El dolor de "Malena": le robaron la batería de su silla de ruedas
Comerciantes de Las Cruces le regalaron una silla eléctrica que ahora no puede usar.
La vida cambió por completo para Magdalena Codocedo el 2015, cuando producto de una diabetes sufrió la amputación de su pie derecho, dejándola para el resto de su vida en una silla de ruedas que es su única compañera en su hogar que se encuentra en calle Tres Sur, en el balneario de Las Cruces.
"Lamentablemente producto de la diabetes tuvieron que operarme dos veces. Primero me cortaron el dedo del medio del pie derecho el 4 de diciembre de 2015, pero lamentablemente después me subió la glicemia en la sangre y el 10 de diciembre me tuvieron que cortar todo, algo que realmente fue bastante chocante para mí. Aparte que uno siente que le duele el pie o le pica, algo que se le llama 'dolor fantasma', pero es solo algo sicológico, porque uno tiene recuerdos de cómo funcionaba la pierna completa", rememora Magdalena, quien hace 26 años sufre de diabetes.
Trabajadora de mar
Antes que perdiera su pie derecho, la mujer de 62 años se mantenía trabajando prácticamente todos los días, una rutina que traía desde joven, ya que siempre le gustó moverse de un lado para el otro buscando qué hacer para solventarse.
Su hábitat natural siempre ha sido el mar. Desde que aprendió a nadar a los 8 años gracias a su padre Humberto Codocedo, el primer salvavidas entre Cartagena y Las Cruces, supo aprovechar los recursos naturales que entrega el océano Pacífico.
"A mi padre le pasaban un caballo con el que recorría las playas cuando era el único salvavidas que existía en esta zona. Por eso me enseñó de chica a nadar en el mar y siempre fui mariscadora. Con mis hermanos sacábamos machas, jaibas y usábamos chinguillos o chopes para la pesca. Con el tiempo nos fuimos haciendo de clientes y ya nos iban a comprar los mariscos a la casa", detalla la crucina que todos conocen como "Malena" o "Manena", agregando que "también tuve un puesto de artesanía en la playa Chica de Las Cruces a finales de la década de los noventa".
Fue justamente con su hermana que el pasado 16 de noviembre de 2015 mariscó por última vez cuando la marea estaba a la baja en la playa Grande de Las Cruces. Después de aquella fecha, nunca más volvería a sentir el mar en sus pies.
Otra vida
"Tras la operación me cambió el panorama totalmente y en lo último que pude trabajar en el verano fue vendiendo humitas en la playa y también vendiendo ensaladas afuera del supermercado Malloco (de Las Cruces). Actualmente estoy viviendo con la pensión de invalidez que no supera los 100 mil pesos mensuales, entonces no alcanza para todos los gastos", reconoce la mujer que recibió su primera silla de ruedas de parte de la municipalidad de El Tabo.
Luego, gracias a la ayuda de los comerciantes de la avenida Las Salinas, quienes realizaron una colecta para la querida "Malena", pudo tener una silla de ruedas eléctrica que funciona con motor y que es una verdadera ayuda para trasladarse.
Eso, hasta que esta semana, pues mientras compraba frutas y verduras en la feria libre de la calle Tacna, en Barrancas, sufrió un robo inesperado. "El martes vine a control y aproveché de pasar a la feria. Atrás de la silla llevaba el cargador y me lo robaron sin darme cuenta, lo que fue una verdadera maldad porque ese cargador no le sirve a nadie. Ahora no puedo usar la silla eléctrica y tuve que volver a la que tenía antes, la que está en bastante malas condiciones", dice apenada la señora Magdalena, quien además de sufrir la pérdida de su pie derecho hace menos de dos años, ahora tiene que lamentarse por este robo que la tiene viviendo un calvario.