Milam, el niño que vive en la pobreza y necesita ayuda
El pequeño de solo cuatro años vive con su familia en una toma, sin luz, agua ni baños. Sus papás están sin trabajo y él, que es crónico respiratorio, ni siquiera cuenta con una cama para dormir.
En una habitación está la cama matrimonial y un living mientras que una pequeña división separa la otra pieza donde se ven dos camas de una plaza, una pequeña mesa de comedor y, en un sector anexo, una cocina.
El viento se cuela por las rendijas de la casa de Milam Zúñiga Sepúlveda (4), ubicada en un campamento de Bellavista. En ese hogar él comparte con sus hermanos Ashley (10) y Benjamín (8), su madre Samanta Sepúlveda Cerón y la pareja de esta, Carlos Araos Flores, ambos de 28 años.
No tienen luz, agua ni baños. Les falta una cama para que cada niño duerma en la propia, además de sábanas, frazadas, cubrecamas y cómodas o clósets, también mercadería para todos -almuerzan en la olla comunitaria del sector algunos días- además de un trabajo para Carlos Araos, quien se desempeña como maestro de la construcción pero que hoy está cesante. Y para Milam necesitan pañales, pues todavía depende de estos, sobre todo durante la noche.
Milam es crónico respiratorio y tiene retraso sicomotor del lenguaje, patología que lo hace ir alcanzando tardíamente los hitos lógicos de su desarrollo.
Samanta explica lo que tuvo que vivir Milam cuando recién cumplía ocho meses. "En esa época vivíamos en Melipilla y fuimos de visita a Santiago. Volvió enfermo, con fiebre, en Urgencia lo revisaron, le bajaron la temperatura y lo mandaron de vuelta a la casa", recuerda.
"Al día siguiente lo llevé al Sapu y lo trasladaron urgente al hospital Metropolitano (ex Félix Bulnes), estuvo en observación y necesitó oxígeno. Al otro día pasó a la UTI. Luego, nos hicieron firmar una autorización para pasarlo a la UCI, de lo contrario mi niño se moría", relata.
En la oportunidad, a Milam se le diagnosticó bronconeumonía, virus sincicial respiratorio, anemia y coqueluche o tos convulsiva.
"En la UCI estuvo en coma un mes y más dos semanas en recuperación. Me dijeron que por la ventilación mecánica y todo lo que tuvo que pasar, mi hijo quedó con un retraso sicomotor del lenguaje y es crónico respiratorio. Usa inhalador, pero trato de que no se acostumbre tanto a él para no hacerlo dependiente, por recomendación médica", señala la madre.
Agrega que "mi hijo es muy inteligente, entiende todo, pero no habla. Me dicen que tiene un retraso de al menos dos años que irá mejorando con el tiempo. Todos tratamos de ayudarle a pronunciar bien, pero él solo apunta hacia lo que quiere o habla cosas que apenas le entendemos".
Ayuda
Milam y sus hermanos se entretienen en el patio de su casa, un espacio de tierra que el invierno y la lluvia la convierten en barro.
"Como Milam es crónico respiratorio, con un resfrío cae al hospital y depende del inhalador. Por eso en invierno no los dejo salir. Los más grandes se dedican a hacer tareas enviadas desde el colegio a través de mi WhatsApp, que es lo único que tenemos para comunicarnos y estar en contacto porque mi teléfono no funciona para hacer ni recibir llamadas", explica.
Sin luz, no ven televisión, ni juegan en el celular. Para conectarse a la electricidad necesitan materiales que la familia no puede costear. Tampoco los dejan salir a jugar más lejos porque una vez Milam se perdió y como no sabe hablar, quienes trataron de ayudarlo no le entendieron ni el nombre.
Los niños no reciben apoyo de su padre biológico y económicamente dependen de Carlos Araos, actualmente sin trabajo. Samanta carece de redes de apoyo y no tiene contacto con familiares, por lo que tampoco puede trabajar y se dedica a cuidar a sus hijos. "Mi abuela es la única que nos ayuda, cuando puede nos trae mercadería", señala.
"Poco a poco y con mucho esfuerzo hemos ido levantando nuestra casa. Queremos darles algo mejor a los niños. En las noches usamos con velas porque no tenemos el dinero para comprar los materiales que se necesitan para conectarnos a la electricidad. Un vecino nos daba luz, pero se sobrecalentó el alargador y hasta ahí no más llegamos", dice.
Añade que "antes de conocer a Carlos, mi pareja, hubo días en que estuve en la calle con mis niños sin saber a dónde ir. Lo hemos pasado mal, pero siempre hemos estado juntos. Me vine a San Antonio porque una tía me tendió una mano y cuando comenzó esta toma, decidimos a instalarnos aquí, no podíamos seguir de allegados en ninguna parte, por eso necesitamos terminar de levantar esta casita para los cinco".
Carlos y Samanta se conocen de niños, fueron compañeros de curso en la escuela. Dejaron de verse muchos años para reencontrase de adultos, ambos con vidas hechas y matrimonios deshechos. Él también tiene hijos, Eduardo (7) y Martín (2), que viven con sus respectivas madres.
"Hemos pasado frío y hambre, pero seguimos luchando por tener un techo para los niños. Nadie nos quería juntos y aquí estamos, tratando de construir algo. Ahora le inculco a mi hija que estudie, que vaya a la universidad, que trabaje y postule a su casa propia para que no tenga que andar pidiendo nada a nadie. Yo la voy a ayudar a ella y a sus hermanos a cumplir sus metas, estoy dispuesta a luchar toda la vida para que mis hijos sean felices", concluye.
El WhatsApp de Samanta Sepúlveda Cerón es el +56 9 37242112.
"Mi hijo es muy inteligente, entiende todo, pero no habla. Me dicen que tiene un retraso de al menos dos años que irá mejorando con el tiempo",
Samanta Sepúlveda.