La transportista escolar que conoció el amor a los 17 años
María Eugenia Vallejos vio por primera vez a su esposo Enrique Vera, nueve años mayor que ella, cuando esperaba locomoción para regresar a su casa. Nunca pensó que ese sería el inicio de un romance que hoy lleva 34 años.
María Eugenia Vallejos (51), más conocida como la tía Kena y presidenta de la Asociación Gremial de Transportes Escolares de San Antonio, es una mujer muy valiente, que dejó su vida de dueña de casa para comenzar a trabajar como transportista.
Su marido Enrique Vera era un antiguo colectivero en San Antonio, pero María Eugenia quería otra idea. "Lo mosqueé harto para que vendiera el auto y nos compráramos un furgón escolar".
En la cocina de su casa en Villa Italia, su esposo la escucha y le responde de inmediato: "¡y todavía me arrepiento!".
Cuando Enrique Vera trabajaba de colectivero llevaba niños del sector del Cementerio a diferentes colegio de la comuna. "Allá no había furgones y los niños no tenían cómo movilizarse", sostiene la tía Kena.
Enrique, como buen marido, accedió a la petición de su mujer. "Yo le empecé a avisar a las mamás que iba a tener furgón para el próximo año", recuerda ella.
La tía Kena aún no compraba el furgón escolar y ya tenía 30 escolares inscritos para su futuro emprendimiento.
Para felicidad de esta familia, el inicio de su proyecto fue bastante positivo, pues el furgón repleto lleno de escolares.
"La paradoja es que a mis hijos les pagaba transporte. En casa de herrero cuchillo de palo", confidencia María Eugenia.
La caída
En la vida de la tía Kena todo andaba bien, hasta que un día en el 2012 sufrió una caída que lesionó su brazo derecho.
En primera instancia no tomó en cuenta el dolor que sentía en todo su brazo, pero poco a poco la empezó a incomodar. "Me costaba hasta pasar los cambios del furgón".
-¿Qué le dijo el doctor?
-El médico me hizo unos exámenes y me diagnosticó tendinitis. Me hice una ecografía y él me dijo que tenía los tendones del brazo inflamados. Me mandó a infiltrarme y a realizar sesiones de kinesioterapia.
El doctor le prohibió que manejara porque sus tendones podían cortarse. Así que ella tomó su celular y marcó el número de su marido para que la fuera a buscar a la clínica. Ahí le contó que tenía 15 días de reposo. "Mi marido tuvo que reemplazarme en el furgón por ese tiempo".
Los primeros días acompañaba a Enrique para que se aprendiera el recorrido. Nuevamente su esposo interrumpe la conversación: "eran 15 días y aún estoy aquí, jajaja".
Ella estaba muy preocupada, ya que sus brazos son muy importante para ejercer su oficio. La tía Kena se infiltró y comenzó con la terapia para fortalecer sus tendones.
-¿Cómo le fue con la sesiones de kinesioterapia?
-Durante las terapias sentí un dolor y la kinesióloga me aconsejó ir nuevamente al médico. Él me cambió los remedios y me dijo que en 15 días estaría bien, pero nunca me mejoré.
Los tendones ya estaban rotos y el dolor era cada vez más insoportable. Se fue a Santiago y allá un médico revisó los resultados de los exámenes. "Él me dijo que el diagnóstico estaba errado y que el tratamiento había sido fatal".
María Eugenia estuvo un año y dos meses fuera del volante. Su marido tuvo que asumir la responsabilidad y trabajar horario completo como transportista escolar.
"Después del largo tratamiento, fui al médico y le pregunté si podía volver a manejar por un mes y me dijo que sí. Ya pasó un mes, un año y aún estoy acá. Trabajaré hasta que me quiten la licencia", cuenta la Tía Kena como chiste.
Amor a primera vista
Mientras estudiaba en el Instituto Comercial Marítimo Pacífico Sur, el amor tocó la puerta de María Eugenia.
"Lo conocí cuando estaba en 3° medio, por intermedio de una amiga. Estaba esperando locomoción para regresar a mi casa y él estaba en una caravana de los niños del hogar y nos invitó a participar", recuerda con alegría.
Cuando Kena subió al vehículo quedó totalmente prendada de Enrique, que era nueve años mayor que ella. "Me gustaron sus ojos verdes y sus pestañas", indica aún enamorada.
En ese tiempo no existía Facebook ni Whatsapp, por eso tuvo que esperar dos meses para volver a verlo.
"Estaba esperando locomoción y de pronto paró un colectivo. Era él y me dijo que me llevaba a mi casa. Ahí empezó el coqueteo", rememora.
Ella estaba en las nubes, pero a su familia no le gustó la idea que él fuera mayor. "A mi mamá no le gustó mucho, porque lo encontraban muy viejo para mí. Yo apenas tenía 17 años".
Pero como el amor es más fuerte, Enrique se fue ganando de a poco a la familia de su amada.
"Primero pololeábamos de la puerta para afuera, pero mi familia lo fue conociendo y cambió su perspectiva. Él siempre me ha apoyado. Es un buen hombre. Llevamos 34 años de casados", agrega.
Súper mamá
La tía Kena quedó embarazada muy joven. Estaba muy nerviosa, pero debía contarle a su madre. Se armó de valor y lo hizo.
-¿Cuál fue la reacción de su madre?
-Mi mamá me abrazó y me dijo que yo contaba con su apoyo porque no me iba a dejar pasar lo que ella pasó. Todos le dieron vuelta la espalda cuando quedó embarazada de mí.
Se casó con tres meses de gestación, pero los problemas no tardaron en llegar.
El embarazo de su primer hijo, Luis Enrique, fue complicado. Tuvo que pasar en cama seis meses hasta que dio a luz. "No podía levantarme porque se me desprendió la bolsa. El doctor me explicó que de mí dependía que mi hijo naciera".
Tres años después de tener a su primer hijo, empezó a buscar la niñita.
"En el segundo embarazo me pasó lo mismo. Estuve otra vez en cama y mi hermana con mi esposo me tuvieron que cuidar de nuevo", cuenta.
Enrique tuvo que aprender a hacer el aseo, cocinar, lavar y hasta planchar para que su esposa descansara.
"Yo pensaba que mi segundo hijo sería niñita. Hasta le tejí un vestido rosado. Cuando nació la matrona lo tomó y me dijo: 'es un hermoso varón'. Ahí se me olvidó que quería una mujercita", recuerda con emoción.
El vestido se lo regaló a la hija de una concuñada. Además la tía Kena confiesa que "ni el Papa me hace tener otro hijo. No me gustó estar tanto tiempo en cama".
María Eugenia es muy de piel y no teme gritarle a los cuatro vientos que ama a sus hijos. "Ellos me preguntaban por qué los quiero tanto, y yo les respondía que de mí dependía que nacieran. Por ellos me cuidé tanto".