"Hemos entrado en una de las peores crisis que puede afectar a un país"
En conversación con Diario El Líder, reflexionó sobre la crisis de seguridad y de confianza en la sociedad chilena. Apuntó a la necesidad de prevención y de "fotografiar la esperanza".
En marzo del 2014 el papa Francisco nombró a Cristián Contreras Villarroel como obispo de la diócesis de Melipilla, circunscripción eclesiástica que reúne a las comunas de San Antonio, Cartagena, El Tabo, Santo Domingo, Navidad y las otras diez que componen a las provincias de Talagante y Melipilla.
En las conmoraciones de Semana Santa abordó la "crisis de seguridad", hizo un llamado a denunciar "la maldad en nuestra patria", la migración y la situación que vive San Antonio.
Ahora, en conversación con Diario El Líder, se refirió a la "crisis de confianza", que va desde los gobiernos hasta la propia iglesia.
"La ciudadanía percibe que los gobiernos, cualquiera sea su color político, no son capaces de satisfacer lo básico para llevar una vida digna. Por otra parte, el fenómeno delictual en Chile es más violento que hace una década. Se constatan delitos de alta connotación, inmigración ilegal descontrolada, la sensación de vivir en una ciudad violenta e injusta. Tenemos que preguntarnos si las instituciones están preparadas para enfrentar esto. No podemos pedir a las instituciones de ayer que se hagan cargo de la sociedad de hoy. Lo que está en juego es la estabilidad democrática, por eso es necesario trabajar en prevención social especialmente en el mundo juvenil. Una gran parte de la sociedad se siente violentada por el entorno. Esto genera fractura en los niveles de confianza, y la confianza es necesaria para vivir en sociedad", manifestó.
-Atendida esta situación de crisis, ¿qué horizonte de salida visualiza?
-A nivel local, apoyar a los vecinos para recuperar los espacios públicos, creación de zonas recreativas, deportivas, centros culturales. A nivel macro, suscitar instancias para lograr un acuerdo o pacto social, de lo contrario se acrecienta la percepción de la ineficiencia del sistema político, y lo más peligroso es que una vez que progresa la crisis de seguridad, surgen ideas de salidas falsas como los populismos, autoritarismos que prometen ofrecer la protección que el Estado no otorga.
-En medio de esas conmemoraciones se refirió a la migración, agradeció el aporte de la comunidad migrante y manifestó que "la delincuencia no tiene nacionalidad". ¿Qué tan preocupado está del discurso anti migrante que hay y qué llamado hace en este contexto a quienes caen en ese discurso?
-Estigmatizar a personas por su nacionalidad o por el barrio donde habitan simplemente por algunos que delinquen es profundamente injusto. Recuerdo que, viviendo en Italia a mediados de 1990, viajamos a otro país tres sacerdotes, dos chilenos y un colombiano. En el aeropuerto el hermano colombiano fue llevado a una oficina y sometido a una verificación de su identidad porque Colombia era conocida por el narcotráfico. En este contexto quiero expresar mi gratitud a las familias y personas de bien que han venido a Chile escapando de regímenes totalitarios y populistas.
"Los migrantes han aportado a Chile desde su cultura, religiosidad, gastronomía, servicio a las familias con personas adultas y desde sus profesiones como personas competentes en el campo de la salud: médicos, doctoras, enfermeras. Personalmente agradezco el aporte a Chile. Un discurso nacionalista si es asumido por personas ignorantes puede ser muy peligroso al sembrar intransigencia".
-En este mismo contexto lamentó lo que pasa en San Antonio respecto a que sea punto de narcotráfico. En el último tiempo se ha hablado mucho de esta ciudad de forma negativa. ¿Comparte ese sentimiento y qué mensaje le entrega a la comunidad?
-No lo digo yo. Un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito constató que el puerto de San Antonio es un punto primordial para el ingreso y el posterior traslado de la droga a latitudes como Estados Unidos, Europa y otros muchos países (…). Las autoridades no se han referido a este flagelo, al menos no ha sido noticia. Escucho a ciudadanos honestos que se quejan por el problema de las tomas de terreno explotadas por bandas criminales que usufrutuan de la pobreza de la gente.
-En la vigilia pascual manifestó su preocupación por varios males de la sociedad. Dijo que vivimos en un contexto con "dificultades, odios, problemas familiares, soledades existenciales y un ambiente erotizado que lleva a las personas a nuevas formas de idolatría". Ante ese diagnóstico, ¿cómo podemos superar ese momento?
-Diría, más bien, que debemos recuperar la confianza. Después de escuchar a muchas personas, es posible afirmar que hemos entrado en una de las peores crisis que puede afectar a un país. No es la crisis económica y política, ni siquiera la crisis de crecimiento productivo. Es la crisis de confianza que abarca desde el 'hoy no se fía, mañana sí', hasta desconfiar de todo tipo de autoridad económica, política, social.
"Las faltas de confianza destruyen las relaciones de amistad, de compañerismo y las más sagradas, como la de los hijos con sus padres o las de los cónyuges entre sí. Las personas de fe tenemos un desafío aún mayor, porque la fe es un acto de confianza. Dios Padre confía en su pueblo a pesar de sus traiciones, Dios envía a su Hijo a sanar y salvar a todas las personas, y envía al Espíritu Santo para renovar la faz de la tierra. Dicho de otro modo, no hay fe cristiana sin un acto de confianza. Y, por lo tanto, como cristianos jamás debemos propagar la desconfianza".
-En este mismo contexto dijo que "debemos ser centinelas de esperanza", ¿cómo podemos hacerlo?
-El Papa Francisco, hablando a los jóvenes, les dijo: 'Por favor, ¡no se dejen robar la esperanza! Esa que nos da Jesús'. Esa frase del Papa, me sirvió para una de las catequesis en la Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro. A más de un centenar de jóvenes de Latinoamérica los invité a sacar una foto a la esperanza para alimentar la enorme necesidad de esperanza que percibimos en el mundo. Pero, una esperanza cierta y no sólo una ilusión. ¿Qué fotografía de la esperanza focalizarían para regalarle a sus familias, vecinos y seres queridos? La fe y la caridad son muy fotogénicas. Basta ver a una persona en oración profunda para admirar su fe. ¿Y el amor, la caridad? Basta ver el rostro de una mamá que contempla a su hijo o hija recién nacida. El amor existe.
-Y entonces, ¿cómo fotografiar la esperanza?
-Pocas veces se deja fotografiar de cuerpo entero. Porque, si logramos sacar esa fotografía, ella deja de ser esperanza. Lo dice el apóstol: 'esperanza que se ve no es esperanza'. Y, sin embargo, hay fotos que la delatan con una proximidad impresionante. La más clara es la foto de una mujer encinta, con esa belleza y dignidad impresionante de quien espera su hijito. Se ve la mujer, se distingue su silueta, pero la guagüita viva, aún no nace. Sin embargo, se le espera. Esa es la esperanza.
-La Iglesia vivió momentos complejos tras una serie de denuncias. ¿Cree usted que la gente recuperó la confianza en la institución?
-Hace bien en preguntar sobre la realidad de los abusos. Me he referido a la crisis de confianza. También hay desconfianza hacia nuestra Iglesia por los graves abusos de diversa índole. Me refiero a los abusos de poder, de conciencia y sexuales perpetrados por personas que estaban llamadas a promover la vida de las personas y las lesionaron en muchos casos de po vida.
"Es un deber reconocer esta deplorable realidad de los abusos. Hay una verdad de la enseñanza de la Iglesia: lo que no es asumido, no es redimido. Hay que asumir primeramente el dolor indecible de las personas abusadas, ayudarlas en su recuperación integral, acompañarlas con personas competentes y espirituales. Hay que saber escuchar y acoger. Cuando se cometen delitos deben ser sancionados por la justicia ordinaria y también por la (Iglesia)", aseguró.
-¿Es la Iglesia un espacio donde sentirse seguro, especialmente en estos tiempos de incertidumbre?
-En la diócesis de Melipilla hemos constituido un Consejo de Prevención de Abusos y de Creación de ambientes sanos y seguros. Tenemos personas calificadas para recibir denuncias y abogados canonistas para un eventual juicio administrativo penal, una vez que la investigación previa declaró la verisimilitud de la denuncia. Por otra parte, puedo afirmar que en estos dos últimos años hemos realizados cursos en dos niveles de conocimiento para implementar todas las instancias para que las personas que acuden a los centros de Iglesia como las parroquias y colegios (estén seguras).
"El año pasado hubo cursos presenciales y otros on line. En ambos niveles han aprobados los cursos cerca de dos mil seiscientos agentes pastorales. También tenemos cuatro encuentros presenciales con los responsables de base de parroquias y colegios y dos con los Consejos Pastorales de las 31 parroquias para iniciar la implementación de algunos estándares que contribuyan a mantener espacios sanos y seguros en las comunidades parroquiales".
Finalmente, recalcó que "nos da esperanza que las familias confían en los sacerdotes, religiosas y educadores. Son centenares de niños que hacen la Primera Comunión y centenares de jóvenes y adultos que acuden a las catequesis de Confirmación. La religiosidad popular es un índice que las personas perseveran en la fe: las fiestas de Cuasimodo en la mayoría de las parroquias es un signo elocuente del amor al Señor. Lo mismo las fiestas de la Virgen de la Merced en la Isla de Maipo y la de San Francisco en El Monte y otras procesiones religiosas. Las personas piden la visita a los enfermos, tenemos seis colegios del obispado: dos en Talagante, tres en San Antonio y uno en Santo Domingo. Hay dos jardines infantiles en Melipilla y cerca de una treintena de colegios de congregaciones religiosas y laicos que adhieren a la enseñanza católica. Queremos anunciar a Jesucristo y su Evangelio para dar esperanza a la gente, ser una Iglesia en salida y una Iglesia de puertas abiertas para que todos encuentren un lugar donde reunirse, encontrar alivio en las dificultades y agradecer a Dios por todos sus dones".
"Un discurso nacionalista si es asumido por personas ignorantes puede ser muy peligroso al sembrar intransigencia".
"No podemos pedir a las instituciones de ayer que se hagan cargo de la sociedad de hoy".