Los molinos de viento que existieron en la parte alta de San Antonio
Gigantescas piedras halladas en los '90 y los relatos de un marinero permitieron situar a lo menos dos de estas estructuras en las faldas del cerro Centinela, el mismo que hoy está ocupado por la megatoma.
Una extensa investigación del profesor e historiador José Luis Brito permitió confirmar que en los cerros del sector norte de San Antonio existieron molinos de viento que podían apreciarse desde distintos puntos de la zona, mucho antes de la construcción del terminal portuario.
Unas gigantescas piedras encontradas en los '90 por Anita González, colaboradora del Museo de San Antonio, y diverso material bibliográfico fueron claves para establecer que al menos dos molinos de viento, utilizados en la época colonial para moler granos, cereales y otros productos, fueron construidos en ladera norte del cerro Centinela -el mismo que hoy está plagado de tomas- por los primeros colonos que llegaron al territorio.
Los relatos del capitán de marina Luis Pomar ratifican la presencia de estas enormes estructuras. Brito recogió escritos del marinero donde describe la excursión que realizó en 1875 a los molinos. "Utilicé el resto de la tarde en reconocer una parte del cerro Centinela y los vetustos molinos de viento que lo coronan y lo hacen tan característico. El viaje fue infructuoso, porque la distancia y accidentes del terreno solo nos permitieron llegar a ellos entrada la noche. Los molinos están del todo abandonados, y en el momento que los visitamos eran guarida de puercos y pollinos", resumió Polmar.
Según Brito, las enormes piedras de los molinos eran construidas en canteras cercanas "debido a las dificultades que significaba el transporte de tan voluminosas y pesadas piedras. En este caso, lo más probable es que estas piedras hayan sido construidas en la cantera que está cerca del cementerio de Cartagena, donde existe este tipo de piedras con conglomerados de moluscos fósiles. Probablemente estas fueron talladas en ese lugar y posteriormente trasladas en carretas con bueyes hasta la falda del cerro Centinela".
Masificación
El investigador revela que los molinos harineros se masificaron en Chile entre 1700 y 1845, aunque principalmente hidráulicos, vale decir que funcionaban con agua. "Estos fueron introducidos al país desde los primeros momentos de la llegada de los españoles. Para finales del periodo colonial, Chile tenía aproximadamente 700 molinos. El Censo de 1843 anotó 1.271 molinos en el país", precisa.
El exdirector del Museo de San Antonio recuerda que "por su clima templado y su temprana organización sociopolítica e institucional, Chile fue el mayor productor de trigo de América del Sur desde mediados del siglo XVI hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Parte de esa producción se exportaba al virreinato de Perú", añade.
Polo molinero
El naturalista asegura que "Chile fue el principal polo molinero de América Latina. Y esos molinos formaron parte relevante de los paisajes culturales chilenos durante el periodo tradicional, que comenzó con la llegada de los españoles y se cerró a mediados del siglo XIX".
A partir de las piedras descubiertas en el cerro Centinela, que a fines de la década de los 90 fueron trasladadas al sector de la Estación de Cartagena, donde se mantienen hasta la actualidad, Brito sostiene que los molinos "eran construidos con muros de tierra cruda (habitualmente adobes o tapial), con puertas y ventanas de madera. Los techos los cubrían con tejas o paja. Los pisos eran normalmente de tierra apisonada; y a fines del siglo XVIII se comenzaron a cubrir con ladrillos".
Respecto a su funcionamiento, el autor de la investigación cuenta que "la acción de moler el trigo se realizaba en la parada, que estaba formada por dos piedras con forma cilíndrica. La inferior, llamada solera, permanecía fija, y la superior, denominada voladora o corredera, efectuaba el movimiento. La solera servía de base, en la cual se depositaban los granos de trigo. Sobre ella ejercía la presión la voladora, de tal modo que triturara los granos y se obtuviera la harina. La voladora tenía surcos o canaletas con orientación radial, llamadas regatas, que servían para desplazar la harina, una vez molida, hacia afuera".
Otro dato interesante es que las estas piedras no tenían un tamaño estandarizado y que eran talladas de forma artesanal. "Sus medidas oscilaban entre 0,90 y 1,5 metros de diámetro, según se pudo observar en las piedras de molino conservadas actualmente, las cuales podían pesar cerca de una tonelada. Por este motivo, no se podían trasladar a largas distancias, sobre todo en el Chile colonial, cuando no existían caminos carreteros y todo el transporte debía realizarse en mulas".
En Chile, en todo caso, no se levantaron molinos grandes, sino más bien medianos y pequeños, como los del cerro Centinela.