saliendo del colegio hice un curso de personal trainer, que es mi oficio hoy día, ya que lo ejerzo en talleres de deportes de la municipalidad y de manera particular, aunque estoy más enfocada a los talleres porque además trabajo en la parte administrativa en Las Brisas de Santo Domingo.
-¿Qué disciplina deportiva te habría gustado practicar?
-Me gustaba mucho el tenis, soy una tenista frustrada, pero por los altos costos de este deporte no pude estar en alguna escuela.
-¿Tienes algún proyecto que quisieras concretar?
-Me gustaría en un futuro tener un gimnasio donde poder realizar clases, equipado con máquinas de ejercicio, algo propio para desarrollar mis actividades y otras como spinning, baile entretenido, Gap, donde la gente encuentre todo y que sea entretenido, con mi sello propio.
Talleres
-¿Existe interés de la gente por participar en los talleres deportivos?
-Siento que ahora hay más interés que antes, puede ser porque durante las cuarentenas, al inicio de la pandemia, estuvimos muy encerrados. En San Antonio hay muchos talleres, para todos los grupos etarios. Antes trabajaba en el sector rural, en San Juan, Aguas Buenas y Leyda, y lo pasábamos muy bien, la gente me esperaba. Si un día había pocas alumnas, nos poníamos a hacer actividades con los niños, jugábamos a la pelota por ejemplo. En Cuncumén no tenían sede, entonces las clases las teníamos que realizar en la calle, pero se disfrutaban igual.
-¿Hay algún segmento etario para asistir a las clases?
- Así como vienen niñas de 15 años, también hay señoras de más de 60 y siempre se les indica que cada una haga lo que pueda a su ritmo. Las personas adultas que no pueden hacer los ejercicios con tanta intensidad como las más jóvenes, igualmente le ponen muchas ganas, son muy power y lo disfrutan mucho. Acá también se encuentran con más gente, conversan, se hacen amistades, se organizan para ir a otras clases y todas son muy agradecidas.
-¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
-Juego pádel y fútbol, aunque ahora lo dejé un poco de lado por el pádel, que no es que sea un deporte nuevo, pero actualmente está en auge, muy firme. Ahí se abre otro círculo, nuevas amistades, llama a trabajar en equipo, ha sido muy bonito. También me gusta salir a correr y a andar en bicicleta.
Profundo dolor
-En el plano más personal, ¿cómo fue enfrentar la repentina muerte de su pareja?
-Mi pareja (Armando Armijo) murió hace dos años y eso es lo más duro que me ha tocado pasar en la vida. Es un dolor que no se puede describir con palabras. El deporte me ha ayudado mucho porque el mantenerme ocupada, trabajar con la gente y saber que uno tiene que llegar con alegría, independiente de que tenga pena o nadie sepa lo que estoy pasando.
-¿Cómo fue seguir con tu trabajo en ese momento tan difícil?
-Por lo mismo, como veía a la gente que me esperaba tan motivada, yo sabía que tenía que darles alegría porque muchas no sabían lo que me pasaba. Eso me motivó a seguir. Además, como estábamos en pandemia con las clases online, transmitidas por Facebook, nunca paré de hacerlas. Nunca necesité ponerme una "careta" porque pongo la música, empiezo la clase y me logro desconectar. Hacer clases para mí es una terapia.
-¿Armando te apoyaba en lo que haces?
-Sí, me acompañaba cuando trabajaba en el sector rural, me esperaba en el auto, entonces era un empuje que me daba, porque le gustaba mucho lo que yo hacía, se sentía orgulloso de todos mis logros y de lo que generaba en las personas.
-¿Tuviste apoyo en este proceso de duelo?
-En mi caso opté por mantenerme un poquito alejada de mi familia porque uno nunca quiere que la vean mal y ellos siempre están acostumbrados a verme alegre porque soy optimista, muy de estar enérgica, pero todos estaban disponibles por si los necesitaba, mis papás, mi hijo, amigos, todos. El apoyo estaba, desde que entendieran que uno puede querer estar sola, hasta estar con ellos. Siempre fueron respetuosos de lo que yo estaba viviendo.
-¿Qué le dirías a alguien que esté sufriendo con la pérdida de un ser querido?
-Lo primero es tomarse el tiempo de tener pena, hay que vivir ese proceso, tratar de no encerrarse y seguir adelante con lo que les gusta hacer, que el dolor no te consuma ni quedarse sin hacer nada. Al contrario, mantenerse ocupada creo que es lo mejor, no para pasar la pena, pero sí para tener un propósito. Hay que darle tiempo al tiempo, mientras no se olvide a las personas, siempre van a estar presentes.
"Siempre me gustaba participar en todas las actividades del colegio, me destaqué por ser parte del equipo de Cheerleaders. Participamos en el campeonato Coca Cola Barras",
Paola Castillo
"Mi pareja (Armando Armijo) murió hace dos años y eso es lo más duro que me ha tocado pasar en la vida. Es un dolor que no se puede describir con palabras".