Con emoción y un profundo cariño despiden al eterno auxiliar del terminal
Juan Rosales trabajó más de 32 años en el terminal de buses de Barrancas, donde siempre destacó por su trato amable, nobleza y pasión por el fútbol, que además heredó a sus hijos.
Juan Bautista Rosales González falleció la madrugada del miércoles a los 81 años y su velorio se realizó en su casa de la población Colinas del Mar de Barrancas, hogar que compartió con el gran amor de su vida, Noemí Edith Núñez Soto, fallecida en 2017 y de cuyo matrimonio nacieron Pamela, Carlos, Javier, José Ariel y Loreto.
Don Juan había llegado a San Antonio en 1970 desde la comuna de San Bernardo, acompañado de su esposa, con quien formó familia en este puerto, haciéndose cargo de la Colonia de Veraneo de la Municipalidad de San Bernardo, ubicada en el sector de Pelancura.
En 1987, gracias a las gestiones de Samuel Venegas, ingresó como auxiliar administrativo de Pullman Bus al terminal de buses de Barrancas y, años más tarde, la alcaldesa Lucía Menares y luego Omar Vera lo confirmaron como encargado de la mantención del recinto. Esa tarea la cumplió hasta los primeros meses del año 2020, cuando la pandemia obligó al confinamiento.
Futbolero
"Mi papá trabajó toda su vida, era lo único que sabía hacer, trabajar y trabajar, y entremedio jugar a la pelota, porque ese era su único vicio. Jugó por varios clubes, pero donde más se entretenía era en el club de la Pullman, donde tenía sus amigos y organizaba partidos, campeonatos y hasta viajes", dijo su hijo José Ariel, recordando al patriarca.
"Era un hombre de una sola línea, siempre correcto, ni un clavo que no fuera de nosotros nos permitía tener en los bolsillos y esos son los valores con los que nos crió a mí y a mis hermanos. Y el fútbol, porque eso era para mi taita una parte súper importante de su vida. De hecho, mis compañeros del colegio jugaban con nosotros a la pelota en los partidos que antiguamente hacíamos en la cancha del hospital, donde ahora está el hospital nuevo. Ahí jugábamos todos, mis hermanos Carlos y Javier, mi papá, yo, mis amigos del colegio, los amigos de mi viejo, siempre con alegría, siempre con respeto", relató José Ariel, el "Lito" como lo llaman en su familia y los amigos.
Duro golpe
La muerte de la madre de sus hijos, su amada Noemí, fue un golpe durísimo para don Juan y en la familia saben que de esa pérdida nunca se repuso. Eran el uno para el otro, aclanados, de abrir la casa para los amigos, de recibir a la gente con cariño y tras eso la pandemia terminó de dar el golpe que fue apagando la energía y la salud del roble que era Juan Rosales.
Carlos, el mayor de los hombres, con la voz entrecortada por la emoción, dijo en el momento de la despedida que "la pena y las lágrimas no son porque nuestro padre haya partido, porque ya tenía sus años y merecía descansar. Las lágrimas y la pena son porque ahora uno se da cuenta que no le llega ni a los talones a este tremendo pilar que nos dio la vida para formar nuestra familia. Él y mi madre fueron un ejemplo siempre y los valores que nos entregaron son el tesoro que nos deja la vida, pero es inevitable pensar que no los supimos valorar cuando estaban con nosotros".
Homenaje
Como una manera de reconocer la trayectoria del eterno conserje del terminal de buses de Barrancas, al momento de su despedida el cortejo pasó frente a la estación de buses interurbanos y además hizo un pequeño recorrido por la losa de estacionamientos que Juan Rosales se sabía de memoria.
Luego de eso la carroza enfiló rumbo al cementerio Parroquial, donde la familia y un pequeño grupo de amigos despidió al goleador que iluminó las canchas con su talento, que infló tantas redes como abrazos repartió en interminables festejos de pichangas y torneos de babyfútbol, futbolito y fútbol que Juan Rosales tanto amaba.
Ahí estaban cuatro de sus cinco hijos, ya que Javier se encuentra fuera de Chile y sufrió a la distancia la partida del hombre que la tarde de ayer lloraban en uno de los pabellones de nichos del camposanto local.
La tarde gris se quebró al final del jueves en un pequeño tramo de cielo celeste sobre las lágrimas y los recuerdos que despidieron a Juan Bautista Rosales González que entró al cielo vestido de corto, listo para jugar una de esas pichangas que tanto amaba y así, después de marcar un gol con uno de esos zambombazos que lo hicieron tan famoso, abrazar por fin -otra vez- a su viejita que lo estaba esperando.
"Él y mi madre fueron un ejemplo siempre y los valores que nos entregaron son el tesoro que nos deja la vida",
Carlos Rosales,, hijo