Últimos años de Domingo Santa Cruz Wilson: testamento musical chilensis
Con los meses contados para el natalicio Nº125 de este destacado compositor nacional, revivimos el ocaso de su vida. Su memoria y legado están hoy más vigentes que nunca.
Yvaín Eltit - Presidente Sociedad de Folclor Chileno
El compositor e intelectual Domingo Santa Cruz Wilson lideró la institucionalización de la Academia Chilena de Bellas Artes junto al compositor Alfonso Leng Haygus, y los pintores Marco Bontá Costa, Camilo Mori Serrano y Jorge (Coke) Délano Frederick, el 30 de septiembre de 1964.
Más tarde enviudó de la gestora cultural Filomena Salas González, el 22 de noviembre de 1964, decidió rebajar su vida.
Se encontraba en su tercer decanato en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Antes en la "Revista Musical Chilena", 4 (29) (1948) p. 5 aclaró: "Nadie en cambio ha podido desconocer el enorme progreso que la música ha realizado bajo la égida de la desaparecida facultad. Nadie se atrevió tampoco a discutir el que las actividades musicales tienen una importancia, una jerarquía y un volumen como para constituir el tema suficiente de preocupaciones de una facultad".
Se la pasaba entre su residencia en Las Condes (Santiago), y su casona de veraneo en playa "Las Conchitas", Isla Negra, siempre con su hijo el tubista y arquitecto Domingo Santa Cruz Morla y familia, en alegres jornadas donde se disfrutaba la buena mesa, él tocaba su armonio (órgano pequeño, con la forma exterior del piano, y al cual se da el aire por medio de un fuelle que se mueve con los pies), con la quietud del Océano Pacífico como telón de fondo.
Compositivamente creó: "Sinfonía Nº3" (1964-1965); "Sinfonía Nº4" (1968), "Cantata de los Ríos de Chile" (1968), es la segunda versión que se completó; "Oratio Ieremiae Prophetae" (La oración del profeta Jeremías) (1969), basada en la quinta lamentación de Jeremías, versos 1, 2, 8, 15, 17, 19 y 20; "Sonata para cello y piano" (1974-1975).
Sus rutinas eran casi ceremoniales, pero no por delirios de grandeza, sino porque afrontó la existencia con valentía. Se levantaba a leer el diario, continuaba informándose del acontecer internacional a través de la radio, profundizaba en autores clásicos que le encantaban como Homero, Aristóteles y Virgilio; debido a su manejo idiomático literatura francesa, inglesa, alemana, portuguesa, catalana, italiana y rusa. Tocaba el piano, escribió piezas musicales que aún no ven la luz.
Presidente del Instituto de Chile (1981).
Su opinión era solicitada permanentemente por el Consejo Internacional de la Música de la Unesco (ICM), Francia; la Universidad de Indiana, Estados Unidos; Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú; el Servicio Oficial de Difusión, Representaciones y Espectáculos (Sodre), Uruguay, entre otros.
Estuvo en contacto hasta el final de sus días con sus amigos compositores: el argentino Alberto Ginastera, el brasileño Camargo Guarnieri, el mexicano Carlos Chávez y el norteamericano Aaron Copland.
En Chile compartía con Alfonso Letelier Llona, Juan Lémann, Víctor Tevah Tellias, Elvira Savi Federicci, Jorge Urrutia Blondel, Magdalena Vicuña Lyon, Juan Amenábar Ruiz, Luis Merino Montero, por citar algunos.
Domingo Santa Cruz Wilson falleció en Santiago, el 6 de enero de 1987 a los 87 años. Sus restos fueron incinerados.