El hombre que apuesta por mantener la tradición de los cuchuflís, palmeras y barquillos
El cartagenino Víctor Cortés Menares aprendió a los nueve años a elaborar estos deliciosos productos y desde esa época se ha dedicado a deleitar a sus clientes.
Víctor Cortés Menares (63) aprendió siendo un niño a elaborar las delicias que lo han hecho conocido en el Litoral Central. Cuchuflís, barquillos y las infaltables palmeras que cada verano deleitan a quienes llegan a las playas son su especialidad.
Cuenta que en la época estival prácticamente no duerme, ya que comienza a trabajar muy temprano y no descansa hasta que tiene todo listo para la jornada siguiente.
Para este vecino de Lo Abarca, que nació y creció en el centro de Cartagena, su oficio lo llena de alegría y satisfacción, tanto que anhela que alguno de sus hijos o nietos siga sus pasos para no enterrar la tradición, algo que no ha podido conseguir hasta el momento, pero no pierde la esperanza de lograrlo con una de sus nietas.
Dentro de las metas que tiene junto a su esposa, está el crecimiento del negocio, para lo cual ya está trabajando arduamente: muy pronto podrá sorprender a sus fieles clientes con más productos exquisitos.
"Aprendí este oficio por esas casualidades de la vida a los nueve años. Nosotros teníamos unos vecinos que fabricaban barquillos. Yo iba a mirar cómo los hacían como todo niño curioso y nos daban las 'churrascas' que salían malas y como estaba más grandecito empecé a ayudar a embolsar. Un día el vecino me preguntó ¿quieres aprender? Y yo acepté. Me dejó un día a prueba y me salían buenos, les tomé el punto altiro. Así empecé a trabajar, a los 10 años ganaba un sueldo de adulto, porque eran muchas horas. En ese tiempo se vendía harto cuchuflí, entonces la mano de obra era necesaria. Como aprendí de buena manera el hombre me tenía trabajando todo el verano", recuerda Víctor.
-¿Qué le dijeron sus papás cuando empezó a trabajar siendo tan pequeño?
-Nada, porque éramos una familia muy humilde, entonces cualquier recurso extra que entrara era muy bueno. Nosotros éramos seis hermanos, el papá trabajaba en una panadería y el sueldo era malo. Con lo que yo ganaba servía para comprar útiles escolares, los zapatitos, el uniforme y ayudar en la casa también. Antes era muy duro, ahora los tatas y los papás nos preocupamos de que a los niños no les falte nada.
¿A qué se dedicaba su papá en la panadería?
-Él era conocido por el canto, el baile y porque hacía berlines y manzanas confitadas. Mis abuelos y toda la familia venían de Santiago de vender lo mismo a la playa.
-El esfuerzo siempre ha estado presente en su vida...
- Cuando recién nos casamos, la cosa estaba tan mala que con mi señora nos pusimos a hacer pan para vender. Mis hijos estaban chicos y salían a entregar el pancito que nos encargaban. Así ha sido mi vida, llena de sacrificios, el que no se sacrifica no sabe lo que significa. A veces me pongo a conversar con mis nietos y les cuento mi historia. Yo incursioné en todos los oficios de playa, vendí pan de huevo, pan amasado, helados y varios años me dediqué a los avioncitos que hacía con plumavit, se cortaban con una hoja de Gillette y les ponía una colita que hacía con papel importado de volantín para darles más color. Hasta de "Viejito Pascuero" he trabajado.
-¿Alguno de sus hijos ha seguido con la tradición?
-Hasta el momento ninguno ha querido aprender, pero yo pienso que esta tradición no tiene que perderse. Ojalá a alguno le dé por dedicarse a este oficio que es tan lindo o a algunos de mis nietos. Mi nieta que tiene nueve años me ayuda a embolsar las palmeras. A ella le gusta ayudarme, va bien encaminada. En los eventos importantes trabajamos todos, mi señora, hijos y nietos. Nos vestimos iguales para que sea como una empresa familiar.
-¿Cree que se está perdiendo este oficio?
-Somos muy pocos los maestros que quedamos acá en la zona. Yo pago patente porque soy de la idea que hay que aportar también. Quiero construir un "tarro", porque antes uno vendía en un tarro blanco como de un metro de alto y la bandeja era la tapa. Me gustaría llegar a eso por la tradición. Yo creo que me voy a morir en esto y feliz porque yo no fabrico cuchuflís solo por hacerlo, los hago porque me gusta hacer los mejores, para eso compro la mejor harina, un buen manjar nacional, para que sea un producto de calidad.
-¿En qué parte vende sus productos?
-Vivo cerca de los restoranes que están en Lo Abarca y vendo en el pueblo en general. A veces los vecinos vienen a comprar a mi casa, tengo mis entregas en pastelerías y a particulares por ahí que son permanentes y con eso me salvo todo el año. Trabajo todos los días de lunes a lunes desde las 6 de la mañana hasta la 1 ó las 2 de la mañana a veces en el verano. En invierno trabajo de lunes a viernes en la construcción y hago cuchuflís pero para entregar a los negocios.
-¿Todavía trabaja en construcción?
-Sí, cuando sale algo de pega, pero ya quiero dejarla porque es muy pesada para mí.
-De todos los productos que hace, ¿cuál es el que más le piden?
-El cuchuflí es el producto estrella. Cuando hay fiestas importantes en la zona me mandan a hacer cuchuflí con rellenos especiales, el con manjar coco se vende altiro apenas lo pongo. Tengo otros rellenos como manjar almendra y manjar nuez. Tengo un muy buen cliente de un restorán y otra persona de un local de Santo Domingo.
¿Qué meta tiene por cumplir con su trabajo?
-Tenemos en proyecto hacer una cafetería en la casa, ese es mi proyecto de vida. Además quiero construir una pérgola grande en el patio que tengo atrás y poner columpios y un balancín para los niños, para que disfruten cuando vengan a comer cuchuflí y los grandes a tomarse un cafecito.
-¿Alguien le ha comentado que le compraba cuando era niño?
-Sí, me ha pasado con gente que viene a comer al restaurant El Sauce, por ejemplo, y me han dicho 'a usted lo conozco, le compraba barquillos cuando yo era chico' o me preguntan si mantengo la misma receta y les confirmo que es la misma de siempre. Esas cosas son gratificantes.
-¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?
-A mí me gusta trabajar en esto, soy feliz, los hago con cariño y trabajo hasta cuando está lloviendo, porque cuando uno depende de lo que hace hay que seguir nomás. Hasta diciembre trabajo solo los fines de semana en los cuchuflís, después hago solo para entregar a negocios porque no me alcanzaría el tiempo para salir a vender a la calle. Hago cuchuflís, barquillos, palmeras y cabritas.
-¿Le gusta vivir en una zona rural como Lo Abarca?
-Mucho, antes vivía en Cartagena, en el centro, y después de unos años de matrimonio nos venimos a Lo Abarca. Acá mantengo la tradición porque recuerdo que cuando era niño veníamos acá a vender y volver a este pueblo es para mí algo lindo, especial.
Viejito pascuero
Un recuerdo que lo emociona es cuando asumió como "Viejito Pascuero" de la junta de vecinos de su sector. Ver a niños que no recibían regalos la noche de Navidad lo afectaba y en más de una ocasión debió recurrir a su bolsillo para darles una sonrisa a los pequeños.
"Un año en la junta de vecinos no tenían un Pascuero para la fiesta de los niños y me ofrecí. Como no tenía barba… (ríe) me pegué algodón en la cara con neoprén. Anduve "volado" todo el rato. La idea era que los niños vieran que la barba no se salía, pero al final se asustaron. Como soy flaco tuve que rellenar el traje con cojines, me puse unas botas de agua y me hicieron una hebilla con papel plateado para el cinturón. Era un Viejo Pascuero humilde. El segundo año fui un poco más arreglado. Para el tercer año ya fui más producido, con un traje bonito", rememora.
-¿Le gustaba el rol de "Viejito Pascuero"?
-Ser "Pascuero" me generaba sentimientos encontrados, porque soy sensible y a veces había niños que no iban a recibir ningún regalito, ni una pelota plástica. Hubo veces en que tuve que poner plata de mi bolsillo para llevar pelotas de plástico para los niños que no tenían regalo. Cuando uno vive en un lugar donde existe la pobreza es difícil y no siempre es por falta de trabajo, muchas veces los papás son buenos para beber y se toman la plata que debería ser para cumplir con su responsabilidad con los niños.
-¿Recuerda algún momento que lo haya afectado?
-Una vez una niñita me dijo en la tarde, tío Víctor yo ya no creo en el Viejito Pascuero porque mi papá me dice todos los años que me va a traer una bicicleta y nunca me la ha traído. Yo le dije, mijita, pienso que este año el Viejito Pascuero te va a traer la bicicleta. Cuando fui a repartir los regalos, la niña me dijo 'Viejito Pascuero, ¿y la bicicleta?'. Le respondí que no la pude llevar porque andaba muy cargado de regalos, pero que se la iba a mandar con su papá. No pasaron ni 10 minutos y el papá llegó con la bicicleta. Después me fui a cambiar de ropa y la niña cuando me vio me dijo 'tío Victor tenía razón, el Viejito Pascuero me trajo la bicicleta'.
"Así empecé a trabajar, a los 10 años ganaba un sueldo de adulto, porque eran muchas horas. En ese tiempo se vendía harto cuchuflí, entonces la mano de obra era necesaria",
Víctor Cortés
"Así ha sido mi vida, llena de sacrificios, el que no se sacrifica no sabe lo que significa. A veces me pongo a conversar con mis nietos y les cuento mi historia".