El artesano que confecciona zapatos de cuero en miniatura
Arturo Méndez Di Giovanni aprendió este particular oficio cuando era niño y hoy, radicado en Cartagena, lo retomó para seguir sorprendiendo a grandes y chicos.
Zapatillas de fútbol, bototos militares, botas de huaso y hasta sandalias son algunos de los calzados que confecciona en miniatura y con cuero natural Arturo Méndez Di Giovanni, quien al mes de jubilarse se trasladó junto a su esposa hasta el sector del barrio Estación, en Cartagena, para dedicarse a lo que disfruta: la artesanía.
Este emprendedor recuerda que era un niño cuando aprendió a darle forma a zapatillas de descanso y algunos calzados que él prefirió hacer en tamaño pequeño para ser usados en llaveros o como adornos para los autos. Además, elabora otros tipos de productos en cuero como monederos, cartucheras, bolsos, billeteras, morrales y carteras.
Con el apoyo de la Municipalidad de Cartagena, participa en Ferias de Artesanos, donde sus principales clientes son los turistas que llegan hasta el balneario (su WhatsApp es el +569 84546094).
Por otro lado, Arturo explica que durante varios años trabajó en algo totalmente distinto, donde estaba en contacto directo con los desechos domiciliarios de un área de Santiago, pero su anhelo era volver a la artesanía y hacerlo en medio del aire puro y la naturaleza del Litoral.
"Los zapatos en miniatura los empecé a hacer cuando tenía 13 años. Ahí fui autodidacta porque comencé a trabajar en una reparadora de calzado y fábrica de zapatillas de descanso. Una vez, en un rato que estaba desocupado, me puse a hacer unas chalitas y una cartera en miniaturas para ponerlas de adorno en la vitrina. Las puse y la gente empezó a preguntar por el precio. Les dije que eran un adorno y que no estaban a la venta", recuerda.
-¿Quién le enseñó esta técnica?
-Nadie, porque llegué a trabajar como junior a la reparadora y de ahí fui ascendiendo. Como a los 15 ó 16 años pasé a ser maestro. La verdad es que aprendí mirando, porque en ese momento yo estaba para hacer aseo, pero como me gustó el tema del calzado, le dije al maestro que me enseñara cómo se hacía el tapilleo, entrelado y el armado de zapatillas de descanso.
-¿El trabajo era cerca de su casa?
-No, porque el local estaba cerca de Santiago Centro, en la calle Santo Domingo, y yo vivía en el paradero 5 de Vicuña Mackenna.
-¿Por qué quiso empezar a vender estas miniaturas?
-Como la gente seguía pidiendo las miniaturas empecé a hacerlas, y con autorización de mi jefe las vendía ahí mismo en el local. A la vez comenzaron a llegar coleccionistas de calzado en miniatura, la mayoría extranjeros y me llevaban fotos para que les hiciera el modelo que querían y yo se los hacía. Incluso hice unos zapatos que todavía tengo la muestra de uno, que eran unos envejecidos que salieron en El Mercurio hace 40 años. Era un bototo minero que fue encontrado en el desierto. Eso me dio la idea de hacer un botín que se llamó "Kennedy". Ese botín lo hice envejecido y ha tenido mucha aceptación.
-¿Hizo alguna vez zapatos tradicionales?
-Solamente para mí he hecho. Usé mucho el zapato petate. La inversión es grande y el valor que se debería cobrar no lo pagan. La gente ya ni manda a arreglar los zapatos porque como los materiales están caros, la reparación les va a salir lo mismo que comprarse unos zapatos chinos o americanos.
-Pero hay harta diferencia en la calidad del zapato chino y uno nacional hecho a mano...
- Claro, porque un zapato hecho por un artesano es todo de cuero y suela, confeccionado con materiales de primera, pero yo me quise dedicar solamente a los zapatos en miniatura.
-¿Siempre se dedicó al rubro del calzado?
-Después de mucho tiempo dejé el calzado y trabajé en el Consorcio Santa Marta, una empresa que recibe basura y desde allí la llevan al relleno sanitario. Ahí me desempeñé los últimos 15 años. Apenas me jubilé, hace seis años, dejé pasar un mes y me vine a Cartagena. Toda la familia se mi señora es nacida y criada acá.
-¿Cómo era el trabajo en la planta de basura?
-Muy sacrificado. Yo fui peoneta en esa empresa y fui el primero que entró a trabajar sin haberme dedicado antes a esa labor. Aprendí el rubro de tal forma que después le enseñaba a los jóvenes que iban llegando. Mi trabajo era descargar camiones a la rampla de 22 toneladas que es la que va hacia el relleno sanitario. Eso se hace porque en vez de que vayan seis camiones al relleno sanitario contaminando con la basura que vuela y todo eso, va un solo camión que es la rampla de 22 toneladas.
-¿Eso lo llevó a preferir el aire puro de Cartagena?
-Sí. Me han venido a ver los jefes que tenía y me han ofrecido cosas para que vuelva, pero no lo haría. Estoy dedicado a esto de la artesanía que es lo que más me llena ahora.
-¿En ese tiempo tuvo que dejar totalmente la artesanía?
-Sí, porque era muy pesado el horario que tenía. Al principio trabajaba 12 horas, hacía turnos de noche, de día, porque recolectan la basura día y noche.
-¿Cómo le ha ido con la venta de sus creaciones?
-Al principio me costó un poco porque la gente no conocía el arte que yo hago. Hasta el día de hoy hay gente que queda sorprendida cuando ven los calzados en miniatura, porque, como dije antes, les vendía más a coleccionistas y se los llevaban todos, no tenía un stock como para ir a una feria artesanal. Hice hasta las hormas chiquititas. Además, esos mismos coleccionistas me han regalado zapatitos que han traído de otras partes del mundo.
-¿Usted le ha enseñado a otras personas su oficio?
-Al ser algo tan diferente, enseñar me cerraría las puertas porque, por ejemplo, para ir a las ferias artesanales nos turnan y si otras personas van a hacer lo mismo podría quedar fuera. Yo les enseñé a dos personas en Santiago. Tengo un nieto que está muy interesado en aprender y a él le he enseñado cuando viene.
¿Le sirve participar en las ferias de emprendedores?
-Sí. Estoy muy agradecido de la municipalidad por el apoyo que nos dan con estas ferias. Hace tres meses fui a Olmué como representante de Cartagena junto con la señora Nancy que trabaja la pita. Fue bueno porque pudimos conocer a artesanos que trabajan otro tipo de cuero como el de pescado y confeccionan artículos para huasos. En mi caso también hago la polaina y la bota pero en miniatura.
-¿Le resulta costoso adquirir sus materiales?
-No, porque material siempre tengo porque uso lo mínimo. Empiezo haciendo lo más grande en un pedazo de cuero y de ahí voy gastando todos los pedacitos hasta que hago unos aros en miniatura. Es muy poco lo que boto, por eso cuando un color me aburre, lo boto.
Zapatos grandotes
Totalmente opuesto a las zapatillas en miniatura es otro producto que ideó este creador para captar la atención del público. Se trata de zapatos gigantes para tomarse divertidas fotos a cambio de un pago módico.
"Son zapatos que hice de 66 centímetros que la gente los usa para tomarse fotos y obviamente cobro porque es parte del negocio. De esos tengo unas botas de huaso y unos zapatos de fútbol. Además, vendo unos relojes de pared de 30x38 centímetros, donde cada número es un calzado de fútbol de diferentes marcas. A eso le agrego el logo del equipo deportivo que prefieran", cuenta el artesano.
-Cambiando de tema, ¿cree que está desapareciendo el oficio de los zapateros?
-Están quedando muy pocos. Por ejemplo, en el sector donde vivo hay uno y ya tiene más de 90 años. En la plaza de Cartagena hay otro reparador pero ya casi no quedan. En la calle Victoria, en Santiago, donde venden el cuero y los materiales para los zapateros hubo un tiempo en que promovieron mucho los calzados nacionales hechos a mano. Esas eran puras suelerías y llenaron de tiendas de zapatos, pero ahora quedan pocas.
-¿Perjudicó mucho la venta de zapatos chinos a la industria nacional?
-Sí, y cuando empezaron a llegar zapatos americanos usados también. Ahora mandar a reparar sale caro porque han subido mucho los materiales. La gente hoy en día usa mucho las zapatillas al menos en Cartagena, porque acá es incómodo andar con tacos por las calles en subida o el mismo estado de las calles.
-¿Cuál es su meta por cumplir?
-Tener un puesto estable en la terraza porque salgo a vender en las calles, pero no voy a andar arrancando de Carabineros. Me gustaría estar en un lugar estratégico para vender mi artesanía. La terraza sería lo ideal porque ahí llegan todos los turistas.
"Los zapatos en miniatura los empecé a hacer cuando tenía 13 años. Ahí fui autodidacta porque comencé a trabajar en una reparadora de calzado y fábrica de zapatillas de descanso".
"Al principio me costó un poco (vender) porque la gente no conocía el arte que yo hago. Hasta el día de hoy hay gente que queda sorprendida cuando ven los calzados en miniatura",
Arturo Méndez