Las hermanas que siguieron el legado de sus padres en la feria libre
Susana y Nadia Carreño Piña, quienes ofrecen paltas, tomates, aceitunas y uvas en su puesto, recuerdan que sus progenitores comenzaron hace 44 años en este sacrificado rubro.
Tres tipos de paltas, tomates, limones, aceitunas, chirimoya, mango y uva son algunos de los productos que ofrece Sandra Carreño Piña en su puesto de la Feria 1 de San Antonio. Junto a su hermana Nadia, atiende a las personas que se acerca atraídos por el aroma y el color de las frutas y verduras.
Es viernes y su lugar de trabajo corresponde al sector Los Pinos en Villa Italia, frente al gimnasio Montemar. "Las papas, las papas, las papas, lleven las papas chiquillas, le tengo la buena papa", grita a todo pulmón uno de los caseros que está a pocos metros. Más allá, otro vendedor promociona los cortes de zapallos. "Casera lleve el zapallo pa´engordar la pierna", vocifera con simpatía el hombre dueño de un vozarrón.
Las hermanas Sandra y Nadie Carreño cuentan con orgullo que provienen de una familia de feriantes, por lo que conocen a través de su experiencia cómo es la vida de quienes están detrás de las frescas frutas y verduras que las personas llegan a buscar a la feria libre.
-Susana, ¿cómo se inicia el trabajo en la feria en su familia?
-Mis papás partieron en la feria hace 44 años, cuando se inició. Yo los ayudaba cuando tenía 9 años, íbamos con mi hermano Luis Alejandro. Empezaron con un carrito, un saco de papas, una caja de tomates, un zapallo y una trenza de ajo, eso era todo lo que tenían en ese tiempo. Cuando llovía nos mojábamos enteros, pero siempre estuvimos aperrando junto a mis papás. Antiguamente a las 5 de la madrugada estábamos instalados. Fuimos una familia muy esforzada y toda la vida dedicada a la feria.
-¿Sabe qué motivó a sus papás a partir en este rubro?
-Mi abuelito paterno, Alfredo Carreño, era de Leyda y siempre venía a San Antonio con un canastito a vender queso. Además, traía gallinas y huevos. El se ponía a vender en calle Pedro Montt, en el centro. Mi abuelito le dijo a mi mamá que se pusiera a trabajar en la feria. Así mi mamá sacó un puestecito.
-Ustedes como hijos eran unidos a sus padres…
-Sí, éramos chicos, pero siempre les ayudábamos a trabajar y también estudiábamos. Nunca los dejamos solos.
-¿Cómo lo hacían cuando alguien de la familia estaba de cumpleaños?
-Nosotros venimos de una familia bien humilde, yo no me acuerdo de que alguna vez me hayan celebrado un cumpleaños. Incluso cuando chicos arreglábamos cajas del puerto. En esos años vivíamos en la calle Manuel Rodríguez y arreglábamos cajas. A nosotros nos compraban ropita usada, esa es la verdad y no me da vergüenza decirlo. Somos esforzados, por eso a nadie le niego nada. Gente que ha venido a pedirme, le doy porque sé lo que es no tener nada. Dios ahora me premió, tengo mi trabajo, no tengo de sobra, pero teniendo salud soy feliz con mi familia.
-Hay mucho esfuerzo en este oficio y eso la gente no siempre lo sabe…
-Para todos los que trabajamos en esto es sacrificado, tenemos que estar antes de las 6 de la mañana instalándonos, ir a comprar a La Vega, a Bellavista, en mi caso vamos a La Calera y a varias partes a comprar. Llegamos a las seis de la tarde recién a almorzar, porque llegas a la casa a hacer carga. Aquí todos nos conocemos desde chicos, la mayoría de los papitos han partido y ahora estamos los hijos. Esto es prácticamente una familia porque estamos todos los días juntos. Mi hermano también tiene un local más arriba, pero ahora está un poquito complicado de salud, pero está la esposa trabajando.
-Los gritos de los caseros son parte de su vida…
-Siempre, el de las papas, el zapallo y con todos los chiquillos nos conocemos, hasta con los que cuidan autos. A veces vienen y me dicen ¿tía necesita algo?, todos nos ayudamos.
-¿Las nuevas generaciones de su familia siguen la tradición feriante?
-No, yo tengo un hijo de 31 años, es independiente y trabaja en el puerto. En el caso de mi hermana Nadia, su hija está por titularse de enfermera. Somos cinco hermanos y mis sobrinos han estudiado. Tengo otra sobrina que es doctora, otro sobrino que sacó puntaje nacional y está estudiando Medicina en Santiago, otra se fue a estudiar a Nueva Zelanda y también hay una que es contadora auditora.
-¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
-El contacto con la gente es algo muy bonito. Acá uno se hace amistades.
-¿Cuándo descansan?
-Trabajamos los martes en calle Tacna, los miércoles en Las Lomas, los jueves en Las Dunas, los viernes en Villa Italia, los sábados en Tejas Verdes y los domingos en la 30 de Marzo. El domingo llegamos a las cinco de la tarde a la casa, en hacer carga nos dan las seis de la tarde para recién poder almorzar. Después tenemos tres horas para descansar y a acostarse. Todos los días es lo mismo. Siempre tengo limpiecita mi casa, así es que no es tanto el trabajo de aseo, pero tengo que dejar cocinado el almuerzo para el otro día. El único día que realmente paramos es el 1 de enero.
-¿Hay algún día de la semana en que se venda más?
-El fin de semana siempre anda mucha gente en la feria, pero el sábado es el que más vendo paltas. Es relativo en realidad.
-¿Reclama la gente cuando hay alzas en los precios?
-No, porque la gente está consciente de que las cosas subieron, no ponen peros, aunque compran un poquito menos cuando suben algunos precios.
-¿Qué cambios ha visto en todos estos años en la feria?
-Antes la gente compraba más, pero ahora se ve la situación que estamos pasando. Mucha gente lleva lo mínimo, se nota la diferencia en comparación con años atrás. Nosotros vendíamos harto, pero no me quejo, gracias a Dios.
-¿Cómo fue la pandemia para ustedes?
-Igual trabajamos con harto cuidado y seguimos abasteciendo al público. Había que sacar el permiso para poder salir, pero ahí estuvimos, trabajando como siempre.
-Es una tradición venir a la feria. ¿Conoce a clientes desde hace muchos años?
-Sí, imagínese que hay gente que le compraba a mi papá y me dicen, a ti te conozco desde chiquitita. Uno también conoce a clientas que vienen siempre, todas las semanas y mientras elige las cosas conversamos, ya nos conocemos.
-Aparte de su trabajo, ¿qué le gusta hacer en sus ratos libres?
-Me encanta escuchar música sobre todo la ranchera. Me gustan los charros. Acá también tenemos puesta una radio, cuenta entre risas, mientras pesa una bolsa con tomates en la balanza digital.
-¿Tiene algún sueño que quisiera cumplir?
-La verdad es que nunca lo he pensado, pero mi meta es seguir trabajando aquí en la feria hasta cuando más pueda.
Padres ejemplares
Nadia es hermana de Susana y con rapidez y amabilidad atiende el puesto. Quiso honrar la memoria de sus padres que ya partieron en esta entrevista.
"Quiero destacar a nuestros padres que siempre se esforzaron para que nunca nos faltara un techo ni un plato de comida, esa era la meta de ellos. Siempre viví con ellos y los cuidé hasta que partieron. Mi papá falleció el 2018 y mi mamá en enero de 2021. Los quise mucho y siempre los admiré", confiesa Nadia sin dejar de estar atenta a la clientela que no deja de llegar cuando ya son cerca de las 13 horas.
"Antiguamente a las 5 de la madrugada estábamos instalados. Fuimos una familia muy esforzada y toda la vida dedicada a la feria",
Susana Carreño,, feriante
"Antes la gente compraba más, pero ahora se ve la situación que estamos pasando. Mucha gente lleva lo mínimo, se nota la diferencia en comparación con años atrás",
Susana Carreño
"Quiero destacar a nuestros padres que siempre se esforzaron para que nunca nos faltara un techo ni un plato de comida, esa era la meta de ellos",
Nadia Carreño





