Vivió en la calle y conoció el infierno de las drogas, pero su talento le dio una nueva oportunidad
Eduardo Leyton retomó su pasión por la pintura luego de sufrir un accidente que casi le cuesta la vida. Gracias al apoyo que ha recibido, esta semana está exhibiendo sus obras en el Centro Cultural de San Antonio.
La historia de vida de Eduardo Leyton Flores (56) tiene capítulos que no cualquiera podría superar. "Me han pasado tantas cosas que podría escribir un libro", comenta. Y no exagera.
Este antofagastino que hace más de dos décadas se radicó en el Litoral Central, descubrió su talento innato siendo niño, cuando comenzó a dibujar lo que veía a su alrededor. Con el tiempo tuvo la oportunidad de aprender de pintores que conoció en su adolescencia. Incluso recalca que estudió durante dos años en el Bellas Artes de Viña del Mar, sin embargo, hubo un periodo en que cayó en un abismo en el que el consumo de drogas lo dejó literalmente en la calle.
Hoy asegura que está alejado de ese mundo. Volvió a pintar sus cuadros, retratos de personas y mascotas, murales, letreros y lápidas en el cementerio Parroquial para salir adelante.
El broche de oro para esta nueva etapa es haber cumplido su sueño al mostrar sus obras al público con la exposición "Renaciendo para colorear inmortalidades", que estará abierta y con entrada gratuita durante toda esta semana en el Centro Cultural San Antonio (calle Antofagasta, Barrancas). En esta entrevista repasa sus vivencias y entrega un mensaje sincero desde su experiencia.
-Eduardo, ¿a qué se dedicaba en Antofagasta?
-Tenía una oficina de enmarcado de cuadros y eso me llevó a conocer a bastantes pintores que hacían distintos tipos de técnicas como óleo, acrílico, acuarela, pastel, pastel tiza, y eso me interesó mucho. Empecé a interiorizarme de ese tipo de técnicas. Allá tuve un profesor con el que aprendí a pintar desnudos de una manera muy exhaustiva, en el sentido de dibujar bien todo el cuerpo.
- ¿Qué lo hizo dejar el norte y radicarse en la provincia de San Antonio?
-Un día con el profesor hicimos 20 desnudos y arrendamos el municipal de Antofagasta. Vendí como 15 cuadros y ahí pensé que quería ver algo verde, no más todo color café, porque allá no se ven flores. Me vine para acá en 1999 porque vi un reportaje de Carlos Pinto donde decía que por la terraza de Cartagena pasaban 2 millones de personas en verano. Me conseguí una carpa, un saco de dormir y varias cosas para mochilear. Me vine con 200 mil pesos, que en ese tiempo era plata. En Chañaral tuve la mala suerte de que me asaltaron. Desperté en un auto y me habían pegado un palo en la cabeza. Me miré las manos y las tenía bien. Ahí dije 'no me han hecho nada, porque en mis manos tengo millones'. Era mi sentir.
-¿Qué hizo cuando recién llegó a la costa?
-Llegué a Cartagena el 15 de enero del 99. Primero llegué a San Antonio, al sector del paseo Bellamar cuando los puestos eran de madera. Había un caballero que estaba dibujando y le mostré mis trabajos. Me dijo que estaban bonitos, pero que tenía que practicar más. Le conté que iba a Cartagena y me indicó dónde pasaban las micros y que el pasaje costaba 150 pesos. Me bajé en el restorán 'El Tiburón'. Puse mi letrero que decía "retratos" y la gente me empezó a pedir. Les cobraba mil 500 pesos. Conocí gente muy buena que me ayudó, pero empecé a bacilar mucho y eso me pasó la cuenta. Estuve viviendo en una colonia de veraneo durante cuatro años y me ganaba la estadía trabajando ahí los veranos. Limpiaba las cabañas antes de que llegara la gente.
-¿Cómo fue ese periodo difícil?
-Un tiempo me junté con gente que no debía. Empecé a trabajar en un lugar donde casi me matan, tuve tres traumatismos (TEC) en la cabeza. Anduve viviendo en varias partes y ahí conocí a mi ex señora con la que estuve 15 años y tuve una hija. En el transcurso de ese tiempo yo me lanzaba, me iba en la "volá" de la pasta. Ahora que estoy bien lúcido, siento que perdí tiempo que tengo que recuperar. En este momento mi razón de vivir es pintar y mi hija.
-¿Desde cuándo integra el programa Calle del municipio?
-Estoy en el programa desde el 2021 a través de la fundación Educere, a los que les agradezco mucho su apoyo. Después de estar en el albergue que hicieron del programa Calle de la municipalidad, que estaba a cargo de don Juanito Hernández, pasé derivado a un albergue en Llolleo que era más rígido en los deberes de cada usuario y a mí me encantaba porque estaba pasando por un proceso bueno pintando. Además, estaba en el tiempo del trabajo en el cementerio (pintando lápidas), así es que junté mis lucas.
-¿Dónde vivió antes de llegar al albergue?
-Antes de eso vivía en la calle en La Campiña. Era cosa seria ese lugar, había que hacerse respetar porque a veces la gente te miraba mal y las mismas personas que consumían te faltaban el respeto y había que defenderse. Yo me ganaba a la gente, en el sentido de que no andaba metido en peleas, sólo dos veces peleé y después nunca más. Seguía pintando, pero no por lo que realmente valen las obras, sino que por una cantidad menos porque quería dinero rápido. Eso conllevaba a que me bajara la autoestima. Gracias a Dios he recapacitado porque me han pasado cosas muy fuertes.
-¿Sigue viviendo en el albergue?
-Como se cerró el albergue que estaba en calle 21 de Mayo, la persona que está encargada me dejó como cuidador ahí. Estoy bendecido y hay que aprovecharlo. Don Segundo González se ha portado súper bien conmigo, me dio todo el apoyo. Espero poder arrendar ahí, si es que tengo las lucas porque todo es dinero.
-¿Recuerda qué fue lo primero que retrató?
-A los 6 años dibujé por primera vez a alguien y fue a mi madre lavando con un pedazo de palo que estaba quemado. Me preguntó '¿tú hiciste esto?' Y le respondí que sí. No me pegó, me mandó para adentro nomás. Desde me pasaba comprando cuadernos de croquis y los llenaba de dibujos.
-¿Qué lo motivó a desarrollar esta faceta artística?
-Desde chico fui bueno para observar, miraba para todos lados y lo que veía lo dibujaba. Una persona que me ayudó mucho cuando era niño fue mi primo René Castillo Tapia, él me mando a hacer un dibujo de la carátula de un disco de Silvio Rodríguez y se la hice del porte de un cartón forrado. Cuando se la entregué me dijo 'viste que te queda bonito, tenís que seguir dibujando'. Ese desafío, más me incentivó, fue uno de los precursores de mi arte. Con mi primo hacíamos tantas cosas, inventábamos qué hacer.
Los jaivas
En el medio de la Sala de Exposiciones "Fernando Saavedra" del Centro Cultural llama la atención un cuadro que Eduardo Leyton pintó en homenaje a Los Jaivas. Los destacados músicos nacionales conocieron la obra y agradecieron al artista firmando la parte trasera con dedicatorias.
-¿Cómo conocieron Los Jaivas la obra que usted pintó?
-Ese es un cuadro que me ha dado mucha satisfacción por la trayectoria de las personas que están pintadas ahí. Se llama "El tótem de Los Jaivas". Ese cuadro tiene una historia especial porque lo mostré en el cumpleaños de un amigo que es actor, donde estaban invitados personas de medios de comunicación local. Un día hubo un festival en el antiguo estadio municipal de San Antonio en el 2005 al que vinieron Los Jaivas y uno de mis amigos que estaba en ese cumpleaños me llamó y me preguntó si quería que Los Jaivas vieran mi cuadro. Lo llevé al estadio y estaban haciendo prueba de sonido. Bajó Claudio, Mario y Eduardo, Carlos Cabezas no porque estaba triste ya que había muerto hacía poco nuestro querido "Gato" Alquinta. Les mostré el cuadro y tuvimos una linda conversación, sentí que fueron gente de luz, porque hacen de la poesía su música. Son leyendas vivientes.
-¿Qué significa para usted exponer sus creaciones al público?
-Esta es mi primera exposición y es gracias a Guillermo Meneses (asistente social de la Fundación Educere que ejecuta el programa Calle del Ministerio de Desarrollo Social) y a quienes han creído en mí (se emociona). Sólo quiero decir que se puede salir adelante con la voluntad de uno. Mi red de apoyo son mis manos y mi mente. A veces cometí errores, malas decisiones. Yo tengo una hija que también pinta, porque Dios tuvo la gentileza de darle el don que yo también tengo. Esto a mí me da fuerza y el apoyo de muchas personas también. La última vez que tuve una recaída, tuve un accidente. Me caí y estuve muerto cuatro segundos. Tuve un shock anafiláctico porque no sabían que soy alérgico a la dipirona. Pasó mi vida delante de mí, después vi un punto blanco y desperté en la UTI. Pienso que el Señor me dijo, todavía no te queremos acá arriba, sigue pintando. Esto para mí es una señal.
"Me vine para acá en 1999 porque vi un reportaje de Carlos Pinto donde decía que por la terraza de Cartagena pasaban 2 millones de personas en verano",
Eduardo Leyton Flores
"Ahora que estoy bien lúcido, siento que perdí tiempo que tengo que recuperar. En este momento mi razón de vivir es pintar y mi hija",
Eduardo Leyton Flores