La historia del hombre que se dedica a tiempo completo a salvar vidas
Hace 21 años José Espinoza debió sacar un cadáver desde el fondo de un pozo.
De todas las experiencias que ha vivido José Espinoza Salgado (55), la que más lo ha marcado es la que ocurrió hace 21 años mientras participaba en la Primera Compañía de Bomberos de El Tabo.
Un día recibieron una trágica noticia: un hombre había desaparecido en la comuna. Por más que lo buscaron por cielo, mar y tierra no pudieron dar con él, hasta que luego de 20 días alguien dio aviso de que había visto algo raro.
"Un vecino contó que venía caminando cerca de un pozo y que cuando asomó la cabeza notó que había algo extraño", recuerda como si hubiera sido ayer.
No pasó ni una hora para que Carabineros, Bomberos y una ambulancia llegaran al lugar, y constataran que lo que yacía en el fondo del pozo era el cuerpo sin vida del hombre desaparecido.
"Nadie lo podía sacar, así que pedí permiso al comandante para meterme hasta el fondo", rememora.
José se colocó el arnés y en pocos minutos traía en sus brazos los restos del desaparecido, entregando consuelo a los familiares.
Salvavidas
Al mismo tiempo que José participaba en la Primera Compañía de Bomberos de El Tabo, se inscribía para ser salvavidas. "Salgo de los bomberos para entrar al mar. Así me he llevado por harto tiempo", agrega con alegría.
Actualmente, lleva 39 años ejerciendo como rescatista en la Playa Chépica A, ya que el gusto por el sol, el mar y la arena lo llevó a los 16 años derechito a las torres de los salvavidas en las playas de El Tabo para solicitar si podía ser ayudante.
"Mi deber era ir a recorrer la playa y echar a la gente para afuera del mar", narra con entusiasmo.
Era todo un lolo, pero a pesar de eso, los turistas le obedecían al oír el sonido del silbato. Aunque siempre existían algunas excepciones.
"Los jóvenes que venían de paseo de curso eran los más porfiados porque salían a las discos y al otro día iban a la playa con una pilsen. Uno les habla, no pescan y son ellos lo que al final se van a Santiago con uno menos", cuenta con pesar.
Fue asistente dos años, y luego de adquirir todo el conocimiento gracias a los salvavidas de Cartagena, se atrevió a dar la prueba.
"Aprobé altiro y me fue muy bien porque ya llevaba tiempo en el tema", reconoce.
El sábado pasado, al igual que todos los años, Espinoza debió someterse a diferentes capacitaciones y pruebas físicas que verificaran que esté impeque para el verano.
"Siempre nos enseñan cosas nuevas. Ahora están implementando una maquinita para cuando la gente esté con paro cardiaco o con pérdida de conciencia", explica, mientras un amigo lo llama para que vuelva a integrarse a la evaluación.
Luego de pegarse un chapuzón, regresa con el aliento entrecortado para contar lo difícil que es rescatar a una persona desde el mar.
"A veces no se nota lo fuerte que está la corriente y cuando uno entra al agua tiene que luchar por sacar al ahogado y a uno mismo".
La prueba que realiza la Capitanía de Puerto a los futuros salvavidas sirve para mantener en forma a los rescatistas, que adquieran nuevos conocimientos y que estos se lo comuniquen a sus aprendices.
"Yo le he enseñado a muchos jóvenes. Con uno de los que más me encariñé fue con Jean Piere Palacios porque trabajó durante 20 años y luego que le dio una enfermedad a la columna. No pudo ejercer nunca más. Esto se lo dedicamos a él", señala.
José Espinoza ha pasado más de la mitad de su vida salvando a las personas del mar y del fuego, pero en cada rescate arriesga su propia vida.
"Una vez en El Tabito me metí a salvar a un veraneante que se perdió de inmediato en el mar. Como el oleaje estaba fuerte y había una intensa neblina no se podía ver nada. El mar nos empujó para otro sector y no pudimos dar con la persona", lamenta.
-¿Qué piensa su familia sobre su trabajo?
-Mi familia tienen una foto mía en la casa, porque si me llaman o suena la sirena, salgo altiro. Siempre me doy el tiempo de ayudar a quienes piden auxilio y mi familia no puede hacer nada contra eso.