La artesana que le da vida y le pone color a la porcelana
Francisca Arangua, sicopedagoga de profesión, elabora y pinta hermosas figuras que ahora vende a todo Chile.
La artesanía es una tradición familiar que se ha traspasado de generación en generación en la familia de Francisca Arangua Jeldres (37). Esta cartagenina compatibiliza su trabajo como sicopedagoga con su emprendimiento de confección de figuras en porcelana fría.
"La primera vez que incursioné en la artesanía fue cuando tenía como nueve años. Vengo de una familia de artesanos, por lo mismo no era una práctica tan ajena, pero yo me enfoqué en un área más distinta que ellos, como es la porcelana fría", detalla Francisca.
Artesanía
Las primeras creaciones de Francisca fueron a temprana edad y siempre ha ido compatibilizando esta pasión con sus otras actividades, como la maternidad o el trabajo.
Su madre es artesana y realiza trabajos con conchas de mar; su padre es pintor, y sus dos hermanos también siguieron el camino de las manualidades, al igual que sus abuelos, que se dedicaban a la artesanía en madera.
"En el litoral siempre están los artesanos en el verano y siempre estuve muy cerca de ellos, porque era algo que mi mamá hacía. Recuerdo que ella tenía un local en donde vendía sus creaciones y yo después tuve mi propia mesita, donde iba ofreciendo lo que yo también confeccionaba", cuenta Francisca.
-¿Cómo llegó a esto de la porcelana fría?
-La porcelana fría es lo que antes llamaban cerámica fría. Me acuerdo que cuando era chica alguien me dio una de estas masitas, porque eso es, una masa sin químicos. Empecé con eso de moldearla y después con el tiempo todo lo fui aprendiendo de forma autodidacta.
Al provenir de una familia de artesanos, Francisca siente que "nací con este don, pero nunca lo había explotado a pesar de que pasaba mucho tiempo en las ferias artesanales acompañando a mi mamá".
Los veranos
Las ferias artesanales y el local familiar que tuvieron por tanto años acercaron más a Francisca al oficio que lleva en la sangre, especialmente durante los veranos, cuando Cartagena se inundaba de turistas que compraban mucha artesanía, pero lentamente la actividad comenzó a decaer.
"Por mi profesión de sicopedagoga, tenía que compatibilizar el trabajo con hacer las figuras, por lo mismo, mi fuerte era el verano. Sin embargo, después dejé de trabajar los veranos y, de la misma forma, el tema del emprendimiento quedó un poco de lado", sostiene.
-¿Por qué dejó de trabajar en los veranos si eran su fuerte?
-Fue un poco por frustrada. Básicamente, no estaba consiguiendo las ganancias que requerían los productos que yo vendía. Hacía piezas y la gente no las compraba, entonces sentía que no podía dedicarme a algo que ni siquiera me estaba dando ganancias. No estaba recuperando la inversión.
A las redes
Hasta ese momento Francisca no había dimensionado la importancia de las redes sociales para llegar a más clientes. "Una amiga me explicó que las publicaciones y las páginas que uno tenía en las redes sociales ayudaban para que las ventas aumentaran y así uno también apuntaba a otro público. Pensé que quizás era el momento de hacerlo, porque además siempre quise hacerlo, pero no sabía bien cómo, ni me atrevía del todo", expone la cartagenina.
-¿Siente que las cosas cambiaron al acceder a las redes sociales?
-Las redes sociales me abrieron un mundo nuevo. Pude llegar a otra gente, las personas prefieren mi trabajo y me contactan más de una vez, entonces todo tuvo más sentido. Siento que dar este paso con las redes sociales me ayudó a posicionarme y no hay día en que me pueda arrepentir de ello.
Con la pandemia, la cartagenina ha vuelto a trabajar en este emprendimiento y lo ha retomado poco a poco, porque además le entrega tranquilidad y paz.
Los trabajos que pueden demorar cerca de dos semanas en su confección son encargados a través de Facebook (Creaceramic) o Instagram (@crea.ceramic) y llegan a todo Chile, otra de las grandes hazañas de Francisca.
"La gente me hace encargos de todo Chile y como en el día trabajo en las cosas del colegio, en las noches me dedico a estar en mi taller haciendo mis creaciones. Todas las semanas tengo pedidos, y he acumulado tantos que a veces tengo que rechazar. Ahora abrí la agenda para diciembre, porque la de noviembre está copada", detalla.
Sentimientos
Francisca ve su oficio no solo como una terapia personal que la relaja, sino también como una fuente para volcar sus emociones en las figuras que le piden sus clientes.
"Me dedico mucho a escuchar a las personas cuando me hacen un pedido, ya que siempre hay un motivo detrás por el cual me mandan a hacer algo. Muchos quieren representar un momento de su vida o algo que les ocurrió", dice.
"Ahora último mi hija empezó a incursionar en esta materia, como una forma para desestresarse. Eso me emociona mucho, porque siento que hemos podido continuar con esta tradición de artesanos y explorar nuestros gustos y facetas que a veces tenemos ocultos", manifiesta.
Para Francisca, el arte "es un mundo de expresión, que llena a las personas, porque podemos demostrar muchas cosas en una obra, no solo para nosotros, sino que para quien lo está comprando".
Las noches son el horario de mayor trabajo para la emprendedora, "ya que es un instante del día en que puedo estar con mayor tranquilidad en mi taller y poner toda mi atención y emoción en la pieza que sé que la gente espera con algún sentir en particular".
"La primera vez que incursioné en la artesanía fue cuando tenía como nueve años",
Francisca Arangua
"Las redes sociales me abrieron un mundo nuevo. Pude llegar a otra gente, las personas prefieren mi trabajo y me contactan más de una vez",
Francisca Arangua