Sanantonino que perdió el antebrazo en choque de bus: "Nunca he podido recuperarme"
En marzo de 2018 una máquina de la empresa Lago Peñuelas chocó con dos vehículos y luego volcó en la entrada a Valparaíso, dejando 45 personas lesionadas. El más grave fue Jorge Rosende, que en esta crónica repasa la tragedia.
"Siempre ocupábamos los asientos del medio, pero ese día estaban todos vendidos y nos ofrecieron el 3 y el 4 que eran los únicos que quedaban".
Así parte su relato el sanantonino Jorge Rosende Gutiérrez (57), quien la mañana del jueves 1 de marzo de 2018 abordó junto a su esposa María Ramírez Rubio el Pullman Lago Peñuelas cuyo reloj de salida marcaba las 8.50 horas con destino al puerto de Valparaíso. La máquina nunca llegaría a su destino.
Han pasado dos años y siete meses del viaje que cambió para siempre la vida del sanantonino Jorge Rosende, quien nos recibe amablemente en su casa de la población Las Bodegas del cerro Bellavista.
Se ve de buen humor, y con especial amabilidad presenta a su familia partiendo por su compañera de los últimos 35 años, María, que el día del accidente ocupaba el asiento justo al lado suyo. También lo acompañan su hija Elizabeth, de 31 años, que ha sido un soporte trascendental desde que estuvo a punto de perder la vida, y la pequeña Trinidad, su nieta regalona que próximamente cumplirá cinco años.
"Los viajes a Valparaíso eran muy habituales para nosotros por la enfermedad de mi esposa", parte explicando Rosende.
"Ese día llegamos a tomar el bus de las 8.50 y como nunca quedamos en los primeros asientos; de hecho, desde el principio el viaje fue extraño porque no salíamos nunca y cuando ya eran como las nueve, así como tirando una talla, pregunté si estábamos esperando al Presidente para poder partir", afirma el sanantonino, que sacó la peor parte entre los 45 heridos que dejó el choque del Pullman Lago Peñuelas que, luego de colisionar con una camioneta y un auto, volcó a la entrada de Valparaíso. "El viaje fue extraño desde el principio", asegura.
Y es que, según recuerda, "cuando estábamos recién partiendo del terminal el chofer se estrelló con la vereda porque salió hacia adelante en vez de hacia atrás, y cuando íbamos cerca del estadio sentimos como que se balanceó el bus y hasta nos miramos con mi señora, pero no le dimos mayor importancia".
"Durante casi todo el trayecto el chofer iba con un copiloto que primero pensamos que era el auxiliar, pero los buses ya no tenían auxiliares en ese tiempo, así que pudo haber sido otro chofer porque desde que salimos de San Antonio le iba dando instrucciones y de hecho al llegar a la plaza de Casablanca rabiaron porque se les metió el Tur-Bus y les ganó los pasajeros. Yo vi todo porque como venía en los primeros asientos estaba al lado de lo que estaba pasando", añade.
El accidente
Jorge Rosende recuerda que el bus bajó a gran velocidad por Santos Ossa y que a medida que se acercaba a la avenida Argentina, donde finalmente volcó, "el chofer varias veces pateó el freno y ahí nos empezamos a asustar hasta que gritó que íbamos a chocar. Miré hacia adelante y vi una camioneta blanca, después el tremendo impacto, sé que grité muy fuerte y después de eso el bus se dio vuelta".
Sin recuperación
Tras el accidente le amputaron el antebrazo derecho y sufrió severas lesiones en la cadera izquierda y la pelvis, con daños en su columna. Además, para salvar su vida tuvieron que extirparle el bazo. Estuvo casi 20 horas en pabellón después del choque y tres meses internado en el hospital Carlos Van Buren de Valparaíso antes de volver herido para siempre a su casa del cerro Bellavista.
Desde ese lugar lamenta que "nunca he tenido la recuperación que debería porque el primer traumatólogo que me trató me abandonó. Después tuve otro que tampoco resultó, y con el tercer especialista tampoco he tenido el tratamiento que necesito, por ejemplo, para poder optar a tener una prótesis. Iba dos veces a la semana al Centro de Rehabilitación en 30 de Marzo, pero desde que empezó la pandemia hago los ejercicios aquí en mi casa nomás".
"Me dejaron solo. Ninguna de las autoridades que en ese momento juraron defender a las víctimas del accidente me ha llamado nunca; tampoco espero eso, pero a estas alturas por lo menos debería tener el tratamiento traumatológico que no he tenido en todo este tiempo porque desde que esto pasó nunca he podido recuperarme", reclama.
Pero Jorge Rosende no pierde la fuerza, ni el sentido del humor, porque a pesar de todas las limitaciones que le dejó este accidente, sigue siendo un activo dirigente vecinal que se la juega por su barrio. Claro que los detalles de esa lucha necesitan de otra crónica para contarlos.
"Me dejaron solo. Ninguna de las autoridades que en ese momento juraron defender a las víctimas del accidente me ha llamado nunca; tampoco espero eso",
Jorge Rosende
1 de marzo de 2018 ocurrió el accidente que le cambió la vida a Jorge Rosende.