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"La memoria infinita" se estrena en salas como la candidata local al Goya

El documental de Maite Alberdi retrata el amor entre Paulina Urrutia y Augusto Góngora. La directora y la actriz reflexionan aquí sobre el aplaudido filme: "Es una película que nunca tuve muy claro si la iba a terminar o no", dice.
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Carolina Collins

El camino de "La memoria infinita" tuvo varias primeras veces. Era la primera vez que su directora, Maite Alberdi, usaba material de archivo, y no sólo el registrado por ella, y también era la primera vez que no tenía que explicarle a sus protagonistas de qué se trataba lo que iban a hacer.

Frente a la cineasta estaban Paulina Urrutia, una actriz de larga trayectoria y exministra de Cultura; y Augusto Góngora, un reconocido periodista, documentalista y productor. No había nada que explicar.

Lo que no sabían es que llegaría a las salas de cine un día como hoy con una medalla adicional a cuesta, pues ayer la Academia de Cine chileno la anunció como su carta para los premios españoles Goya. En esta categoría participó el 70% de los miembros de la academia.

Anteriormente, la película ya fue ovacionada en el Festival de Sundance, donde ganó el gran premio del jurado, y en el de Berlín.

La directora de "La Once" (2014) y la nominada al Oscar "El agente topo" (2020), retrató a esta pareja, que se mantuvo junta hasta la muerte de Góngora el 19 de mayo de este año, producto del Alzheimer que le había sido diagnosticado hace una década.

Alberdi siguió un camino distinto al de sus películas anteriores y se abrió a sumar material de archivo para poder retratar al fallecido periodista.

"La memoria infinita" tiene otra primera vez, pues la cineasta tuvo que ceder el control de lo que se estaba filmando a Urrutia, que en las cuarentenas de 2020, se hizo cargo de la cámara.

Así, el filme transcurre entre los videos caseros antiguos de la pareja, los registros de la actualidad filmados entre Alberdi y Urrutia, y el archivo de Góngora, que durante la dictadura integró el equipo de Teleanálisis y que fue una de las figuras clave de TVN.

-¿En algún momento dudaste si continuar con la película?

-Maite Alberdi. Más que dudar yo creo que pensé que se había terminado y que en realidad era un registro para continuar relacionándonos e investigando y ahí vería si volvía a grabar o no. Pero sí, es una película que nunca tuve muy claro si la iba a terminar o no.

Un amor profundo

Paulina y Augusto se conocieron en 1996 y empezaron una relación que se extendió por más de 25 años. Se casaron en 2016, cuando ya sabían del diagnóstico que marcaría sus últimos años juntos, en que la actriz cuidó de su marido.

"Si una sociedad no se olvida de la muerte, no trata de evitarla sino que sabe, comprende, que estamos enfrentados tarde o temprano a la enfermedad y a la muerte, recuperaríamos cierto sentido de vida", reflexiona Urrutia.

Esos últimos años están plasmados en el filme, donde hay registros dramáticos de la intimidad, pero también de profundas conversaciones. "Esas cosas tan profundas son cosas existenciales y, al mismo tiempo, son las cosas más sencillas que se me ocurría conversar con él", comenta la actriz. "Era un ejercicio permanente de conectarse y conectarnos con su memoria, con lo que él era capaz de recordar y percibir de lo que estábamos viviendo", agrega.

-¿Cómo vives este estreno ahora que Augusto ya no está?

-Paulina Urrutia. Como se ha ido dando, como un verdadero regalo. Sentir que Augusto está más vivo que nunca, que las funciones gratuitas se agotan, que lo van a poder ver, van a poder ver esta película en todas las regiones del país, que su relato llega en un año tan importante, donde se conmemoran los 50 años del golpe de Estado, donde todos tenemos la oportunidad de hacer un ejercicio de memoria, desde esa memoria emotiva; de lo que nosotros como pueblo vivimos y de lo importante que es la memoria para recobrar la verdad. Al mismo tiempo, en ese ejercicio reconocernos a través de algo que él tanto amó, que es el cine, de ver la capacidad transformadora del cine, de que la gente se reconozca, se vea en esta pequeña historia de amor y pueda comprender que es un ejercicio que todos tenemos que hacer para reencontrarnos y reconciliarnos con nuestro pasado.

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Góngora y Urrutia en uno de los momentos de su intimidad que retrata el documental.
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Los obedientes

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Al iniciar con la lectura de Los Obedientes, este cuento de Clarice Lispector que pertenece al capítulo de La Legión Extrajera (de Todos los Cuentos editado recientemente por Fondo de Cultura Económica), no puedo dejar de pensar en Edgar Allan Poe y algunas similitudes que se encuentran en el texto, como los vicios y cómo estos pueden ir transformando a una persona hasta sacar lo peor de cada ser humano y la parte oscura de los individuos hasta que dejamos todo lo bueno que nos caracteriza como especie, la humanidad.

La historia inicia con una pareja, un matrimonio, tan normal como cualquier otro que cumplían distinguidamente su papel con dignidad, algunos lo llamarían una vida ideal o de ensueño, pero descubren un vicio que los lleva a la necesidad de vivir más intensamente, cuando una vida tranquila ya no basta para ser feliz, se necesita más… El vicio de imaginar una vida diferente, universos paralelos, emociones intensas, amores secretos, héroes salvadores, entre tantas otras situaciones que parecen ser parte de la literatura marcada por los sentimientos más extremos.

Muchos añoran una vida tranquila, sin preocupaciones, con las necesidades básicas cubiertas, donde se sigan las reglas de la vida y las leyes. Una vida de obedientes. Pero, ¿una vida común es lo que todos y todas necesitan? Seguramente no, es por eso que la rutina vuelve a muchas personas en piloto automático, tanto que después nada de lo que pasa alrededor parece afectar la vida, no importa una guerra en otro lugar, un cambio de gobierno o cualquier sufrimiento o alegría de otros; cualquier situación que ocurra buena o mala no afectan el mundo interior de quienes ya dejaron de sentir.

Así, cansado de su rutina, este matrimonio comenzó cada uno por su lado a imaginar un mundo paralelo, especialmente amoroso, lleno de relaciones con un amante salvador de la vida y la rutina. Sin embargo, los años siguieron pasando y nada nuevo ocurrió. Hasta que un día la esposa al perder toda perspectiva y verse al espejo con la sensación de una vida completa desperdiciada, decide en un segundo suicidarse arrojándose por la ventana, sin siquiera dejar una nota.

El marido como ya estaba acostumbrado solo siguió su rutina, sin sobresaltos ni cambios, así continuó sus días caminando con la mirada pérdida sin observar algo en particular e imaginando otra realidad.

La rutina parece agobiar a los personajes, quienes necesitan emociones más intensas para seguir viviendo, ya que una vida común no parece satisfacer sus expectativas.

Espero que las situaciones como la descritas en este cuento no sean la de cualquiera y que cada persona sienta que dejará algo, algún aporte a este mundo cuando ya no esté en él.

Sin duda, el relato es un excelente cuento de Lispector que nos dejará profundas reflexiones. Es un cuento recomendado para las y los amantes de lecturas profundas.

"La rutina vuelve a muchas personas en piloto automático, tanto que después nada de lo que pasa alrededor parece afectar la vida".

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