por Abraham Santibáñez, Premio Nacional de Periodismo.
Hace casi un siglo exacto, en octubre de 1922, Benito Mussolini convocó a los "camisas negras" a marchar hacia Roma. El 25 de ese mes, una gran masa de sus fanáticos partidarios se agolpó en las cercanía de la capital italiana. Ante la amenaza de una entrada violenta y destructiva, el Primer Ministro pidió a Víctor Manuel III la imposición del estado de sitio. El Rey se negó, temiendo peores consecuencias.
Una semana más tarde, luego que el monarca le encargara la tarea, el líder fascista asumió como Primer Ministro. Los seguidores de "il Duce" entraron triunfalmente a la Ciudad Eterna. El régimen fascista, aliado en la Segunda Guerra Mundial de la Alemania nazi y el imperio del Japón, duró hasta el final del conflicto.
El 25 de abri de 1945, Mussolini huyó de Milán. Con su amante, Claretta Petacci, fue capturado por la guerrilla antifascista en un pueblo junto al lago de Como. Ambos fueron fusilados la tarde siguiente. Sus cuerpos fueron llevados a Milán y abandonados en la plaza de Loreto. Allí, tras ser insultados y maltratados, los colgaron ignominiosamente cabeza abajo.
El mundo ha cambiado desde entonces, pero ¿cuánto?
La respuesta no es categórica, a pesar del triunfo de Giorgia Meloni, quien encabeza a los "Hermanos de Italia", fuerza de extrema derecha que comparte ideales con los fascistas. Aunque hay quienes se resisten a identificar a Meloni con Mussolini, las similitudes son evidentes. Sobre todo, porque, como señaló la CNN, el suyo será el gobierno más de "extrema derecha desde la era fascista de Benito Mussolini". Pero la suya no será tarea fácil. Esta semana aseguró que "siempre soy optimista, es lo que me ha traído hasta aquí". El camino, sin embargo, es cuesta arriba y, como dicen en su entorno: "Llevará tiempo desatar los nudos, será largo y complicado". Es la pesadilla de cualquier gobierno en formación: poner las fichas en su lugar sin crearse nuevos enemigos.
Meloni debe ser cuidadosa en las negociaciones conforme las viejas tradiciones en la materia. Los socios principales serán la Liga de Matteo Salvini, de la ultraderecha, y Forza Italia, del siempre sorprendente Silvio Berlusconi. Pese a su caudal electoral, Meloni (45 años) los necesita, como dijo la agencia France Presse porque "tienen mayor experiencia en la gestión de ministerios y cargos públicos".
El momento es complejo. Hay quienes recuerdan que en todo el mundo se vive una crisis de la democracia como se ha conocido hasta ahora. El régimen de Donald Trump, en Estados Unidos, generó una extrema polarización que, pese a sus problemas judiciales, se puede repetir y acentuar si es reelecto. En Europa, a los gobiernos de extrema derecha de Hungría, de Viktor Orban, y del Primer Ministro, Mateusz Morawiecki, de Polonia, se sumó hace un par de semanas otro de signo parecido en Suecia.
La invasión rusa en Ucrania generó una crisis impensada en el mundo, sobre todo en el Viejo Continente donde, aparte del temor frente a Vladimir Putin, se avecina un invierno muy frío, con poca calefacción (por la falta de combustible proveniente de Rusia) y alta inflación.
En este panorama con el cambio de tendencia se puede perder el ímpetu europeísta que Italia tuvo hasta ahora. No se teme de inmediato un alejamiento estratégico de Europa, pero Meloni no debe olvidar el trágico final de Mussolini.