Artista plástico cuenta cómo enfrentó el periodo más duro de la pandemia
Mientras la mayor parte del mundo estaba paralizada por los efectos del covid-19, el profesor de artes visuales Gonzalo Sáenz-Diez pintó 18 cuadros que se convirtieron en la colección "Sicosis pandémica".
Gonzalo Sáenz- Diez Soto era todavía un adolescente cuando él y su familia arribaron a Cartagena tras dejar la vida que llevaban en la capital. Junto a dos hermanos se dedicó a recorrer cada rincón del balneario, disfrutando del patrimonio histórico y la naturaleza que caracteriza a esta tradicional comuna.
Este profesor de artes visuales destaca que desde que estaba en los últimos años de enseñanza básica, sus compañeros de curso se fijaron en su facilidad para dibujar, sin pensar que ese talento se transformaría en parte importante de su futuro.
"Nací en Santiago y vivíamos cerca de avenida Matta hasta cuando estaba en enseñanza básica. Después nos vinimos a Cartagena. Ahí empecé con mi vida amando la naturaleza, el mar, las caletas. Con mi hermano mayor y Rodrigo, que vivió muchos años en el extranjero, nos íbamos a la playa. Somos de cerro, de ir por los cerros desde Cartagena a San Antonio. A veces no llegábamos a la casa y mis padres se preocupaban, pero andábamos juntos los tres. Fue una infancia muy aventurera, bella", confiesa.
Dentro de su larga experiencia como artista, reconoce y lamenta que en la zona existan tan pocas instancias para que los creadores puedan mostrar su trabajo. Incluso él ha debido realizar exposiciones en espacios públicos para dar a conocer sus obras.
Actualmente, manifiesta que está entusiasmado con la idea de participar en iniciativas como "Arte popular", que se desarrolla cada 15 días en la plaza de Armas de San Antonio, con la presencia de 17 artesanos y artistas locales.
-¿Cómo conociste el arte y la pintura?
-Es algo que me nace de forma innata. De hecho, desde que estaba en básica, mis compañeros de curso me pedían que les arreglara los dibujos que teníamos que hacer en la clase de artes manuales y ayudé a varios, pero no los acostumbré a flojos. Siempre me quedaron las ganas del arte.
-¿De dónde crees que viene ese talento?
-Con el tiempo descubrí unas maletas que eran de mi abuelo que llegó de España arrancando de la guerra civil (1936-1939) de Franco y ahí había unos dibujos que hizo en unos escritos y eran bastante estilizados, muy bellos, que tienen que ver con el cuerpo humano. Así es que creo que hay una continuación de ese talento, que viene desde otras generaciones anteriores.
-¿A qué se dedicó tu abuelo en Chile?
-Él eligió a Chile para venirse y estuvo muy bien económicamente. Tuvo una fábrica de catres con un socio, que estaba en San Diego con avenida Matta. La casa de veraneo en Cartagena es bastante grande, colonial y es lo que quedó de esos años mozos de mi abuelo.
Al salir del colegio, no dudó en seguir su vocación. "Estudié Arte en la Usach y viví en Santiago mientras estudiaba. Arrendaba una pieza en Independencia con Mapocho, después arrendé en otro lado. Ahí estuve en la escuela José Abelardo Núñez, que pertenecía a la Universidad Técnica del Estado", recuerda.
-¿Cómo fue para ti el periodo universitario?
-A veces veo fotos de esa época, donde estoy compartiendo con compañeros de universidad y siempre me veo triste. Sabía que luego de clases tenía que partir rápido a la pega. Mientras estudiaba trabajé en una tienda que era muy conocida, la más importante en ese tiempo, porque tenía sucursales en varias regiones.
-¿Te costó compatibilizar trabajo y estudio?
- El problema era otro. El hermano del dueño de la tienda era un ogro. Cuando llamaban por teléfono de San Diego decían va don Pablo para allá y todos corríamos, porque era un hombre grande, grosero, violento de palabra, era para tiritar. Ahí tuve que aguantar un par de veces su mala forma. Un día tuve que cambiar la vitrina, porque se renovaba todo el vestuario y este tipo me mandó a que yo cambiara la alfombra de la vitrina. Salí volado con el neoprén (ríe a carcajadas). Cuando se dio cuenta de que estaba medio intoxicado, me dijo que me fuera a descansar.
-¿Cuándo regresaste a tu casa?
-Llegó un momento en que dije 'ya basta'. Entremedio tuve un desamor que me tuvo muy mal. Me vine a Cartagena y ahí comencé a hacer clases en el Liceo Comercial, donde trabajé durante 12 años más o menos. Luego cambié y pasé de ser profe a ser independiente.
Arte en pandemia
Cuando la pandemia llegó a Chile y los casos de contagios estaban en el nivel más alto, lo que obligó a decretar las cuarentenas, Gonzalo Sáenz- Diez continuó pintando y en ese periodo creó una colección de obras denominada "Sicosis pandémica", inspirada en lo que estaba sucediendo en el mundo en materia sanitaria.
-¿Cómo fue hacer arte en medio del encierro de las cuarentenas?
-Teníamos tanto tiempo con el encierro que me puse a pintar un día a un señor mayor, solitario, apoyado en una mesa con una botella de vino y dos vasos, uno de ellos dado vuelta. Lo bueno de ese cuadro, que no lo descubrí inmediatamente, es que el vaso que está caído tiene un efecto óptico que hace que se vea parado. Ese fue el primer cuadro que pinté en pandemia.
-¿En qué consiste "Psicosis pandémica"?
-Son 18 cuadros. En una ocasión me los llevé a Santiago, fui al Museo de Bellas Artes, donde voy cada vez que viajo a la capital, porque en ese lugar me empapo de alegría, regocijo visual y voy soñando con cosas que podría hacer. Es una enseñanza visual. Andaba con mi pareja Marjorie, ella es mosaiquista y profesora de filosofía, se dedica al arte también. Puse mis obras en las escaleras que están afuera del museo y les tomé algunas fotos desde lejos.
-¿Qué hiciste después con tus obras?
-Después fui al cerro Alegre de Valparaíso y expuse también en la calle, esta vez en escaleras y arterias con adoquines. La transformé en una exposición "in situ", al aire libre. Hubo gente muy interesada, otros que iban de paso, pero es así y yo quedé satisfecho. Antes de la pandemia fui a Venecia y ahí vi unos trabajos esmaltados en metales, también trabajos pequeños. Vi muchas maravillas en artesanías y pinturas. Fue una experiencia muy linda. Rematamos en el Louvre en París, había arte por todos lados y lo mejor era que había que pagar, pero muy poco.
-¿Crees que hace falta espacios para los artistas locales puedan exhibir?
-No es lo mismo estar en la calle que en una sala. En pandemia me di el tiempo de botar una pared de adobe en la casa y armar una sala de exposición. Hace un tiempo hice una muestra con algunos amigos de la zona. Tengo todo armado, pero necesito apoyo. Por el momento solo tengo algunos cuadros antiguos míos, relacionados con el tema de los huesos. Tengo esqueletos, como renaciendo. Eso fue parte de un trabajo que hice en la universidad.
-¿Has vuelto a hacer clases de arte?
-Hice clases en el Centro Cultural a adultos y a jóvenes de esmaltado en metales, que es un trabajo muy bello. Tengo mi horno, pero prefiero hacerlo con soplete. Se controla mejor el derretimiento del vidrio, porque el esmalte es un polvo de vidrio, entonces visualmente y sin el horno se me iban rápido. Voy por esa línea del esmaltado en metales.
-¿En qué estás ahora?
-Ahora sigo pintando. También estoy reparando un paño grande que mide cerca de cinco metros de alto por dos metros de ancho. Lo tenía guardado hace como cinco años, lo encontré botado donde está la iglesia de Cartagena, atrás había un cine que se llamaba "Central". En medio de los cachureos encontré un telón, que tal vez lo hizo "Chaguito", que era el pintor del Teatro Diana y Central de la plaza. Está tan desteñido que no se ve el nombre de quien lo hizo. Es un telón de la película "Las aventuras del barón de Münchausen". Le puse un marco, todo lo que es el bastidor y me queda un tercio para terminar la obra completa. Es como una mixtura, del original con la restauración y estoy feliz haciendo eso.
-¿Te gustaría volver a exponer en la provincia?
-Sí, de todas maneras. Tengo muchas ganas de exponer a lo largo de la provincia de San Antonio primero y después en otras comunas o regiones. También estoy disponible para hacer talleres. El arte tiene que difundirse, masificarse y que la gente pueda tener acceso a ver lo que hacen los artistas de su territorio.
"Me vine a Cartagena y ahí comencé a hacer clases en el Liceo Comercial, donde trabajé durante 12 años más o menos. Luego cambié y pasé de ser profe a independiente".
"A veces veo fotos de esa época, donde estoy compartiendo con compañeros de universidad y siempre me veo triste. Sabía que luego de clases tenía que partir rápido a la pega",
Gonzalo Sáenz-Diez