Las antigüedades del Rambo y su boina al estilo Che Guevara
Uno de los orgullos de este pintor y vendedor es que algunas de las piezas que descubrió se van a exhibir en el museo. El otro motivo: "los 36 años de matrimonio que llevo con mi señora", dijo con cara de enamorado Eduardo Salas.
El Rambito es uno de los vendedores de antigüedades más conocidos de las Ferias de Tejas Verdes y de la 30 de Marzo. Pocas personas saben que su verdadero nombre es Eduardo Salas o que el motivo real por el que usa su tradicional boina -desde los 12 años- es su admiración por Ernesto Che Guevara.
"Lo de la boina es una historia muy cuática", sonrió mientras comenzó a contar la anécdota. "Desde los 12 años que uso boina porque era amante y seguidor del Che Guevara. Usaba el pelo largo, con barba y por eso la boina, incluso allá en el sur me decían Che Guevara y acá me dicen Rambo", comentó entre risas.
"Ahí, en Las Rocas, nadie me conoce por mi nombre, todos me dicen Rambo, "Rambito" me tratan con amor algunos. Es por la película y porque todavía me queda algo de físico", agregó con algo muy propio de este hombre, el sentido del humor.
Esa personalidad es una de sus principales características, es un hombre afable, que tiene la sonrisa a flor de piel y la conversación precisa para sus clientes que llegan una y otra vez a ver con qué nuevo tesoro aparece.
Rosa
Para Eduardo hay dos cosas que lo llenan de orgullo: su hermosa (y gran) familia y su trabajo.
Este hombre nació en Concepción, pero se fue a trabajar a Santiago "y allá conocí a mi señora que es de acá y uno tiene que seguir a la mujer, así es que me vine con ella" comentó entre risas. "Llevamos más de 30 años aquí, tenemos casa y a esperar que llegue el momento no más", completó.
A pesar del tiempo, a Rambito se le nota el amor por su esposa. "Mi señora trabaja en casa particular. Llevamos 36 años juntos, harto tiempo. Me ha aguantado al extremo que está aquí", dijo mostrando el tatuaje de una rosa que lleva en su brazo. "Es que se llama Rosa mi señora", explicó con una sonrisa enamorada.
Con su esposa, el Rambito tiene cuatro hijos, "y en el sur tengo tres más. Tengo buen contacto con todos, con uno no más no tengo mucho contacto, pero yo he ido para allá, he estado con ellos, siempre nos contamos nuestros dramas y todo lo que pasa en nuestras vidas", agregó este hombre.
Eso sí, a pesar de tener siete hijos, recién tiene dos nietos que son su verdadera adoración.
Jubilado
Aunque en apariencia no se note, el Rambito ya lleva algunos años jubilado, "¿mi edad? no va a creer la edad que tengo, pero en realidad son 68 años", dijo entre risas y con un poquito de vanidad Eduardo.
Para este hombre el secreto de mantenerse tan bien radica en dos cosas: estar activo y tomarse la vida con humor.
"Hay que tomar todas las cosas con humor o si no estamos sonados, hay que tomar las cosas que vienen como son y no como uno las desea. Sería rico que fueran de otra forma, pero lamentablemente es no pasa. Así es la vida", reflexionó el Rambito, mientras conversaba con la señora Lucy, una de las clientas que durante años visita el puesto de Tejas Verdes.
"Es que depende de la vida que uno lleva, aquí en Chile nosotros jubilamos y somos viejos altiro; en cambio, uno si jubila y sigue haciendo cosas, nunca envejece", comentó Lucy con Eduardo.
Sin embargo, estar jubilado no impide que el Rambito siga manteniendo su trabajo en las ferias o haciendo los "pololitos" que se le presentan.
"No porque ahora estoy jubilado dejo de hacer cosas, soy pintor de casas particulares, siempre he trabajado así y voy a seguir dándole ahora y hasta que las fuerzas alcancen", agregó con naturalidad.
"Yo ya llevo tres años (jubilado) y mírenme; mi señora también, tiene 65 años, pero si usted la ve, piensa que no tiene más de 40 años. Todos dicen eso", completó el hombre.
Antigüedades
Con su trabajo de pintor el Rambito pudo recorrer buena parte de Chile, pero también gracias a esto se hizo de varias y verdaderas joyitas que vende en su puesto.
"La mayoría de las cosas se las compro a los clientes con los que trabajo en Las Rocas, porque como yo me dedico a la pintura me dicen, "¿cuánto me cobras por pintar la casa? y yo te doy estas cosas", entonces en el fondo se las compro y así me armo. Hay cositas bien novedosas", explicó.
Casi desde que llegó a San Antonio, Rambito trabaja en las mismas ferias, "en Tejas Verdes llevo 40 años más menos y también trabajo en la de la 30 de Marzo, estoy en las ferias los sábados y los domingos", señaló.
"Vendo puras cosas antiguas, reliquias que de repente aparecen", agregó Eduardo.
Esto fue confirmado por la señora Lucy, una de sus clientas habituales, "en la casa tengo una pared llena de antigüedades, que le he ido comprando. Mire esa cortadora de pelo, yo llevé una y traté de hacerla funcionar con mi hijo, pero no tiene filo", contó riendo la mujer, que también confesó que en ocasiones va solo a mirar "porque no hay plata, pero es que hay cosas muy lindas", recalcó.
Uno de los mayores orgullos para este hombre es haber encontrado algunas de las piezas que serán mostradas en el nuevo Museo de San Antonio, "al niño del museo (José Luis Brito) igual le he vendido hartas cosas, pero le hago precio porque son para el museo y eso es algo muy importante, porque después muchas personas las van a ver y él les va a decir que se lo vendí yo, en la feria", dijo.
Luego, como para quitarle un poco de importancia a la emoción que se notaba en su voz, agregó que "eso me hace propaganda".
Artesano
Eduardo tiene su casa en Las Rocas, en la Población Los Maitenes II, y cuando no está trabajando en la pintura ni en la feria, explota otra de sus vetas: la de artesano.
"Cuando no tengo nada que hacer me entretengo haciendo los espejos. Lo aprendí cuando una vez, fui a trabajar al norte, a pintar una casa porque un patrón me llevó, fue en San Pedro de Atacama, estuve dos meses allá. Ahí vi a una señora haciendo esto, la miré y yo dije "esta la hago yo" y me resultó. De eso hace como ocho años", explicó el hombre.
"Antes eran cosas lisas y ahora les pongo detalles, pero los vendo al mismo precio, porque es gente igual que uno nomás. Hay que vender barato para poder vender, o si no, no se vende", explicó el hombre mostrando unos delicados adornos en mosaico de cerámicas y con formas de caballos de mar o de delfines.
A pesar de que está todos los fines de semana en las ferias, Rambito cuenta que a veces va al Paseo Bellamar a poner sus espejos, pero contó que "los vendo más caros allá, aunque son más baratos que los otros, porque estos los hago yo".
Feria
Para Eduardo, ir a trabajar a la feria es algo sagrado. "Hace años que me ubico en el mismo lugar y pago permiso todos los meses, tenemos sindicato también y somos pocos los antiguos que quedamos eso sí, pero apoyamos a los dirigentes", explicó.
El puesto de Eduardo es uno de los primeros que se encuentra en el sector en que se venden artículos varios. "Mi puesto tiene hartas cosas, entre comillas cachureitos y varios. Tengo revistas a veces también", dijo.
Eso sí, el Rambo explicó que "hay que llegar temprano, porque a las nueve uno ya no puede meterse con vehículos. A mí me vienen a dejar, pago flete para acá, porque no tengo auto, me van a buscar un cuarto para las ocho a la casa, llegamos como a las ocho y hasta acá mismo, llegar e instalarme", completó.
Lo mejor
Tras todas estas décadas descubriendo estas verdaderas maravillas, para el Rambito hay algo que todavía recuerda: un teléfono.
"Me han salido cosas maravillosas, una vez tuve un teléfono de esos antiguos que se usaban en la Guerra Mundial, con esa cuestión que daba vueltas y que uno ha visto en películas de alemanes. Estaba para la embarrada eso sí, con alambres cortados y todo eso. Yo lo arreglé un poquito y lo dejé, es más, no lo quería vender, lo quería mostrar nomás. Toda la gente decía "oh y esto de dónde lo sacaste y yo les decía que por ahí apareció. Al final igual se vendió", dijo.