Hija del repartidor asesinado en un asalto en Llolleo decidió romper el silencio
Tratando de hacer una pausa imposible en el dolor infinito que le asestó la muerte de su padre, Romina Abarca tuvo esta conversación que es un grito desesperado de justicia.
Hay dolores que cuesta mucho relatar, emociones y sensaciones en las que las palabras se quedan cortas para demostrar lo que se siente porque basta pensar en el valor que tiene la caricia de un padre amoroso, en el candor de una sonrisa, o en la complicidad de alguna conversación circunstancial, para tratar de aproximarnos al dolor inenarrable de una hija que perdió al hombre que no solamente le dio la vida, sino que además llenó esa vida de sentido, de amor y un montón de complicidades.
Romina Jaqueline Abarca Zúñiga, de 25 años a la fecha, es la hija de David Abarca Soto, el repartidor que la tarde del 6 de julio del año pasado fue asesinado de un tiro en la cabeza en medio de un planificado asalto perpetrado en Llolleo alto.
El llamado telefónico que Romina recibió la tarde de ese fatídico 6 de julio la acompañará por el resto de sus días. Las horas que siguieron al llamado que le avisó que su padre había sido asaltado y baleado son recuerdos imposibles de borrar, son un dolor permanente, una dolorosa parálisis de la que cuesta tanto salir.
"Todo ha sido súper difícil porque con mi papá éramos súper apegados en todo. No solamente era mi papá, sino que nosotros salíamos juntos, andábamos en bicicleta, salíamos a trabajar, a vitrinear, me decía 'Romina faltó un peoneta' y yo inventaba que no tenía clases para salir juntos a trabajar, no era solamente mi papá, él era mi partner", confiesa Romina al principio de la conversación y desde la primera palabra uno sabe que está afirmando cada sílaba para no llorar porque hablar de su padre le duele y hablar de él públicamente le duele más.
-¿Cuando piensas en justicia, en qué piensas, Romina?
-Pienso en que queremos estar tranquilas, que mi con mi mamá y mi hermana vamos a poder estar tranquilas sabiendo que los que hicieron esto van a pagar, que serán castigados como corresponde, que se haga justicia y que reciban el máximo castigo posible porque sabemos que nada nos va a devolver a mi papá, porque estos hombres no mataron a cualquiera, se llevaron a la persona que era el puntal de la familia, a mi mejor amigo, me quitaron lo que más amaba en la vida…"
La pausa que sigue a esa frase inunda los ojos de Romina y es un arañazo al corazón porque es imposible no conmoverse con el dolor de esta hija, con su clamor de justicia, con su reclamo huérfano y doloroso. Y la conversación se va hacia las horas inmediatas tras el asalto, su paso por el hospital Claudio Vicuña, el traslado de emergencia al hospital Carlos Van Buren, el momento dramático de la muerte, la falta de resignación y las explicaciones que Ana, su madre, su hermana Sofía y ella misma buscan cada vez que vuelven sobre este tema que cambió sus vidas hace un año.
"Cuando llegamos a Valparaíso vi toda su carita reventada, pero tenía esperanza que mi papá iba a salir de eso, como que iba a vivir, aunque sabía que estaba sin signos vitales no me aguanté y le grité con todas mis fuerzas y un garabato para que aguantara... Pero ahí me dijeron 'tu papá va a morir', así literalmente, 'tu papá va a morir' y se lo llevaron y al rato entramos con mi mamá a despedirnos porque ya no había nada que hacer", recuerda sobre lo que ocurrió aquella madrugada del 7 de julio del año pasado en el hospital Carlos Van Buren de Valparaíso.
Sobre los asesinos de su padre, dijo que "son unos cobardes que lo atacaron sin que tuviera ninguna posibilidad de defenderse, ellos me lo quitaron. Nos quitaron lo más lindo que teníamos, porque nosotros éramos una familia muy linda y unida;, por mí que ellos se pudran en la cárcel".
"Estos hombres se llevaron a la persona que era el puntal de la familia, a mi mejor amigo, me quitaron lo que más amaba en la vida",
Romina Abarca Zúñiga,, hija de repartidor asesinado