El uniforme como escudo
por Abraham Santibáñez, Premio Nacional de Periodismo.
La primera caricatura política publicada en nuestro país mostraba a José de San Martín, de uniforme, montando un burro cuya cara era la de Bernardo O´Higgins.
En los dos siglos siguientes, la mayor parte de nuestros personajes públicos han sido sometidos un tratamiento igualmente despiadado. En el siglo XX algunos presidentes de la República fueron caricaturizados como animales. Los más conocidos fueron el León (Arturo Alessandri) y el Caballo (Carlos Ibáñez).
Desde la antigua Grecia se conocen parecidos críticos. Usaban la diatriba cuando querían censurar la mala conducta del prójimo. Florecieron más tarde en Roma con el afán de ridiculizar los vicios humanos.
En Chile un reciente episodio tuvo ecos inesperados. El Ejército protestó públicamente contra un programa satírico. En rápida escalada, se sumaron la Fuerza Aérea, la Marina y el ministro de Defensa.
Medios y periodistas expresaron su rechazo. Un grupo de 250 profesionales de la comunicación fue más allá y recurrió a Pedro Vaca Villarreal de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Los firmantes hicieron "un llamado… para que tenga a bien realizar una visita in loco a nuestro país, y en subsidio, que requiera del Estado información sobre los hechos denunciados y las medidas que adoptará para reestablecer el pleno ejercicio del derecho a la libertad de expresión".
Cualquiera sea la suerte de esta petición, tras ella hay un tema de fondo: ¿tiene límites la libertad de expresión? ¿Cuáles son?
La respuesta es que sí. Todo, libertades incluidas, tiene un límite. Y, aunque el debate es largo y complejo, no cabe duda, por ejemplo, de que uno no puede hacer mofa de los defectos personales de nadie. Tal vez antes se aceptaba, pero en la medida que ha crecido la conciencia de los derechos humanos, se hace evidente que no corresponde reírse de alguien que es diferente cualquiera sea su eventual o presunto defecto, físico o síquico.
La esencia de los Derechos Humanos reside en el pleno respeto de la dignidad de las personas.
Pero, claro, no ocurre lo mismo con las instituciones. Menos cuando se suben a un pedestal y se declaran intocables.
"Cualquiera sea la suerte de esta petición, tras ella hay un tema de fondo: ¿tiene límites la libertad de expresión? ¿Cuáles son?