El querido profesor que sigue recibiendo el cariño de sus alumnos después de 45 años
Jaime Soto se desempeñó como docente de matemáticas y física en el liceo Fiscal de San Antonio hasta 1981. Fue un periodo de ocho años, ya que luego renunció a la docencia para asumir como supervisor de ventas en la CCU.
El profesor Jaime Soto Rivera ingresó en mayo de 1973, con sólo 23 años, a hacerse cargo de las clases de matemáticas y física al, en ese entonces, liceo Fiscal de San Antonio, que en esa época era dirigido por el rector Ascencio Ronda Gayoso, destacado docente de historia, quien además fue historiador, faceta en la que escribió una amplia variedad de libros sobre la provincia y diversos aspectos de la comuna puerto.
El joven maestro comenzó haciendo pocas horas de clases en un principio, sin embargo, recuerda que estas se multiplicaron con el paso del tiempo, dejándole muy pocos momentos para descansar. Esto, sumado a que no se recompensaba económicamente, lo hizo tomar un camino diferente en el ámbito laboral.
En los ocho años que se desempeñó como profesor asegura que no sólo se preocupó de educar entregando conocimientos relacionados con su asignatura, sino que motivó a los jóvenes a ingresar a la educación superior, para lo que impulsó ensayos de la Prueba de Aptitud Académica, haciendo que sus alumnos se interesaran en acceder a la universidad.
La cercanía y la disposición que tuvo lo hizo ganarse el cariño de los estudiantes, algo que se mantiene hasta hoy. Esto se evidencia en que, para el cumpleaños de Jaime Soto, varios exalumnos le enviaron regalos e incluso un saludo con mariachis, sorpresa que le hicieron llegar a su actual domicilio, en Temuco, donde reside desde hace varios años.
"Trabajé durante ocho años en el Liceo Fiscal de San Antonio. Fui contratado el 1 de mayo de 1973 por el señor Ronda porque había una necesidad clara de profesores de matemáticas. Él me permitió tomar 6 horas inicialmente, después 20 y terminé haciendo 80. También hacía clases en la Escuela Industrial y en la nocturna", recuerda al teléfono desde La Araucanía.
-¿Por qué dejó la docencia?
-Me despedí del liceo en 1981 cuando terminé con el 4° "A" que egresó el año 80, pero estuve dos semanas trabajando en marzo antes de terminar mi periodo como profesor a raíz que durante el verano trabajé como vendedor en la CCU y surgió la oportunidad de postular al cargo de supervisor de ventas. Me fui porque gané el concurso. Dejé la educación con mucho dolor, fue muy duro porque ya habíamos entrado a clases cuando me llamaron al liceo para informarme que había sido aceptado. El rector escuchó la conversación y me dijo que tomara la oportunidad laboral porque era mucho más conveniente que la que tenía en el colegio. Si hubiera tenido una mejor situación en la parte económica, todavía estaría haciendo clases.
-¿En qué cree que aportó a sus alumnos?
-Quise hacer de mi vida algo diferente ayudando a los alumnos del liceo Fiscal y de la Escuela Industrial a través del aprendizaje, pero con un sentido humano, donde había que buscar cómo una persona que era hijo de obrero o de pescador pudiera tener acceso a la educación superior, para eso todos tenían que comprometerse a una sola cosa: estudiar.
-¿Qué siente al saber que sus exalumnos lo siguen recordando con cariño?
-Hoy mi hijo me ha estado leyendo un listado de saludos de mis exalumnos, no he contestado porque siguen llegando mensajes. La verdad es que me siento orgulloso de lo que hablan de mí. El próximo 21 de enero voy a juntarme con la generación que egresó el año 77. Organizaron un almuerzo por los 45 años que se cumplen desde que salieron del liceo y en febrero tengo la reunión con el 4°A que fue el último curso que tuve tres años como profesor jefe y un año como profesor de asignatura. Hoy sigo siendo Jaime, sigo siendo el amigo.
-¿Qué destacaría del último 4° medio que tuvo a cargo?
-Es extraordinario lo que pasó con ese curso (4°A 1980). Hubo una gran cantidad de alumnos que quedó en la universidad, lo que rompió los esquemas de lo que eran los cursos que había en el liceo. Se mejoró un grupo de alumnos con el apoyo de los profesores a los que nos gustaba hacer cosas positivas.
-¿Tenían buena relación los profesores con los jóvenes?
-Los profesores más jóvenes jugábamos babyfútbol con los terceros y cuartos medios los sábados entre la una y media y un cuarto para las tres de la tarde, porque a las tres empezábamos los ensayos para la Prueba de Aptitud Académica. Los chiquillos jugaban duro pero leal, no con ganas de quebrarle la pierna al profe (ríe). Los alumnos quedaban impresionados de ver a los profesores corriendo, haciendo de las suyas y se daban cuenta que eran buenos y los desafiaban en la cancha. Esos partidos eran una forma de compartir con ellos.
-¿Qué piensa cuando ve imágenes actuales de San Antonio?
-Lo que puedo sentir es pena al ver cómo perdimos nuestro puerto, cómo perdimos el centro histórico del comercio de San Antonio. No veo avances, sólo en el puerto.
-Antes había más respeto y disciplina en los colegios. ¿Cómo ve lo que sucede actualmente en las aulas?
-Cuando salí de la educación me juntaba con mis colegas y me comentaban que yo no habría servido para enfrentar este tipo de educación, donde un muchacho o una niña se ponen con un nivel de insolencia que no se puede soportar. No tienen claro que en la vida hay que vivir para construir no para destruir.
-¿Piensa que antes había más disciplina en los colegios?
-Sí, antes había disciplina, cuando entraba a la sala algún profesor o apoderado, los estudiantes se ponían de pie, era una bonita forma de ser y se fue generando una linda etapa en el liceo en que hicimos muchas cosas y las vivimos a concho. Tuve tres giras de estudios a Chiloé. Se hacía todo un esfuerzo para viajar y conocer el sur de Chile y se lo merecían porque había un deseo de aprender.
-¿Cómo recuerda a Ascencio Ronda?
-El señor Ronda tenía un dicho que era 'detenerse es retroceder y el movimiento se demuestra andando', en cada licenciatura lo decía porque él hablaba en términos académicos para dejar claro que todo se puede hacer a través de la educación. Era un hombre muy serio, pero también bonachón, correcto y para nosotros los jóvenes era un hombre al que seguíamos. Era un profesor al ciento por ciento, muy educado, culto y por lo tanto daba gusto estar en una reunión con él por la forma en que se dirigía a todos. Tuve la oportunidad de ver a otros directores que llegaron y no tenían cómo igualarse a él. Fue un hombre muy bueno y se lamentó su muerte, al igual que la señora Tegualda Quiroz que era la inspectora general, que era un encanto de mujer muy respetada.
-¿Respetaban los alumnos las reglas del liceo?
-Cuando salíamos de viaje había un papá que quedaba como coordinador y le notificábamos lo que hacíamos en el día, tenían prohibido tocar un trago, pero no faltaban los que el primer día querían "saltar el cerco". Una vez en la noche nos juntamos a tomarnos un café y nos dimos cuenta que faltaban tres estudiantes. Nos quedamos todo el curso esperándolos. Llamamos al apoderado coordinador y les dijimos que al otro día se iban. Se hizo una reunión con las mujeres en un lado, al otro los hombres y en otro lado las apoderadas. Ellos pidieron una oportunidad y se la dieron.
-¿Cómo se preparaban para la Prueba de Aptitud Académica?
-En esos ocho años tuve la oportunidad, con la autorización del señor Ronda, de ser durante cuatro años el coordinador de los liceos de San Antonio con la universidad. Tomé la batuta de ir a buscar material y logré que vinieran a tomarles exámenes al liceo, pero no era sólo para el liceo Fiscal, sino que para el de Cartagena, Llolleo, Santo Domingo. Citaban a todos los cuartos medios un día sábado y hacían un ensayo de la prueba. Se revisaban y les daban los puntos que habían obtenido. Eso me gustó mucho porque les daba la oportunidad de traer a profesionales que les hacían charlas, nos entregaban facsímiles para practicar y facilitaba la entrada directa a la Universidad de Chile. Me motivaba hacer esa labor.
-¿Le gustaría volver a San Antonio en algún momento?
-Me encanta ir a San Antonio, pero nos duele ver tanta suciedad, rayados con pintura y desorden en el centro. Antes para el mes de María íbamos al cerro La Virgen a la misa el sábado y subíamos al cerro, pero ahora ya no se ve porque está rodeada de tomas. Es una pena porque hay tanta gente que no es de San Antonio, ni del país y que en vez de aportar para ir tirando para arriba, lo hace para que nos vayamos hacia abajo.
-¿Qué reflexión puede hacer como profesor sobre la educación actual?
-Uno va aprendiendo cosas en la vida y los profesores en aquella época éramos sanos y no había tanto consumo de alcohol como ahora, incluso en estudiantes de enseñanza básica. Yo siento harto todo lo que se perdió y lo que se ha perdido en la educación. Dejamos de preocuparnos de los jóvenes y nos quedamos en dejarlos que hagan lo quieran y eso no es válido. Se necesita que el profesor sea una persona que tenga "antenitas" para detectar cuando los estudiantes tengan algún problema y acercarse, dejarlos hablar y escucharlos.
"Dejé la educación con mucho dolor, fue muy duro porque ya habíamos entrado a clases cuando me llamaron al liceo para informarme que había sido aceptado (en su nuevo trabajo)".
"Lo que puedo sentir es pena al ver cómo perdimos nuestro puerto, cómo perdimos el centro histórico del comercio de San Antonio. No veo avances, sólo en el puerto",
Jaime Soto




