La visión de la comuna de un sanantonino que lleva casi medio siglo radicado en España
Enrique Payacán Vega destaca la labor educativa del museo, la calidad del trabajo de los artesanos y el auge de Llolleo, sin embargo, exige dar a conocer los atractivos de la comuna puerto dentro y fuera de la provincia.
Casi medio siglo radicado en España lleva Enrique Payacán Vega, lo que se evidencia en su acento a la hora de hablar. Un asunto familiar lo trajo de regreso hace un año de manera transitoria y en todo este período ha recorrido diversos sectores de la comuna puerto, lo que le ha permitido hacerse una visión de los cambios que ha experimentado San Antonio en el último tiempo. Su anterior visita a la ciudad que lo vio nacer y crecer fue hace seis años.
Este amante del arte, la pintura y la escritura, cuenta que vivió durante su infancia y hasta la adolescencia en la población San Pedro, en Llolleo, donde fue vecino de su amigo Roberto Bescós, con quien compartía jornadas de juegos y aventuras que recuerda hasta hoy.
Con relación al San Antonio actual, Payacán declara que hay muchos atractivos que son parte del patrimonio cultural de la comuna, pero que incluso los vecinos no conocen por falta de información acerca de estos o porque no se potencia de manera adecuada el turismo para atraer más visitantes.
-¿Hasta qué edad vivió en San Antonio?
-Nací en Llolleo, pero por muchas circunstancias me he tenido que marchar alrededor de los 15 años y luego sólo han sido visitas turísticas en las que he visitado el puerto nuevamente. Llevo casi 48 años en España, en Barcelona, ya soy prácticamente un ciudadano catalán. Lo que me puede atar al país son las raíces mapuches.
-¿Qué recuerdos tiene de cuando era niño y vivía en Llolleo?
-Recuerdos muy bonitos. Vivía en un barrio humilde, que es San Pedro. Hoy lo he visto más deteriorado a la vista de lo que era mi visión como niño de entre 6, 7 ó 12 años era de aventura, porque teníamos el bosque al lado, un pequeño riachuelo que se llama Llollito y la playa Llolleo. Era un barrio común y corriente de gente trabajadora. Estar cerca del estero, que en esos años llevaba agua y con los amigos que íbamos pescábamos, nos divertíamos, en fin, hacíamos mil descubrimientos.
-¿Qué juegos recuerda de esa época?
-Cuando niño había muchos muchachos en el barrio con los que compartíamos las mismas aventuras el fin de semana. Nos encaramábamos en las dunas como si fuésemos verdaderos exploradores. En ese entonces había muchas dunas en todas estas zonas y uno podía descubrir mil cosas o jugar a tirarse rodando. Incluso en Llolleo existía un sitio muy bonito subiendo por el puente Llollito. Había una casa castillo donde tenían unos cañones y un torreón, cosa que ya no existen lamentablemente.
-¿Conserva algún amigo de su infancia?
-Tengo un buen amigo de niñez que todavía está. Posiblemente mucha gente en San Antonio lo conoce, él se ha convertido en un escritor de acá. Es Roberto Bescós, un gran amigo de la infancia, vivía al lado de mi casa y soñamos con miles de aventuras juntos.
-¿En qué colegio estudió?
-En el liceo Fiscal, en el cual compartí con muchos compañeros, precisamente ellos se han reunido en enero después de 50 años de haber estudiado juntos. Me invitaron, pero yo tenía otras obligaciones. Recuerdo bellos momentos como cualquier niño o joven que va a estudiar, intentando cumplir lo mejor posible con los estudios, compartir lo mejor posible con los amigos, con salidas y por supuesto, siempre salen las primeras pololas y son una ilusión cuando uno empieza a mirar a las niñas lindas y no sabe cómo hablarlas.
-¿Cómo ha visto el lugar donde creció?
-Hacer una comparación hoy es triste porque el barrio ha cambiado mucho, no por la gente, pero se ha deteriorado y se ve todo más abandonado y triste. Ese paseo habitual que uno hacía a la playa de Llolleo se puede decir que no existe. Antes íbamos con los padres a visitar los Ojos de Mar y para nosotros era todo muy bonito, silvestre, natural. Entonces ver una serie de camiones abandonados, un desorden y poco cuidado se vuelve un poquito triste la verdad.
-¿Cómo encuentra que está la provincia?
-La provincia no puedo decir que se ve descuidada ni mucho menos, porque hay cosas muy positivas, sin embargo, hay otras por ejemplo que me han advertido, como el tema de la seguridad. En el San Antonio de ayer podía caminar tranquilo del brazo de mis padres y nunca sentí esa inseguridad tan terrible que hoy por hoy he sentido. Por suerte nunca me ha pasado absolutamente nada, pero se nota una inseguridad general, lamentablemente.
-¿Hay algún lugar que visita cuando viene a San Antonio?
-Sí, Puertecito, pero echo de menos más recorridos porque realmente es bonito San Antonio y la costanera está sólo hasta ahí. Vengo de Barcelona que también es una ciudad muy turística, entonces cuando veo los cruceros que vienen acá y veo que no hay cosas que mostrar, o las tenemos pero no se potencian.
-¿Cree que falta promover más el turismo en la comuna puerto?
-Claro, pero para promover el turismo hay que ofrecer, y lo que no puedes ofrecer, que me perdonen los ambulantes, es una tracalada de tiendas todas tiradas por las calles. Tendría que haber un cierto orden, un cierto gusto para las cosas.
La gente al museo
Un detalle que no dejó indiferente a Enrique Payacán es que no hay locomoción para llegar al Museo de Historia Natural e Histórico de San Antonio, en la parte alta de Llolleo.
"He visitado varias veces el museo de San Antonio, tengo amistades allí y lo seguiré visitando cada vez que pueda. Mucha gente me ha dicho que no lo ha visitado nunca y eso me llamó la atención. Pregunté si había micros o algún colectivo que llegara hasta el museo y me dijeron que no, que llega cerca pero no hasta el mismo lugar. Son cosas preciosas y de una gran riqueza cultural, aparte de la visión panorámica que tiene. Además, debería haber un entorno muy adecuado y lo que pasa es que el museo está muy bien dentro de sus recursos, está intentando hacer lo mejor que puede, pero sales del museo y alrededor hay suciedad. Eso no puede ser", afirma.
-¿Qué destacaría positivamente de lo que ha visto en este viaje?
-En Llolleo he visto una transformación brutal y en menos de seis años. Es un lugar donde se puede estar, ir a comer, pasear y los sábados hacen unas pequeñas fiestas donde se llena de gente. Da mucha alegría ver nuevos negocios, nuevos emprendedores y nueva gente que va a visitar esta ciudad. Antes Llolleo era como un rincón de viejitos, pero ahora no, se ve mucha juventud y una cosa rara, se ve seguridad, al contrario de lo que ocurre en el centro de San Antonio.
-¿En qué se desempeñó laboralmente?
-Cuando llegué a España me tuve que dedicar a todo, desde servir mesas en un restaurante a dirigir a un grupo de gente, convertirme en técnico, viajar a Alemania, Francia, para otros tipos de labores. Me he movido lo mejor que he podido en la vida, también en la parte artística pintando, dibujando y vendiéndolas en Barcelona de a poco. No tengo ninguna fama ni mucho menos, pero era el momento en que había que buscarse la vida lo mejor posible de la manera más honrada.
-¿A qué se dedica en sus ratos libres?
-Dibujo, pinto, he escrito algunas cosas, me gusta el arte. Eso entra en la cultura de la zona. Tengo que reprochar un poquito quizás a la parte educativa que cuando pequeño nos robaron un poquito de la cultura que teníamos en nuestros pies, que es toda la cultura bato y mapuche que hubo aquí. Todas estas cosas las vine a descubrir en España, no acá porque nadie me las enseñó.
-¿Siempre le gustó el dibujo?
-Desde muy pequeño. Cuando estaba en kínder la tía puso una silla en el salón con su bolso y un pañuelo y nos pidió que lo dibujáramos. En un momento esta señora me dijo 'Enrique, tengo que hablar contigo y con tu papá, yo temblé porque no entendía qué pasaba. Mis padres fueron y luego de hablar con ella se acercaron a mi con el dibujo y me felicitaron. Para mí fue un choque brutal con el arte (ríe).
-¿Qué opina de la calidad de la artesanía local?
-Hay artesanos que están haciendo cosas muy bonitas, no sé por qué no se muestran más a nivel de San Antonio. Hay cosas que me sorprenden como los oficios que están desapareciendo, como el típico artesano que arregla o fabrica zapatos. En Barrancas hay un señor que hace zapatos y realmente es una maravilla. Los hace desde cero y no es nada chino, sino que todo lo fabrica a mano. Esta zona tiene un espíritu artístico, hay personas que sin tener estudios especializados tienen esa pincelada artística. Eso es parte de la naturaleza propia y toda esa cultura hay que aflorarla para que quienes vienen vean toda esa riqueza humana, de historia, geografía, que está ahí, es cuestión de planteársela para que nos conozcan mucho más.
"En el San Antonio de ayer podía caminar tranquilo del brazo de mis padres y nunca sentí esa inseguridad tan terrible que hoy por hoy he sentido",
Enrique Payacán
"Hacer una comparación hoy es triste porque el barrio (San Pedro) ha cambiado mucho, no por la gente, pero se ha deteriorado y se ve todo más abandonado y triste".